Cumplidos 30 años de la constitución, termina uno de los gobiernos más clientelistas y corruptos de los últimos años, y obtenido el triunfo de la izquierda después de más de 200 años de gobiernos de la derecha clientelista y el estado de cosas en este tema al parecer continuarán igual.
Las alianzas que se han venido tejiendo al rededor de la construcción de una coalición parlamentaria que le permitan al gobierno Petro pasar las leyes necesarias para darle cumplimiento a su plan de gobierno avizoran un panorama nada distinto de lo vivido en toda su historia política, es decir la aplicación de la lógica clientelista de los partidos políticos con representación en el congreso, en este caso los partidos tradicionales, (liberal y conservador y sus sectas) y los nuevos, alternativos de izquierda que garanticen la "gobernabilidad".
Es decir, un nuevo frente nacional, pero ya no bipartidista, sino multipartidista, para repartirse el aparato burocrático del estado, en sus niveles directivos , de libre nombramiento y remoción, y por supuesto los contratos de prestación de servicios y cuanta forma laboral, que deje margen a la discrecionalidad se les ocurra en las entidades públicas donde entraran a coadministrar en el nuevo gobierno.
Si bien es cierto que así ha funcionado la dinámica democrática de la "gobernabilidad", eufemismo que utilizan los expertos para ocultar el clientelismo y la corrupción, para garantizar la aprobación de las leyes que requiere el presidente electo para gobernar y hacer realidad la transformación en materia de tierras, tributos, medio ambiente, etc., se tienen que hace a un costo muy alto.
Uno de los factores que generan la corrupción es precisamente el clientelismo, lo acabamos de ver con el senador Mario Castaño, el mejor ejemplo de este cáncer y se continúa a pesar de ello con esas prácticas. Y, de otra parte, se excluye a las mayorías de la población que tienen los perfiles y que con grandes esfuerzos se han formado, de acceder al Estado sin una palanca política. Ya lo vimos con Claudia López en Bogotá.
La democratización del empleo público y la implementación de mecanismos meritocráticos para su vinculación parece asunto de países más decentes y verdaderamente democráticos. Mientras tanto seguiremos siendo un país subdesarrollado a pesar del triunfo de opciones más progresistas.
