En América Latina hay un pensador de la filosofía latinoamericana, Leopoldo Zea, que piensa en torno a la tolerancia. La tolerancia como capacidad de acoger la presencia y la cultura del otro sin indiferencia. Afirma Zea que la intolerancia parece propia del hombre, del género desde que el hombre tiene conciencia de la historia, y señala como la intolerancia originó en nuestra época dos monstruosas guerras: la guerra de 1914 a 1918 y la guerra de 1939 a 1945, que parecen ser como el preludio de una guerra que pretende ser universal, planetaria: la guerra de las galaxias. Denuncia Zea que en nombre de la tolerancia se hacen patentes mayores muestras de intolerancia que ahora amenazan a nuestro tiempo con la paradójica intolerancia de la tolerancia.
En nombre de la democracia y la justicia social se han levantado en nuestros días nuevos centros de poder y de dominio totalitarios que pretenden decidir sobre la democracia adecuada para los pueblos y, señala Zea cómo Estados Unidos se erige en guardián, en policía del orden supuestamente propio de la libertad y de la democracia, decidiendo sobre la voluntad de los pueblos respecto del gobierno que considera el más conveniente. Estados Unidos como líder del llamado mundo libre, trata de imponer su propio concepto de democracia, el orden propio que considera más conveniente a otros pueblos y para ello hace uso de la violencia, de la mayor intolerancia; desata guerras totales como en Vietnam, desestabiliza gobiernos legítimamente elegidos como en Chile, sostiene gobiernos militares, aplasta pueblos pequeños como Granada, Afganistán, Irak etc.
En nombre de la posible tolerancia, continúa Zea, se anula el diálogo y las amenazas toman su lugar. La intolerancia se presenta armada, policiaca, decidiendo sobre lo tolerable y lo intolerable. En el uso que los hombres hacen de la razón encuentra rasgos de intolerancia. La intolerancia del que sabe usar bien la razón contra el que no sabe usarla. Afirma que todos los hombres son iguales por ser distintos, esto es, por ser concretos, pero no tan distintos que dejen de ser hombres. No tan distintos que puedan ser más o menos hombres sino simplemente hombres. A partir de este reconocimiento se podrá aceptar al otro y su cultura sin sentir menosprecio de lo propio, la posibilidad de una relación horizontal de solidaridad y no una relación vertical de dependencia. Una relación de hombres iguales que se reconocen entre sí por su concreción sin discriminaciones.
En el contexto nacional un representante del humanismo liberal se destaca como un pensador que defiende la libertad y la tolerancia. Considera que la tolerancia debe ir a la par con la libertad. En su obra Idola Fori (Los ídolos del foro, 1910) Carlos Arturo Torres (1867-1911) hace una crítica contra los dogmatismos o " Idolos de la plaza "; una crítica al fanatismo y a las supersticiones que habitan en los ciudadanos de la república, y una defensa de la tolerancia frente a la reacción en la esfera de la política, la religión y la filosofía. Carlos Arturo Torres plantea la necesidad de organizar la democracia por la libertad, la tolerancia y la conciliación, por la justicia y el derecho que son los pilares fundamentales sobre los que se sostiene la civilización contemporánea. A su teoría crítica la denominada "literatura de ideas" con la que hace una crítica al régimen. Su estrategia consistía en buscar el "valor ideológico" de los problemas sociales y en juzgar la literatura por las ideas que expresan antes que por su valor estético. Su obra estuvo al servicio de las ideas y, en ese sentido puede considerarse como un anticipo de una "historia de las ideas”. Su Discurso de Recepción en la Academia (1910) es un ejemplo de ello. El fanatismo lo detecta en la religión como en el ateísmo, en la superstición de la fe como en la superstición de la ciencia en la idolatría de la tradición como en la idolatría de la ciencia, en la intransigencia de lo nuevo como en la intransigencia de lo antiguo, en el despotismo ideológico como en el despotismo racionalista y en la incomprensión conservadora como en la incomprensión liberal. Rechaza el carácter servil del pensamiento y las artes que se reducen a la imitación y en la originalidad de la filosofía, la literatura y el arte convoca a un intento por pensar sin imitaciones o coloniajes.
El periodismo sirve a Carlos Arturo Torres de trinchera para luchar por la libertad, la paz y la tolerancia en aras de consolidar la democracia que lo convierte en un escritor y pensador con un marcado compromiso social y político ajeno a todo dogmatismo, pues como afirma Rubén Sierra Mejía, partía del principio de que no hay verdades a priori y que toda idea es corregible por más que se hubiese aproximado a la perfección y a que temporalmente se presente con un alto grado de refutabilidad .
Las críticas a las supersticiones están dirigidas contra el pensamiento gregario que impera en las masas obstaculizando el desarrollo de la democracia. Los ídolos impiden la realización de un estado de tolerancia y en consecuencia, es necesaria su destrucción para llegar al imperio de la razón donde el hombre ya libre de fanatismo decida sobre el progreso social de las naciones. Su postura política de tolerancia y escéptico intelectual produce una obra que abarca entre una reflexión del arte, la historia y la realidad cultural y política de fin de siglo.
Estanislao Zuleta (1935 - 1990) señalaba que Kant tenía en muy baja estima el concepto de tolerancia. A Kant el concepto de tolerancia le parecía, afirma Zuleta, un concepto demasiado pretencioso porque parece sugerir que la verdad la tiene alguien que está en el poder, por ejemplo, y simplemente tolera que otros piensen de manera diferente como si no tuviera que aprender de ellos, ni de la discusión con ellos. Este concepto implicaba para Kant como decir "yo sé que tengo la razón, pero tolero las opiniones de cualquier otro”, no era para Kant un concepto adecuado para hablar de democracia porque la democracia consiste en sentir alegría por las diferencias entre nosotros y tener la certeza que nos va a llevar a un conflicto y no nos va a conducir a unanimidad alguna.
Para Estanislao Zuleta la democracia es respeto y respetar al otro significa discutir con su punto de vista, con la premisa implícita de que puede tener la razón, de que ninguna mirada ve la totalidad del inmenso paisaje humano, de que ningún proyecto es suficiente vasto para reunir y satisfacer la variedad inabarcable de aspiraciones y necesidades. Respeto significa tomar en serio el pensamiento del otro: discutirlo, debatir con él sin agredirlo, sin violentarlo, sin ofenderlo, sin intimidarlo. Pero defender el pensamiento propio y no hacer este pequeño pacto de respeto de nuestras diferencias, sin discutir nada porque creemos que esto no es respeto, es contrario al verdadero respeto, que nos exige nuestro punto de vista, sea equivocado total o parcialmente. En esta dirección debemos entender el concepto de respeto por la diferencia porque implica tolerancia y pluralidad, porque como finalmente afirma Zuleta, el respeto implica tomar en serio el pensamiento del otro, hasta el punto de debatirlo, tratando de saber qué grado de verdad tiene, debatir no sólo desacreditando su punto de vista, al aprovechar los errores que cometa o los malos ejemplos que dé, para ganar la discusión no con ese estilo parlamentario, sino debatiendo efectivamente. Eso es respeto.
La filosofía de los derechos humanos es respeto por el otro, por su vida y por su dignidad. El derecho fundamental es el derecho a diferir, a ser diferente. Cuando uno no tiene más que el derecho a ser igual, todavía eso no es un derecho. Es necesario además de derecho, afirma Zuleta, que exista la posibilidad. Es preciso observar que respeto no significa indiferencia, implica el debate y la confrontación. El respeto no es un sentimiento negativo sino positivo porque obliga a diferir, a rectificar, a profundizar el punto de vista, porque impide tomar la unilateralidad como un absoluto. En Estanislao Zuleta hay un reconocimiento de la pluralidad en tanto que admitir la pluralidad de pensamientos, opiniones, convicciones y visiones del mundo enriquece el espíritu humano y la sociedad.
Afirma que la visión del mundo que se tiene no es segura porque su confrontación con otras puede hacerla cambiar y la verdad es la que surge del debate, del conflicto. En la concepción de pluralidad ve un mayor alcance para el desarrollo del pensamiento y señala que debatir el pensamiento del otro con respeto es ya una vieja idea enunciada por Platón en la Carta Séptima a los amigos de Dión de Siracusa en donde afirma que en un debate seriamente llevado no hay perdedores: quien pierde gana, sostenía un error y salió de él: quien gana no pierde nada: sostenía su teoría que resultó corroborada. Allí se da una disputa muy distinta a las guerras, en la que el que pierde nunca gana.
La estrategia que hace posible ponerse en el lugar del otro es el diálogo.
Afirma Zuleta que en el diálogo tenemos que identificarnos de algún modo con él para saber cómo podemos hablarle y qué impresión le va a dar lo que le vamos a decir. Una enseñanza en la que se sienta el enriquecimiento y la espontaneidad es importante para el desarrollo del nivel educativo en tanto se reconoce el valor del reconocimiento y el respeto por el otro. La racionalidad en la educación implica que los discursos no sean dogmáticos y para que no sean dogmáticos es necesario la demostración, porque la demostración es una gran enseñanza, en tanto concluye Zuleta, es una lección práctica que trata a los hombres como iguales .En América Latina no son muchos los pensadores y filósofos que han abordado este concepto de tolerancia y no porque no sea un concepto que se pueda abordar desde la filosofía política sino porque su horizonte teórico tiene otras líneas de investigación. En Enrique Dussel hay una formulación de una ética para la liberación latinoamericana aunque hay un acercamiento acerca de “oír la voz del otro”, que sólo es posible suprimiendo el capitalismo en América Latina .En Francisco Miró Quezada hay una preocupación por el proyecto y despertar latinoamericano del filosofar . En Augusto Salazar Bondy hay una preocupación por el sentido y problema del pensamiento filosófico latinoamericano, etc., etc.
Articular el concepto de tolerancia a la luz de un período determinado en la historia de las ideas en América Latina, rebasa la dimensión de este trabajo en tanto que se carece de una producción intelectual en esa línea de investigación y de una existencia bibliográfica pertinente, no obstante, creemos que los pensadores y filósofos latinoamericanos que se han explorado aquí en torno a este tema, son representativos por la dimensión intelectual con la que asumieron la formulación de este problema desde una filosofía política latinoamericana. Francisco Romero señalaba el carácter de proyección social que debía tener una historia de las ideas en América Latina y Germán Marquinez Argote afirma que la historia de las ideas estudia no sólo las estrictamente filosóficas sino las que tienen relación con toda clase de acontecimientos políticos, sociales o económicos; como las aptitudes y comportamientos colectivos , creemos por lo tanto que la necesidad de construcción de una cultura de la democracia tiene la proyección social en la misma línea del problema de la identidad del hombre latinoamericano y de la necesidad de una filosofía propia y de liberación en América Latina, en la dirección de una perspectiva filosófico – social como lo ha señalado Arturo Andrés Roig en su obra Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano
*Del libro, Tolerancia, cultura y democracia y otros ensayos.Ediciones Hojas de Hierba,2014. pags 152.