Desde muy temprano el ácido adulterado y el vino barato empezaba a cobrar las primeras víctimas: adolescentes desnudas se revolcaban en el fango como si tuvieran epilepsia. A palos de billar dos hippies se daban en las costillas discutiendo si era mejor Neil Youg o Gram Parsons y el paroxismo llegó a su punto máximo cuando aparecieron en Altamont los Ángeles del Infierno con sus portentosas Harley Davidson. Había empezado el momento más oscuro de la historia del Rock.
Era 1969 y la gira norteamericana había sido la mejor en la corta historia de los Rolling Stones. Para cerrarla, y como se habían perdido Woodstock, decidieron aceptar la propuesta de Jerry García, vocalista de Greateful Dead y tocar ante 400 mil personas en el festival de Altamont. Michael Lang, organizador del evento, había pensado hacer el concierto en el idílico Golden State Field pero faltando pocos días este permiso le fue negado. Así que tuvieron que buscar de urgencia un lugar. Entonces empezaría una cadena de errores que terminaría con la muerte de cuatro personas. El primero de ellos fue escoger el circuito de velocidad de Altamont, demasiado pequeño para albergar una multitud de 400 mil personas. Por los lados del circuito se extendía, como una serpiente metálica, un cementerio de autos y chatarra. Lang, que venía de organizar Woodstock, creía que sabía todo sobre controlar masas alteradas por el ácido lisérgico y el alcohol. La excesiva confianza en sí mismo terminaría aniquilándolo.
Ese seis de diciembre en la mañana amaneció con una buena señal. Entre las mujeres que empezaban llegar al autódromo se registró el primero de los cuatro partos que tuvo el festival. A la joven hippie la sacaron en un helicóptero con su hijo sangrante en brazos.
Pero las malas vibraciones se dejaron sentir desde el comienzo.
Jagger, aconsejado por Jerry García, pensó que los más idóneos para controlar a un público enardecido no era la policía sino los Ángeles del infierno, la célebre tribu urbana famosa por la adoración que sentían hacia sus Harley Davidson, la delincuencia, el sexo anal, y la violencia extrema. Los anárquicos hippies y los fastoides Ángeles fueron una combinación letal. Apenas llegaron se abrieron paso entre la multitud atropellando a los melenudos con sus potentes motos. Cada uno llegó con una garrafa de ron. Tenían en la cabeza una cantidad considerable de anfetaminas. No poseían armas de fuego pero si palos de billar y navajas recién lustradas.
La celebración empezó con The Flying Burrito Brotherts, liderados por Gram Parsons, desplegando su folk sicodélico. La masa pareció apaciguarse. Aún era de día y por ahí pasó un coletazo del pregonado amor y paz. Platillos de colores se elevaban sobre la multitud y lo único que se arrojaban unos a otros eran burbujitas de jabón. El problema real empezó cuando los Jefferson Airplane subieron al escenario. El público los adoraba, la tribuna estaba casi a ras del piso. Los jóvenes entusiastas alargaban los brazos con la esperanza de tocarlos. Los Ángeles del infierno no se andaban por las ramas, sin mediar palabra le dieron de lleno un golpetazo en la cara a una chica. Cuando el cantante Marty Balin intentó defender a su seguidora, el pandillero le propinó un golpe que lo dejó inconsciente al instante. Grace Slick la líder del grupo, en un notable estado de shock solo atinaba a pedir calma. En las imágenes del documental podemos ver como los pandilleros hacen caso omiso al pedido de la cantante y golpean salvajemente a un hippie con sus intimidantes palos de billar.
Pero lo peor estaba aún por venir. Los Stones, obsesionados por que el documental saliera lo mejor posible, retrasaron su show durante cuatro horas. Las luces eléctricas podían ayudar a crear una mejor imagen. Para ese momento el público estaba completamente sacado y los Hells Angels atinaban a aplacarlos con bates y cuchillos. Empezaron su concierto con Simpatía por el diablo y tuvieron que pararla dos veces porque los nervios ascendían como un carrito de supermercado en una montaña rusa. La rumorología, una ciencia tan popular dentro del rock de los sesenta, ha dado por hecho que fue en esta canción donde ocurrió el asesinato que filmaron los Maysles. Para los que han visto el documental pueden constatar que fue en la tercera canción, en Under my Thumb cuando Meredith Hunter, un chico negro de 18 años que había asistió con su novia blanca al festival, motivo más que suficiente para desatar la ira de los racistas pandilleros, fue vilmente apuñalado por uno de los barbados y crueles guardianes. En el documental se ve claramente como el hombre negro vestido de verde es apuñalado dos veces, una en la oreja y en la otra en la espalda. Había sacado un arma para defenderse, el resto de Angels corrieron presurosos a tumbarlo y a coserlo a puñaladas.
Los Stones mientras ven las imágenes en la sala de montaje de los hermanos Maysles, no pueden evitar la vergüenza. El concierto siguió dos canciones más a pesar que desde la tribuna habían visto el ataque. Uno de los organizadores le dijo en secreto a Jagger que el último de los helicópteros estaba a punto de salir y que lo mejor era huir lo más rápido de ahí. El helicóptero tenía sobrecupo y casi que ni despega. Se salvaron de milagro de morir esta noche aplastados por cuatrocientos mil fanáticos “Que solo querían tocarlos”.
La que iba a ser según Mick Jagger “La noche más feliz del invierno del 69” significó el fin de una época. Al otro día los sesenta tuvo su amanecer más triste. Los muchachos no solo estaban desmontando las carpas del lugar para volver a casa sino para reincorporarse a la realidad. El sueño había terminado.En el verano de ese mismo año una panda de Hippies, liderados por Charles Manson, había entrado a la casa de Polansky en Cielo Drive y había asesinado a su esposa Sharon Tate, de ocho meses de embarazo y a siete de sus más queridos amigos. La marihuana y el LSD, drogas que expandían la mente, habían sido desplazadas por la coca y las anfetas que dominarían hasta los años ochenta e impondrían la dictadura de la frivolidad.
Altamont fue otra señal que el amor y paz, pregonado por los hippies en la década del sesenta, había terminado.