Creyendo que están en los bosques de Sherwood y como formidables arqueros y paladines justicieros proponen el pillaje político, “despojar” a los ricos para repartir a los pobres; fin aparentemente altruista, pero que en el fondo y a la postre beneficiará solo a una nueva élite en el poder, así se vista con traje de obrero.
Es el camuflaje perfecto, la mejor mascarada, un sainete político burlesco; que en vez de hacer reír, exacerba las pasiones y los odios entre el pueblo, que en furiosas turbas y hordas se enfrentan unos a otros, fenómeno sociológico que está presente en la actual contienda electoral colombiana.
Saetas envenenadas salen disparadas contra las instituciones y servicios del Estado, el cual es fallido en la pureza del ideal nacional y la satisfacción de las necesidades básicas y el bienestar común; provocando un sentimiento de ira incontenible contra el régimen “opresor” en las masas, que ven en esta nueva filosofía de aparente igualdad la solución a su especial condición de vulnerabilidad.
Aprovechando su inteligencia y embrujo dialéctico, el protagonista instila o impregna sus flechas verbales con fuertes mensajes ideológicos, dice lo que las gentes quieren oír. Además, usa lenguaje humanista, bondadoso y altruista, y muestra su preocupación desgarradora por el medio ambiente, cambio climático, igualdad de género, diversidad sexual, entre otros temas que atraviesan los corazones de incautos, jóvenes despistados e intelectuales materialistas ateos, y por supuesto las aleccionadas izquierdas.
Si bien es cierto que en caso de obtener el triunfo no podría realizar de inmediato su propósito, por la fuerte bancada opositora en el Congreso convocaría a un referéndum para cambiar la Constitución, el cual se aprobaría por su gran aceptación, liderazgo, seducción y carisma.
Ya lo demás es pan comido, se entraría en una esperanzadora bonanza, la gratuidad en todo, el subsidio a los estratos menos favorecidos en la demanda de servicios, a costa de la alta tributación para los empresarios y capitalistas. La expropiación aparecería rapaz, no ya como un fantasma, sino como un hecho real que se materializa, trayendo como consecuencia que los grandes capitales, inversión privada y extranjera se ahuyente del país, generando la desaceleración económica, desempleo, escasez, y por último, la repartición igualitaria de la miseria.
¿Estás seguro que eso es lo que quieres para Colombia?