El clan de los que informan

El clan de los que informan

Hoy, cuando la nación arde en medio de una avalancha de información agresiva, ligera y mentirosa, es urgente hacer un pare para pensar en la labor del periodista

Por: María Celmira Toro Martínez
junio 16, 2022
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
El clan de los que informan

Deontología es la parte de la ética que trata de los deberes y principios que rigen y afectan cada actividad profesional y constituye la esencia sobre la cual, quienes la ejercen, deben mantener y honrar en todos los momentos.

Esta definición nos lleva a pensar en la corresponsabilidad que todos los seres humanos tenemos con lo que hacemos a través de nuestro trabajo, oficio o profesión pues de ello depende la transparencia, la verdad, la justicia, el respeto, el equilibrio de nuestro diario vivir.

Hoy, cuando nuestra nación arde en medio de una avalancha de información agresiva, insultante, mentirosa, acomodada a las circunstancias personales, a intereses económicos, políticos y sociales nos damos cuenta que además de una guerra de horror que hemos vivido por tantos años, cada vez nos estamos volviendo más violentos y parece que esta condición se ha hecho viral entre todos los ciudadanos.

Es cuestionante el papel de los medios de comunicación y de muchos de sus periodistas. Es una guerra informativa vergonzosa. En términos de Juan Gossaín, un periodista de ejemplo, “es una manipulación consentida y como tal cómplice”, de los medios manipulando las campañas políticas y las campañas manipulando los medios en aras de un interés partidista, económico, político que se lleva por delante hasta el honroso título y profesión de periodista.

Lo grave es no tanto lo que se publica sino el cómo se publica, es la sevicia de lo que se informa, el veneno que lleva por dentro, la mala intención al comunicarlo, la premeditada actitud de encender, de polarizar, de hacer una guerra mediática hasta llegar a las más desastrosas consecuencias ciudadanas que ni los unos ni los otros se detienen a considerar.

Se acabó la ética periodística en nuestro país, se dejaron envolver en colores partidistas, en clanes políticos y económicos de gran poder que al igual que los clanes de la droga, de la delincuencia común y subversiva se apropiaron de nuestra patria desde hace muchos años y ahí siguen escondidos en la sombra; protegidos por leyes hechas a su antojo, aplaudidos en las plazas públicas y en los recintos de la mal llamada democracia que tenemos, sin que este pueblo cegado por la información diabólica que recibe comprenda que, al final, es la víctima mas indefensa de toda esta guerra de miedo que nos circunda.

Lo que tenemos es un periodismo sin ética ni principios; ya no es la verdad el objeto principal de lo informado, no hay independencia porque están sujetos a los entes del poder que los contrata o a la filiación política que defienden, sin reparar en el daño que puedan generar.

Colombia necesita periodistas que obedezcan los principios éticos de su oficio, de su profesión, que no tengan que complacer a nadie con lo que informan, que digan la verdad por encima de todo así esa verdad no le guste a la opinión pública, a sus patronos, a los políticos de turno y en uso del poder; es verdad y punto y ella se defiende sola: no necesita defensores, ni componendas, ni triquiñuelas.

Se necesitan periodistas que su noticia no dependa de a quien va a afectar o a quien vaya a beneficiar; su misión es informar sin ocultar nada siempre sujeto a la verdad como fundamento esencial de su trabajo.

Se necesitan periodistas, no famosos, ni poderosos, ni dueños de los medios de comunicación: necesitamos periodistas dignos, conscientes de que su trabajo trasciende hasta lo más intimo de la gente que los escucha; que comprendan que el ser humano tiene un comportamiento social que es influenciable cuando se establece un poder de las “masas” que juntas expresan lo que en particular no podríamos hacer: es una fuerza que se desata cuando como ciudadanos vemos la realidad desde el espejo de los otros: las necesidades que nos acosan, las debilidades que nos esclavizan y que cuando son azuzadas por un medio masivo de comunicación nos convoca, nos lanza a aceptar aquello que individualmente no haríamos (cosas de la psicología social que no podemos desconocer).

Se necesitan medios de comunicación que sean imparciales e informen sin manipulación alguna, sin exaltar lo que beneficia a sus seguidores ni minimizar y ocultar lo que les haga daño y sin dar edición especial y tiempo preferencial a lo que acabe con el adversario: eso es guerra sucia que enloda el sagrado oficio de informar.

Así como vamos estamos entregando lo más sagrado de nuestra tierra movidos por una borrasca de información que nos esclaviza y silencia, que nos hace ver lo que no es, creer en lo increíble, seguir lo absurdo, negar nuestros principios ciudadanos, el amor y respeto por nuestro país y decidir sin responsabilidad alguna movidos por emociones, por odios, por esa indolente actitud de no importarnos nada el lugar donde nacimos y vivimos.

Lo que si es seguro es que: si no trascendemos y entendemos las consecuencias de nuestros actos seremos cómplices y víctimas del mañana que nos espera.

 

 

 

 

 

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