A estas personas les digo que el clientelismo del empleo público se debe proscribir en un Estado moderno y con mayor razón en un gobierno que es de izquierda, y que debe tener por esencia garantizar la igualdad de oportunidades para acceder a un cargo de Estado.
La corrupción tiene como punto de partida el clientelismo, que adicionalmente genera violencia. Y su antídoto debe ser la democratización del empleo público y el diseño de mecanismos meritocráticos para el ingreso a cualquier categoría laboral con el estado.
Ya estamos cansados de la forma como nos gobernó la derecha y, los que votamos por el cambio, lo hicimos con la seguridad de que estas prácticas fueran proscritas.
No es argumento de peso el argumentar que el gobierno apenas empieza, todo lo contrario desde el inicio debe haber ejemplo. Y, en este sentido si bien los ministros obedecen a la natural confianza que debe tener todo presidente para gobernar con gente de su confianza, no así para los demás cargos del estado. Y eso sin decir que en los países desarrollados los altos cargos obedecen a dinámicas de verdaderas carreras del servicio civil.
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Las estructuras internas de la burocracia de cada entidad pública son la mermelada por repartir, y es ahí donde veremos cual va a ser el talante de este gobierno. Ya genera algo de desconfianza el reparto de algunos ministerios a los partidos políticos tradicionales.
De otra parte la paralaboralidad de los contratos de prestación de servicios, que no es otra cosa que la deslegitimación y la ineficiencia del estado, la explotación de millones de personas y las cajas menores de los gobernantes de turno, serán otra vara para medir el compromiso de este gobierno con las nuevas generaciones y buscar caminos de dignidad y meritocracia para la vinculación de estos y no su sometimiento a la clase política para obtener una oportunidad laboral.
La creación de cargos de carrera con estos millares de contratos sería la forma más democrática de cumplirles a las nuevas generaciones, que fueron las que marcharon en las calles por falta de oportunidades.
Con la seguridad que me brindan años de experiencia y estudio del tema del trabajo en el estado y con la esperanza de que se produzcan cambios sustanciales en este gobierno, seguiré vigilante estos cuatro años para al final del periodo escribir que este cáncer del estado fue abolido por fin y que la constitución política, bandera de Petro, fue respetada. Los sueños se hacen realidad cuando dejan de ser una utopía.