“Los miserables que acceden a los cargos, cuanto más indignos son al llegar a ellos, tanto más ociosos se hacen y más se llenan de insensatez y de engreimiento” (Demócrito).
El acto circense que desplegó el gobierno nacional con la llegada de las vacunas a Colombia, no deja más que pensar dos cosas. Una, que este gobierno está comprometido con la salud del pueblo colombiano, y está tan animado, que no cupo de la felicidad y salió a gritarlo a los cuatro vientos, la otra, es que está haciendo política con todo ese escenario mediático que hemos visto en los medios de comunicación.
Enterarse de que funcionarios del orden nacional brincaron en bandadas de ciudad en ciudad haciendo uso de recursos públicos para tomarse fotos, retrasando el inicio de la vacunación, que, entre otras cosas, pudo ocasionar que se incurriera en algún error que las hubiese dañado, operativos desmedidos de fuerza pública cuidándolas, anuncios del gobierno nacional dando parte de victoria con una ínfima cantidad de vacunas para ser aplicadas, no deja otra opción que interpretar que a este gobierno, le interesa más su imagen que la salud del pueblo colombiano.
Un gobernante se elige para ejercer su cargo y dar soluciones, sin embargo, en estos momentos pareciera que la imagen es lo primero y el ejercicio del cargo lo segundo; un líder que se amarra a la imagen, se convierte en reo de la apariencia y vasallo del que dirán.
Ser gobernante implica tener la visión del águila, para poder mirar en las alturas el horizonte al cual ha de llevar el pueblo que gobierna, y ojos de topo, para poder enclavar su mirada en las problemáticas colectivas que al ciudadano aquejan.
Pero tal requerimiento es hoy una quimera, en un país donde los líderes son convertidos en mesías, y la ignorancia, con pergaminos de verdad absoluta, insiste en imponerse a la despreciada razón.
Si creen que por el lado del gobierno nacional llovió a cántaros, por el de los mandatarios locales nunca escampó, justo el jueves observé en Twitter, una foto del alcalde de Medellín tomando de la mano a una mujer cuando le colocaban la vacuna, un espectáculo grotesco que proyectó una actitud oportunista en aras de mostrar sensibilidad con el personal de la salud, quienes han sido los verdaderos gladiadores en esta época de pandemia.
Lo único que me produjo toda esta parafernalia, vendida como si ya se hubiese resuelto un problema al cual le hace falta un largo trayecto, es asco y es repugnancia por una clase política que no es digna para que nos represente y mucho menos para que dirija los destinos de este país ya maltrecho.
Las necesidades de la población son para ser atendidas, no para ser usadas para engordar el ego de los gobernantes.