Chris Murphy es un senador de los Estados Unidos por el Partido Demócrata desde el año 2013, después de haber actuado como representante a la Cámara durante dos períodos. Siempre ha representado al estado de Connecticut. Lleva una década luchando por el control de armas en el país, conmovido por las muertes ocasionadas por dementes armados, que las adquieren de manera libre en cualquier tienda del país.
Recientemente, en medio de un debate en el senado norteamericano, pronunció un discurso en contra de la política desarrollada por su país contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Por YouTube circula un video de parte de su intervención, que además de valiente resulta extraordinariamente reveladora. Detrás de toda la campaña contra Maduro ha estado el gobierno de los Estados Unidos. Veamos:
- Tenemos que reconocer que haber reconocido a Guaidó en las primeras de cambio, y de rápidamente imponer sanciones, no funcionó. No lo hizo. Pero lo que hicimos fue jugar nuestras cartas de una sola vez y no funcionó. No lo hizo. Y ha sido un error vergonzoso tras otro desde entonces. Primero creíamos que reconocer a Guaidó como presidente sería suficiente para salir del régimen. Luego creímos que poner ayuda en la frontera iba a ser suficiente. Luego tratamos de construir un tipo de golpe de Estado en abril del año pasado que nos estalló en la cara cuando todos los generales que se suponía iban a romper su relación con Maduro decidieron quedarse con él al final. Socavamos los diálogos de Noruega el verano pasado y sacamos un marco de transición que francamente es casi una copia al carbón de la que presentaron a los partidos el año pasado. Y ahora, después de perder todo este tiempo, tenemos unas elecciones que están a punto de ocurrir, en las que, como hemos discutido hoy, Guaidó y la oposición se niegan a entrar. Y entonces nos han puesto en una posición en la que estamos reconociendo a alguien como líder de Venezuela, que no controla el gobierno, ni la fuerza armada y que ni siquiera ocupa el cargo. ¡Esto no lo hacemos en otros países!
Está perfectamente claro. De donde se extrae la conclusión más importante, si lo hacen en Venezuela y lo reconocen abiertamente, es lógico pensar que también lo han hecho cada vez que un gobierno latinoamericano, o de otro lugar del mundo, no resulta de sus conveniencias. Sabotajes de toda índole, montajes legales, provocaciones, intentos de golpe militar. La experiencia reciente de nuestro continente da fe abierta de ello.
Fernando Lugo, un obispo líder de la Alianza Patriótica para el Cambio, alcanzó la presidencia del Paraguay en 2008, tras 61 años continuos de dominación del Partido Colorado. Al año siguiente fue destituido por el Congreso de su país, que le adelantó un juicio relámpago. Lugo provenía de una región caracterizada por intensas luchas agrarias con las que se había identificado en el pasado. El hecho terminó siendo reconocido como golpe de estado institucional.
En junio de 2009 el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, convocó un plebiscito para que los hondureños se pronunciaran sobre la posible instalación de una urna aparte en la próxima elección presidencial, en la que la gente votara por la posibilidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. No estaba convocando a la Asamblea Constituyente, ni reformando la Constitución, sólo preguntaba al pueblo si estaba de acuerdo con hacerlo en el futuro.
Tanto Lugo como Zelaya tenían una característica común, una inclinación a la izquierda, acompañada de buenas relaciones con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela. Pecados imperdonables para ciertos poderes. Por eso los tumbaron. Como lo hicieron con Evo Morales en Bolivia, acusándolo de un fraude electoral que no solo resultó probado como falso, sino que quedó hecho trizas con la elección de Luis Arce, candidato de Evo, a la presidencia de su país.
Igual pasó recién en el Perú, cuyo presidente Pedro Castillo, de izquierdas, fue atacado desde su misma posesión por los poderes tradicionales, que lograron destituirlo y detenerlo finalmente tras confusos episodios, a todas luces preparados de antemano por los golpistas. Es claro, los golpes militares clásicos, tipo Pinochet o Videla, son cosa del pasado. Hoy los golpes se disimulan con procedimientos judiciales tras una intensa campaña mediática contra el gobierno.
Existe una ultraderecha continental con asiento principal en los Estados Unidos, que se encarga de generar, madurar y ejecutar todo lo necesario para los golpes. Basta con recordar a Duque, Almagro y su ridículo grupo de Lima para tumbar a Nicolás Maduro. Gran prensa, fiscales, jueces, parlamentos, todo se articula para el fin perseguido. No se puede por ello desdeñar la acusación desde Guatemala contra el Mindefensa Velásquez.
Es apenas el comienzo de la trama contra Petro. La ultraderecha no juega limpio nunca, conspira todo el tiempo.