En los últimos años, el coaching ha ganado popularidad como una práctica orientada a la mejora personal, profesional y de liderazgo. Sin embargo, existen múltiples cuestionamientos sobre su validez y efectividad, especialmente desde una perspectiva crítica de las ciencias sociales. Autores como Grant y Cavanagh (2007) han señalado que el coaching, en sus diversas modalidades, no cuenta con un fundamento científico sólido y que, en muchos casos, se basa en conceptos vagos y subjetivos. En este sentido, el coaching puede interpretarse como una pseudociencia, al no cumplir con los criterios de rigor, validación y replicabilidad que definen a las ciencias sociales (Bunge, 1984).
Uno de los problemas principales del coaching es la falta de estandarización en la formación de sus practicantes. No existe un ente regulador global que supervise los requisitos de educación o entrenamiento para quienes desean desempeñarse como coaches. Según Stelter (2014), muchos de estos profesionales provienen de trayectorias académicas variadas, lo que lleva a un nivel de inconsistencia en las habilidades y conocimientos de los coaches. Esto es preocupante, ya que sin una regulación clara y sin estándares formativos que garanticen competencia técnica, el coaching tiende a caer en la charlatanería, dependiendo en gran medida de las capacidades persuasivas del coach en lugar de un conocimiento sistemático (Stelter, 2014).
El coaching basa gran parte de su praxis en términos como "autodescubrimiento", "empoderamiento" y "potencial personal", los cuales no tienen una definición clara en la literatura científica (Freire & Nielsen, 2009). Estos conceptos, aunque atractivos desde un punto de vista intuitivo, carecen de una operativización válida para su medición y análisis. La vaguedad en los conceptos dificulta la posibilidad de desarrollar investigaciones empíricas rigurosas que respalden las afirmaciones de eficacia del coaching. En otras palabras, el coaching se sostiene en términos abstractos y subjetivos que, lejos de promover un conocimiento objetivo y verificable, se acercan más a una retórica inspiracional que a una intervención basada en evidencia (Spence, 2007).
Desde la psicología social y la sociología crítica, varios estudios han evidenciado que el coaching utiliza estrategias discursivas que apelan a la autoridad, la experiencia subjetiva y el testimonio anecdótico, en lugar de pruebas empíricas sólidas (Garvey, 2014). Estas estrategias suelen apoyarse en falacias como el argumento ad populum, que sugiere que algo es verdadero solo porque muchas personas lo creen o lo practican (Cederström & Spicer, 2015). Sin embargo, la popularidad de una creencia no necesariamente valida su efectividad o veracidad. De la misma forma, gran parte del coaching presenta pruebas de éxito basadas en testimonios personales, los cuales están sujetos a sesgos de confirmación y no son replicables ni falsificables, características fundamentales en el método científico (Popper, 1959).
Asimismo el coaching se inserta dentro de la industria de la autoayuda, la cual ha sido ampliamente criticada por promover soluciones simplistas a problemas complejos (Illouz, 2008). Desde una perspectiva crítica de las ciencias sociales, el coaching puede interpretarse como un reflejo de las tendencias neoliberales que promueven la autogestión y la individualización de los problemas sociales. Esto implica una transferencia de responsabilidad desde las instituciones hacia el individuo, fomentando la idea de que el éxito o el fracaso dependen únicamente del esfuerzo personal, sin considerar factores estructurales o contextuales que influyen en el bienestar y el desarrollo humano (Rose, 1999). En este sentido, el coaching funciona como un dispositivo ideológico que refuerza el individualismo, promoviendo una visión reduccionista de los problemas psicológicos y sociales.
Desde el punto de vista ético, la falta de regulación y la promoción de expectativas irreales pueden resultar en daños psicológicos y económicos para los clientes de coaching. El énfasis en el "pensamiento positivo" y el "logro personal" puede conducir a una autoexigencia desmedida, generando sentimientos de culpa e inadecuación en aquellos que no logran los resultados prometidos (Spence & Oades, 2011). De igual modo, muchos coaches no están capacitados para identificar problemas de salud mental, lo que puede derivar en una atención inadecuada o en la agravación de patologías preexistentes. Así, el coaching no solo representa una amenaza a la integridad científica de las prácticas terapéuticas, sino que también plantea un riesgo para el bienestar de los individuos.
Para terminar y desde mi juicio el coaching, en sus diferentes modalidades, presenta características propias de una pseudociencia al basarse en conceptos subjetivos, carecer de pruebas empíricas y depender de testimonios personales en lugar de evidencia científica. Desde una perspectiva crítica de las ciencias sociales, el coaching puede considerarse una práctica que perpetúa ideologías individualistas y reduce los problemas sociales a cuestiones de motivación personal. Sin una regulación adecuada y sin una base teórica sólida, el coaching se convierte en un riesgo para quienes buscan soluciones a sus problemas personales y profesionales. De acuerdo con las premisas de las ciencias sociales, el coaching debe ser objeto de un mayor escrutinio académico y legislativo para proteger a los individuos de prácticas que, aunque bien intencionadas, pueden resultar engañosas y perjudiciales.Sin olvidar, que el coaching,te hace sentir bien contigo mismo ,en virtud que el problema no eres tu y tus decir sino los demás.Es una estrategia comoda para mentes simples y simple lo comprendo desde Descartes.
Referencias
Bunge, M. (1984). What is pseudoscience?. The Skeptical Inquirer, 9, 36-46.
Cederström, C., & Spicer, A. (2015). The Wellness Syndrome. Polity.
Freire, T., & Nielsen, S. (2009). Emotions in positive psychology coaching: Insights from experimental psychology. Journal of Positive Psychology, 4(5), 328-338.
Garvey, B. (2014). Mentoring and Coaching in the Workplace. SAGE.
Grant, A. M., & Cavanagh, M. J. (2007). Evidence-based coaching: Flourishing or languishing? Australian Psychologist, 42(4), 239-254.
Illouz, E. (2008). Saving the Modern Soul: Therapy, Emotions, and the Culture of Self-Help. University of California Press.
Popper, K. R. (1959). The Logic of Scientific Discovery. Hutchinson.
Rose, N. (1999). Governing the Soul: The Shaping of the Private Self. Free Association Books.
Spence, G. B., & Oades, L. G. (2011). Coaching with self-determination theory in mind: Using theory to advance evidence-based coaching practice. International Journal of Evidence Based Coaching and Mentoring, 9(2), 37-55.
Stelter, R. (2014). Third Generation Coaching: Reconstructing Consciousness. Springer.
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