Quienes se encuentran en edad avanzada expresan reiteradamente que ya nada los sorprende en la vida. Pero Uribe y la derecha colombiana sorprenden hasta al más longevo de los humanos. Ahora gritan y truenan porque el alcalde de Medellín solicitó formalmente ante la embajada cubana el envío de una medición médica para operar las unidades de cuidado intensivo que se han instalado en la ciudad pero que no cuentan con personal capacitado para su manejo.
Sus argumentos son que el castrochavismo nos invadirá, que los cubanos no están debidamente entrenados, que los médicos son esclavos del gobierno cubano, y que se amenaza a la soberanía nacional y la libertad de los colombianos. En el coro uribista destacan las voces de mujeres como la vicepresidenta y las senadoras Paloma Valencia y María Fernanda Cabal.
Esos mismos defensores de la soberanía nacional hace poco aplaudían a rabiar el arribo de una brigada de militares estadounidenses, que llegaban al país cobijados con inmunidad diplomática, cualquier crimen que pudiesen cometer jamás podrá ser juzgado en Colombia, sea un asesinato o violaciones a niñas colombianas. El uribismo, que hace política con los derechos de los niños, aplaude la llegada de soldados extranjeros que ya han violado niñas colombianas, bajo total impunidad; pero rechaza a los médicos cubanos.
Quienes truenan contra los médicos cubanos desconocen que su apoyo solidario fue vital para superar la etapa más crítica de la pandemia en países con mayor desarrollo que Colombia, como Italia, donde hoy se honra y se agradece a esos médicos. Brasil en su momento, en un arranque de ira de Bolsonaro, expulsó a los médicos cubanos para después solicitar su regreso para luchar contra la pandemia. Hoy hay misiones médicas cubanas en 60 países en todo el mundo, y estas han aumentado durante la pandemia. Es tal su valía que muchas voces hoy los proponen al Nobel de la paz.
El rechazo a la solidaridad cubana es la forma en que la derecha, particularmente el uribismo, sacrifica la salud de los colombianos, incluyendo su vida, con tal de no dejar pasar la oportunidad de mostrarse serviles y lamebotas con Trump y sus amos norteamericanos, usando el fantasma del comunismo, como si la Guerra Fría no hubiese terminado hace décadas.
En realidad, el rechazo a la asistencia médica cubana tiene otras razones. Temen el abrazo solidario entre dos pueblos hermanos a quienes las élites políticas dominantes en los países latinoamericanos, serviles y obedientes a las políticas norteamericanas, se han empeñado en mantener separados e incomunicados. Los aterroriza la comunicación fraternal entre las dos comunidades médicas, que la comunidad médica colombiana conozca de un sistema de salud preventivo desligado del mercado y enfocado en el derecho a la salud.
Y les aterroriza la posibilidad de que la comunicación entre los dos pueblos les muestre a los colombianos que el fantasma del castrochavismo, con el que espantaron a millones de colombianos en las elecciones presidenciales pasadas, no tiene fundamento, que en cuba hay un gobierno y un pueblo que no están interesados en invadir Colombia, sino en practicar la hermandad latinoamericana predicada por Bolívar y por Martí.
Así pues, el rechazo del uribismo a la posibilidad de que a Medellín vengan médicos cubanos, expresa su cinismo, su servilismo ante la administración Trump, y su desprecio por la vida de los colombianos, los prefieren muertos, si eso ayuda a sus intereses y prejuicios políticos.
Ante la ausencia de personal médico colombiano suficiente y el rechazo a la posibilidad de la asistencia de los cubanos, ¿qué les ofrecen a los colombianos el uribismo y la derecha?, ¿los veterinarios del Ubérrimo?
Posdata. La apertura de procesos judiciales y administrativos contra Petro, por aportes de 350.000 pesos a su campaña, reitera la persecución abierta desde el Estado, el periodismo y algunos sectores políticos.
