En septiembre del 2008 los pocos socios que le quedaban al club San Fernando de Cali recibieron la peor de las noticias. Bernardo Pinzón, el enigmático hombre que había comprado dos años atrás los 22.000 metros cuadrados de los que se componía el lugar, había sido asesinado en España. Pinzón lo había comprado para demolerlo y construir un centro comercial. Enterrada quedaría para siempre una joya arquitectónica construida en 1930 por el ingeniero alemán José Mochner y los arquitectos Edmon Cobo y Philip Mondineau.
Durante 77 años la sociedad caleña asistió a fastuosos bailes que tenían como protagonistas a orquestas tan representativas como la de Pacho Galán en los años cincuenta y al Grupo Niche en la época en la que los Hermanos Rodríguez Orejuela convertían a Cali en una deforme y miaminezca metrópoli.
Pero el club fue víctima de las malas administraciones. El presidente de la Junta Directiva del club, Jaime Caicedo Gómez, reunió de urgencia a los socios principales y les comentó la mala nueva: se debían 7.000 millones de pesos que había que pagar a la mayor premura, por eso, había puesto a la venta al club. El precio que se dio al principio fue de 21.000 millones, sin embargo el compromiso resultó siendo de 18.000 millones. Sin embargo tan sólo se recibió un cheque post fechado por 2.586 millones que nunca se pudo cobrar. Para acabar de completar Pinzón resultó siendo un testaferro de Chupeta.
Cuando empezó a estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad Javeriana de Cali Chupeta les contaba a sus compañeros como se haría multimillonario antes de cumplir los 30 años. Alcanzó a hacer seis semestres hasta que conoció a Miguel y Gilberto Rodriguez Orejuela. A Juan Carlos Ramírez Abadía su familia le puso el remoquete de Chupeta porque era el más pequeño, el más dulce de los cinco hermanos. Sin embargo era despiadado. Nunca le gustó discutir, si un socio no estaba de acuerdo con él lo mandaba a matar. A los Rodríguez Orejuela, quienes se hacían pasar por caballeros prestantes, no les iba esa manera de hacer negocios. Sin embargo, Chupeta era efectivo. De él fue la idea, en 1989, de contactar a un ex chofer de Miguel Ángel Félix Gallardo, el hombre que creó el Cartel de Sinaloa.
En el 2007 Chupeta cayó en Brasil y, desde entonces, el proyecto que se gestaba en el Club San Fernando se vino a pique. Entonces vino un larguísimo litigio. En el 2011, la Dirección Nacional de Estupefacientes designó a la Corporación Club San Fernando como dueña del inmueble. El 10 de noviembre del 2012 los socios invitaron a Dario Monsalve, Obispo de Cali, para oficiar la misa, y un buffet con pura comida valluna para celebrar, entre los 400 socios que le quedaban al club, la reapertura del San Fernando. Tenían ese momento incluso un presupuesto: 90.000 millones de pesos para recuperar el predio.
Pero la negociación se empantanó y los socios nunca pudieron recuperar el predio. Hoy todo terminó con la decisión de la Sociedad de Activos Especiales que ha decidido entregarle el terreno al municipio de Cali. La idea de Jorge Iván Ospina es hacer ahí dos corredores ambientales que le pertenezcan no a una élite sino a la ciudad. A los 22.000 metros la alcaldía le sumó la compra del predio La Morelia, contiguo a los terrenos del club, con esos 33.000 metros cuadrados terminará de construir el corredor vial además de un parque tecnológico. Todo eso se conectará con la sede de San Fernando de la Universidad del Valle, el Centro de Ciencia y el Cerro Cristo Rey.
Con esta obra se terminará por fin una película de 15 años en donde los únicos perjudicados fueron los 400 socios que aún le quedaban al Club San Fernando.