Hace pocos días presenciamos un acto de amangualamiento entre los congresistas del centro democrático y los de la Unidad Nacional al votar en contra de la iniciativa del Senador Iván Cepeda de promover un debate sobre los vínculos del actual congresista Álvaro Uribe y las AUC.
Semejante golpe a la democracia solo podría ser posible por cuanto el gamonal Uribe sigue teniendo gran influencia entre los tradicionales jefes políticos que se acomodan a los intereses particulares y desconocen la voluntad del pueblo que los eligió. Negar un debate de tanta relevancia es cercenar el debate y el poder de control político que le asiste al Senado de la República. Fueron 52 padres de la patria los que negaron la incitativa propuesta por del partido de oposición.
Una democracia seria, se caracteriza entre otros aspectos por permitir que las minorías políticas no sean doblegabas ni aplastadas en sus iniciativas. El debate público es un ejercicio sano para garantizar que se ejerzan activamente los derechos civiles y políticos, cercenar tal posibilidad es una patada a nuestra Carta Política que consagra en el artículo 2 los fines esenciales del Estado Colombiano dentro de los cuales se encuentra: “facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación”. El debate enriquece la proliferación de posiciones, la argumentación de ideas y abre las puertas para diagnósticos y soluciones; objetivos que no se cumplen con la actitud acomodada de cerrar la posibilidad de un debate político.
Nos queda el pequeño consuelo del activismo ejercido por senadores como Claudia López, Jorge Robledo y los 30 congresistas que no quisieron darle sepultura al debate. Esperemos que la amanguala no sea la constante de éste nuevo Congreso que tratará temas de trascendencia como la consolidación de la paz, el postconflicto, las reformas al agro, a la salud y a la justicia.