Cuando las canciones ahondan en la situación social y política se las inscribe en voces de protesta y pronto caen en la red de la censura con lo cual desaparecen de los medios de comunicación, pues se considera que son subversivas y que impugnan el statu quo.
Pero si se mira más allá de la protesta y de la censura del Gobierno lo que se halla es la poética que bosqueja los conflictos, los antagonismos sociales.
En realidad, la radio, la televisión o el internet difunden musicales, en los cuales se gira en torno al sentimentalismo, las emociones y el entretenimiento. De esta manera, las canciones y la música, en la mayoría de los casos son parte de la “cultura afirmativa”, es decir, se agotan en ideas sobre lo real que se promueve en la industria cultural.
Es significativa desde el punto de vista de la poética la canción Ayer me echaron del pueblo, de José A. Morales. En dicho tema está presente el abuso del patrón frente a la familia del trabajador. Ante este hecho la autoridad toma partido por el propietario de fincas y que por tanto tiene derecho a hacer con el trabajador lo que quiera, pues el trabajador está sometido a los intereses del señor.
Pero en cuestiones de sentimientos, en cuestiones del amor no hay desigualdad social. Y, si bien la autoridad ha estado de acuerdo con el patrón, de tal modo, que al trabajador se le ordena que abandone el pueblo, el hombre promete volver por los suyos. En la conciencia del trabajador, desde el punto de vista religioso, ha cometido un pecado “sentándole la mano al patrón” y considera que Dios lo tendrá que perdonar porque lo ha hecho en defensa del hogar.
Ayer me echaron del pueblo / porque me negué a firmar / la sentencia que el alcalde a yo me hubo de implantar / porque tuve con mi mano / al patrón que castigar /cuando quiso a mi familia / quiso a mi familia llegármela a irrespetar / Porque uno es pobre y carece / de fincas como el patrón, /están creyendo que por eso,/ también nos falta el honor / Entonces hay que enseñarles /que en cuestiones del amor / todos somos iguales y tenemos corazón / Ayer me echaron de pueblo /mañana yo he de volver /porque allí dejé mi rancho mis hijos y mi mujer / Mi Diosito que es tan bueno me tendrá que perdonar / todo lo que hice y lo que haga / lo que hice y lo que haga / en defensa de mi hogar
En general, los estudiosos de la música se detienen en la enumeración y descripción de melodías, tonadas y cantos; especifican el aporte indígena de las diferentes tribus; o la música mestiza, como bambucos, torbellinos, vallenatos, joropos, cumbias, cantos de vaquería… pero no profundizan en los conflictos pues, en general, cuando se trata de la música no se va más allá de lo sentimental.
Así las tonadas planten conflictos y problemas entonces consideran que han entrado en el campo de lo que se debe ocultar. Un compositor y cantante como José A. Morales se le reduce a biografía y su contexto social se le mide por los valores morales y, con ello su vena artística se reduce a lo tradicional, incluso se niega su especificidad.
Bambuquito de mi tierra santandereana / oloroso a aguardiente y a mejorana / a trapiche moliendo caña madura / bambuquito picante como los ojos de una gitana / bambuquito empinado cual mis montañas / pendenciero y arisco cual tus arrieros/ en tus notas se siente la heroica hazaña / que con sangre humilde escribieron los Comuneros / Cuando estás alegre bambuquito fiero / perfumas las flores,/ se alegra el plantío/ pero si hay tristeza en tus melodías / entonces se mueren nuestras alegrías bambuquito bueno / bambuquito fiero / como tu naciste así yo te quiero
En la canción anterior se halla como en un tapiz el ambiente de la tierra de Santander, desde las costumbres del trago y la mejorana como símbolo de la felicidad, en una región en el cual el trabajo está unido con el cultivo de la caña, más la presencia del guiño amoroso y el encanto de la molienda.
Al mismo tiempo se bosqueja la condición arisca y pendenciera de quienes por los caminos montañeros llevan los productos en recuas de acémilas. Pero si escuchamos a José a Morales sentimos un sacudón en nuestra memoria.
Francisco Gutiérrez de Piñeres, “ministro de hacienda”, de un imperio acosado por la guerra ante el poderío inglés en ascenso, adelanta, hacia el año de 1788, la “noble misión” de organizar las rentas del nuevo Reino de Granada. Y, lo hizo con tal empeño y ahínco que el descontento popular culminó en la Rebelión de los Comuneros. El tabaco era el monocultivo de entonces y, los cultivadores eran fiscalizados de tal manera que se contaba el número de matas en la parcela de cada campesino.
El estanquero hacía cumplir lo pactado. Pero la reforma tributaria, no solo grava el tabaco y el aguardiente sino todos los productos de primera necesidad. De ahí surgió el movimiento comunero que ha marcado la historia con personajes ambiguos como Joaquín de Vega, Diego Ardila, José Antonio Estévez, Antonio José Monsalve y Salvador Plata. Los personajes de la lucha popular, “vándalos”: Isidro Molina, Manuela Beltrán, Pedro Alcantuz. “Unión de oprimidos contra opresores”.
La figura diplomática ilustrada del arzobispo Caballero y Góngora. El camino de sublevaciones, el Puente del Común y la firma de las Capitulaciones. La vuelta al lugar de origen, la traición y la represión. Además, la obra del Fr. Finestrad: El Vasallo Instruido en el estado del Nuevo Reino de Granada y en sus respectivas obligaciones, que exhortaba a los pobladores del Reino a acogerse a los principios del vasallaje.
Las creaciones de José A. Morales se enraízan en lo popular y colectivo. Sus composiciones no tienen ese sabor abstracto desvinculado de la realidad. En Colombia como en toda América Latina está presente el problema entre el latifundio y el minifundio, aparcería, arrendatarios, herencia de la colonia.
La distribución de la tierra no se queda en los límites de la tierra, ni la cerca de alambre, sino que está atravesada por la autoridad, que se ha inclinado por los que tienen, por lo tanto, la justicia ha quedado fuera de lugar.
Como dice el dicho, la autoridad es de quien tiene. No someterse significa estar al margen de la ley. Hay enfrentamiento entre el interés general representado por la autoridad que es más bien de grupúsculos y el interés del individuo, en nuestro caso, el campesinado.
Los medios de comunicación utilizan la música como respuesta a la demanda de entretenimiento y, la verdad entra en ellos únicamente cuando sirve a sus fines. La demanda de diversión se satisface de acuerdo con la publicidad. Es imposible pensar que José A. Morales compusiera sus canciones por entretenimiento.
Una noche le cortaron el corazón a la caña / y desde entonces se escuchan lamentos por la montaña / lamentos que van diciendo nacidos de sus entrañas / porque le cortarían / el corazón a la caña / lo mismo cortan las vidas por el placer de cortarlas / para que nadie se quede con lamentos en el alma/porque las manos labriegas que saben acariciarla/ las cortan como la caña por el placer de cortarlas / Un funeral de luceros cubre la piel de la patria /
En la historia del país no hay momento, desde la llegada de España que cese la represión. La conquista no es otra que el sometimiento del altiplano, de las regiones y, exterminio de las tribus indígenas, importación de esclavos, rebelión de los comuneros, guerra independencia, nueve guerras civiles en el siglo pasado, conflictos sindicales, ejemplo clásico: la masacre de las bananeras, para beneficio de la United Fruit Company, el denominado periodo de la violencia, las reformas tributarias. Hay cantores que no son indiferentes a los distintos conflictos y a los movimientos populares que organizan la rebelión.
La violencia, en el siglo XX, se dio por el enfrentamiento entre liberales y conservadores que abre las puertas de la soledad de par en par con la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, en el denominado Bogotazo o 9 de abril de 1948.
Durante el período de 1948 a 1957, cuando la guerra, que aparentemente era partidista, lavó la vasta geografía del país con el despojo de las tierras de los labriegos, los hombres quedaron sin familia, las familias quedaron sin nombre. Abandonaron el campo hombres, mujeres y niños hacia las ciudades que no estaban preparadas para acoger a quienes buscaban refugio.
Por los caminos polvorientos / van pasando los labriegos / llevando sobre su espalda / una carga de recuerdos / van pasando y van pensando / que no tienen sol ni luna / y que hasta su misma suerte / les niega el agua y el viento / Pero en sus venas labriegas / llevan sangre comunera / de aquella que fue ese día / de libertad y justicia y de Galán, derramada / por caminos y veredas van pasando los labriegos / para que un día los labriegos revienten sus cadenas / Van pasando los labriegos/van pasando los labriegos
Desde esta perspectiva, no la realidad alienada, sino de esta realidad que se padece, la sensibilidad del artista no solamente reacciona ante las impresiones sensibles o que las reproduce; la emoción no se queda en las cosas exteriores o en la combinación de las impresiones en formas nuevas y arbitrarias.
El artista José A. Morales puede extraer de la vida cotidiana el material estético y hacer con él la vida dinámica de las formas. En la interioridad se halla presente la historia. Por eso el volver al lugar del recuerdo viene a la mente la evasión del mundo convencional y hueco, para volver a mirar el camino recorrido con todos esos hechos que la sensibilidad ha transformado en el material poético:
Lunita consentida colgada del cielo / como un farolito que puso mi Dios / para que alumbrara las noches calladas / de este pueblo viejo de mi corazón / Lunita consentida colgada del cielo / como un farolito que puso mi Dios / para que alumbrara las noches calladas / de este pueblo viejo de mi corazón / pueblito de mis cuitas, de casas pequeñitas,/por tus calles tranquilas corrió mi juventud / por ti aprendí a querer por la primera vez / y nunca me enseñaste lo que es la ingratitud / Hoy que vuelvo a tus lares trayendo mis cantares / y con el alma enferma de tanto padecer / quiero pueblito viejo morirme aquí, en tu suelo / bajo la luz del cielo que un día me vio nacer