Lo político y lo social, dos aspectos que en campañas políticas siempre entran en una constante dicotomía, en una lucha que nos han hecho ver como si fueran antagonistas, como si se tuviera que escoger entre alguno de los dos para poder conseguir sus objetivos. Una dualidad falsa que más bien ha sido aprovechada por actores políticos y económicos que han satanizado el énfasis social encasillándolo en una orilla ideológica en particular, o que es dejado de lado por los gobernantes, cuando en realidad lo social debe ser lo primero que tienen que atender en el momento del comienzo de sus gobiernos. No todo es política y no todo es social, pero sí podemos hablar de un complemento entre ambas, de una relación que para muchos es de guerra y que para otros que por fin se están dando cuenta de la triquiñuela es una adición importante entre ambas.
La interrelación entre las comunidades y el líder gobernante debe ser una absoluta prioridad, las formas de hacer política se deben encaminar hacia esa dirección, hacia una verdadera teoría descendente del poder, hacia la forma correcta del buen gobierno. ¿Y cómo es esa forma correcta, esa validación descendente del poder? A través de proyectos de infraestructura social, proyectos que abarquen a todas las comunidades y que propendan por su funcional desarrollo. Muchas veces confundimos lo social con lo asistencialista, lo social no solo encierra las entregas de ayudas en emergencias o en barrios vulnerables, lo social compila la entrega de ayudas como un primer paso, no esa típica visión reduccionista de creer que el asistencialismo es todo lo que el aspecto social encierra. Lo social debe ir encaminado para un eficaz avance del ser humano por medio de insumos que solo entrega la calidad social de un programa de gobierno. Educación, salud y empleo, todo esto debe ser prioridad de un programa esencial de liderazgo gubernamental, el norte de un eje de gobierno. Garantizar que todos los ciudadanos puedan tener acceso a estos es la mejor forma de una sociedad civilizada y completa, una sociedad con una calidad de vida majestuosa, un acceso entero a los servicios públicos, un mejor sistema de salud, un empleo que brinde una capacidad adquisitiva plena para el ciudadano, todo esto se brinda mediante el complemento entre lo social y lo político, no lo logra uno, ni lo logra otro, lo logran ambos
Agrupar estos dos conceptos bajo una lucha casi equivalente a la del bien y del mal no es lo correcto, se pueden formar iniciativas que ponderen de manera admirable ambos enfoques, lo que se tiene que buscar es iniciativa y decisión para que se pongan de manifiesto ambas necesidades para la población, porque se necesita una interacción mayor entre los ciudadanos y sus líderes por medio de obras y programas en beneficio de ellos, así como un liderazgo gerencial que las lleve a cabo. Eso es lo que se requiere para una mayor armonía entre los gobernados y los gobernantes y así es que formaremos a grandes líderes, a personas que tengan un sentido social amplio así como una mirada completa de lo que es ser un gobernante, de lo que es ser un verdadero político que tenga una perspectiva social en su eje de gobierno, eso es lo que este país requiere hace mucho tiempo y ahora con más urgencia que nunca, un político que a la vez sepa que lo social complementa su gestión, porque como exclama Aristóteles en una de sus más reconocidas frases: “El que va a ser un buen gobernante, debe haber sido gobernado primero”. Cuando tengamos un líder que articule ambos enfoques, tendremos un devenir esperanzador.
