Si lo combinamos con el rojo nos da el color de lo inmoral, el infierno progresivo. Si a eso le agregamos una luz roja se crea el ambiente perfecto para el pecado.
Eso fue lo que les pasó a algunas jóvenes que trabajaban como anfitrionas en un evento organizado para recaudar fondos, cuyos únicos invitados eran todos hombres. Hombres selectos, casados, con una alta reputación pero con unas ansias enormes de saciar ese apetito voraz y no precisamente de pan. Voyerista a primera instancia y luego a la concertación de la cita disimulada entre el mejor de los whisky. Pero antes por supuesto, una buena donación.
Lo monstruoso de esto es que para muchos es normal una fiesta organizada de esa forma, donde la mujer es la carnada, el anzuelo para recaudar fondos. De esa manera llevaron a las 130 mujeres que trabajaron en el evento a las cuales se les pidió que se vistieran con tacones negros "sexis" y ropa interior de ese mismo color. "Su primera tarea" fue firmar un acuerdo de confidencialidad. Las anfitrionas no tuvieron la oportunidad de leer su contenido ni llevarse una copia y les pagaron £150 (US$213) más £25 (US$35) para el taxi de vuelta a casa. Lo curioso del caso es que el objetivo oficial de este acto solidario era recoger fondos para causas como el centro para niños Great Ormond Street Hospital de Londres, una noticia que no tuvo mucho despliegue.
El sexo vende y de qué manera, donde ahí no hubo ningún acto benéfico sino el intercambio de pagar por el acoso como se describe: "Era manos por debajo de la falda, manos en el trasero, pero también manos en caderas, en la barriga; brazos rodeándote la cintura de manera inesperada", describió la situación la periodista del Financial Times Madison Marriage.
Marriage asistió encubierta a la prestigiosa cena benéfica President's Club Charity Dinner, organizada anualmente en Reino Unido y al que este año asistieron 360 personalidades del mundo de la política y los negocios.
La periodista decidió acudir al evento para comprobar que las historias de acoso que les habían llegado eran reales. "Me habían advertido que los hombres podrían resultar molestosos (...) Sabía que algo de eso podría ocurrir esa noche, pero no estaba al cien por cien segura. Pero hay otras muchas mujeres que estaban ahí que no tenían ni idea que el evento iba a ser así".
Uno de los organizadores principales era David Meller, copresidente del President's Club y miembro del Departamento de Educación, quien renunció después de conocerse los informes.
Si situamos ese cóctel en Colombia tal vez los altos ejecutivos no tomarán la responsabilidad de renunciar y las entidades benéficas aceptarían el dinero como si nada, porque la moral quedó archivada en el closet y a lo mejor culpamos a las niñas anfitrionas como las responsables de provocar a los grandes cacaos y viejos verdes empresarios y políticos del país. Por eso la decisión de la periodista Claudia Morales y de un montón más,de su no denuncia sobre su violación porque a pesar que la Fiscalía comunicó abrir una investigación, todos sabemos en qué terminan esos anuncios, más cuando son personajes poderosos acusados de violación sexual. Un tema poco serio en el país para la justicia, donde deja en libertad a un violador para que siga haciendo de las suyas contra niños y mujeres.
La etiqueta "Me too", que en español significa "yo también", mujeres en todo el mundo, conocidas y anónimas, están hablando de sus historias de acoso y abuso sexual. Pero en nuestro sistema judicial más se protege la honra del victimario que de las víctimas porque si Morales llega a la Fiscalía y le cuenta cohibida a Nestor Humberto que: “una mujer joven termina su jornada laboral, llega a su hotel…Alguien golpea en su habitación…es su jefe. Abre, 'Él' la empuja…la lleva hacia la cama. Ella, que siempre tiene fuerza, la pierde, aprieta los dientes y le dice que va a gritar. 'Él' le responde que sabe que no lo hará. La viola”. En la interpretación del Fiscal pensará que se estaba haciendo la difícil, que no había méritos para el juicio porque había que ahorrarle otro escándalo al país y lo que pudo haber sido y lo que puede ser, solo quedará en el testimonio estremecedor de una mujer que fue violada por su jefe.
La justicia en otros países funciona caso la del médico Larry Nassar que es condenado a 175 años de prisión por abusar sexualmente de decenas de gimnastas en Estados Unidos y de otros más donde las violaciones y los acosos son castigados hasta con la castración química. Si la justicia no toma en serio las denuncias e investigaciones sobre violaciones y la mujer sigue siendo tomada como la carnada publicitaria del despertar sexual, la “defensa de un silencio” continuará sumándose; cuando lo ideal es denunciar ante una justicia que no debe discriminar y muchos menos seguir cayendo en las ambivalencias del sexo y los medios en la noticia mediática del momento.