Las cifras de feminicidios en el mundo son aterradoras. En los casi todas las naciones de este universo gigante, desordenado y decadente, que gracias a la tecnología y a los avances en la educación y la medicina debería ser más generoso, más equitativo, más igualitario, vemos que las mujeres en muchos confines viven y son tratadas como hace siglos, es decir que no son valoradas ni respetadas como debería ser, ya que son dadoras de vida.
El avance del mundo no ha alcanzado para que la igualdad y el respeto sean la bandera de ninguna nación. A veces se cree que el maltrato a la mujer es potestad de los países fundamentalistas, de los africanos o de nosotros los pueblos latinoamericanos, pero desgraciadamente no es así. La violencia contra la mujer campea en todos los lugares. España, un país con más oportunidades que muchos de los nuestros, es un doloroso ejemplo.
Colombia, por supuesto, no se salva de estar en la lista. En el país todos los días tenemos noticias de mujeres que son vulneradas, atacadas y asesinadas sobre todo por sus parejas sentimentales.
Es terrible y preocupante que esto suceda, por eso sería bueno ahondar en las causas. Me atrevo a la ligera a pensar que se trata de vulnerabilidad económica, sin embargo, muchas mujeres que son maltratadas y hasta asesinadas han sido autosuficientes e incluso son el sostén de sus esposos. Muchas incluso han sido educadas y han contado con un importante bagaje intelectual. Entonces me aventuro con las tesis de que se trata de vulnerabilidad emocional, baja autoestima, dependencia sexual y falta de instinto de conservación. Todas son posibles, seguramente.
Pero también me cuestiono acerca del papel que están desempeñando las mujeres como madres. Todos sabemos que, en países como el nuestro, donde muchos padres son irresponsables, están ausentes porque abandonan a sus críos incluso antes de nacer y casi nunca se encargan de manera directa de ellos, quien carga con el peso de la formación de los vástagos son las madres. Ellas, en muchos casos, tienen de manera exclusiva la responsabilidad de la formación de sus niños, de sembrarles valores, de velar por su integridad emocional, de transmitirles una ideología y un sentido ético y moral, además de alimentarlos, sanarlos y preservarles la vida.
Por eso, habría que cuestionarnos acerca de qué clase de hijos estamos formando las mujeres. Porque no es posible que hombres agresivos, machistas, obsesivos, celosos, irresponsables, estén brotando de manera espontánea. Es posible que una mujer víctima no sea un buen ejemplo para la crianza de sus hijos, que esté incubando a un victimario, en el caso de un varón o de una víctima, cuando de una niña se trata. Quizás, y aventuro de nuevo, un niño que ve de modo permanente a una madre subyugada y débil le pierde el respeto y crece creyendo que ninguna mujer merece consideración.
No sé quién tendría que examinar qué está pasando en los hogares de Colombia con la formación de nuestros niños y niñas. Porque si bien la escuela tiene una responsabilidad, la principal recae en los progenitores, pues ellos tienen el deber de educar con el ejemplo, sobre todo en lo relacionado con la formación en valores, en humanidad, en afecto, en respeto. Porque los hombres violentos y abusivos, y las mujeres que toman malas decisiones, que no cuentan con autoestima, que tienen un carácter vulnerable, que se amarran a relaciones tóxicas, son hijos e hijas de una familia, de otras mujeres, de otros hombres. Así que sería oportuno examinar qué está pasando al interior de las familias, para que todos los días se esté incubando un huevo de serpiente en muchos hogares de nuestro país.