En estos momentos, hemos visto por distintos medios de comunicación, sin olvidar las redes sociales, la huella que nuestro Cine Nacional está haciendo tanto en el extranjero como en nuestro país Locombia. Y me refiero a nuestro país como Locombia, puesto que aquí pasa de todo, como usted señor lector lo sabe o lo ha vivido: toda clase de realidades sociales, políticas, económicas y culturales que llegan, se instalan y ponen en vilo a todas las instituciones, tanto públicas, como privadas, y que seguramente lo han ofendido a usted, con tan escandalosas noticias, como a todos nuestros paisanos.
Pero no entraré en detalles, porque no es el sentido de este escrito, pero sí dejo en claro qué es Locombia y no lo llamo así por capricho, sino porque hay ya variados ejemplos de nuestra historia nacional que se han escrito con sangre, fuego, armas, y las más recientes realidades son y han tenido toda clase de nombres, desde ‘comunidades del anillo’, hasta refinerías ‘un tanto’ corruptas, que son actualmente las más recientes e investigadas, hasta que lleguen otras realidades y escándalos de nuestra agitada vida en ¿ Locombia ? ¿O acaso no lo es?
Pero bueno, ese es otro escrito. Sigamos con nuestro protagónico cine, un cine digno de una nominación al Óscar, pero que mejor aún, tiene al Cine de Locombia en boca de todos. Un cine que no nació ayer, sino que empezó desde 1897, una época del cine silente que pocos conocen, pero que se mantiene gracias a la labor de la Fundación Patrimonio Fílmico, dentro de sus archivos audiovisuales. Un cine que no permanece oculto, sino que ha estado dando la pelea por mantenerse, por hacerse, y sobre todo por exhibirse.
Al día de hoy, podemos ser optimistas frente al panorama de nuestro Cine Nacional, pero este necesita más de usted señor lector. Sí, de usted. Ojalá que también este artículo lo esté leyendo un exhibidor de las grandes cadenas de exhibición nacionales, para que cuando llegue una película colombiana a sus manos, tome la postura, y la determinación de promocionarla, de exhibirla en las salas de cine. Y no dejar las películas colombianas a unas cuantas pantallas.
Ahora, le hago la recomendación a usted, señor lector, para que vaya y mire nuestro cine, y por favor ya deje de decir que es un cine solamente de “narcos, putas, balas”. Vaya con su familia o amigos, y vea lo que nuestro cine está haciendo por contar otras miradas, puntos de vista, historias, contextos, situaciones, personajes, locaciones distintas; déjese envolver de nuestras realidades, de un país que, como lo dije anteriormente, tiene un sinfín de situaciones digno de Locombia, un país cinematográfico, donde podemos pasar de una comedia digna de éxtasis, hasta un drama que no deja ni al más tranquilo lanzar cuanto insulto se le ocurra, con las escandalosas situaciones de nuestro país, con nuestras realidades. Y eso que no me atrevo a hablar de acción, porque ¡Ay dios mío! de este género en el país sí hemos tenido suficiente.
Pues bien, señor lector, continuemos con nuestra identidad audiovisual, esa misma que casi nos hace ganar un premio, como es el Óscar. Algunos dirían, sobre todo los más avezados del tema, que ese premio no es el mejor indicador de calidad, pero algo sí es cierto y es la visibilidad de talla mundial. Permítanme, me paso ese saborcito que deja saber que nuestra identidad audiovisual está “volando”, tal vez no fue el Óscar, pero nuestras películas lo que han ganado son premios en circuitos cinematográficos, en festivales nacionales e internacionales y recalco la palabra internacional para los más arribistas que necesitan que les digan desde afuera que son buenos, para así creer en nosotros, en nuestra producción audiovisual.
Por esto le digo que nuestra identidad audiovisual debe seguirse apoyando y fomentando. Quiero recalcar que este momento se debe aprovechar al máximo para seguir fortaleciendo el sector cinematográfico: más recursos, más formación de públicos, más convocatorias públicas, más inversión de la empresa privada, más estabilidad laboral a quienes vivimos del audiovisual, más procesos de cine y video comunitarios, más cine inclusivo e incluyente, más festivales, más muestras regionales, locales, en fin, me puedo quedar aquí escribiendo más y más. Pero es que eso es lo que quiero que usted entienda.
¡Oh gloria inmarcesible!, ¡oh jubilo inmortal!, que Locombia entera no decaiga y siga más bien un júbilo popular en cuanto a nuestro cine y se dé cuenta y entienda de una vez que el audiovisual aporta al desarrollo de la nación, que es un instrumento fundamental para la apropiación de nuestras historias, culturas e identidades. ¿Se imagina usted la clase de historias con esta riqueza cultural que tenemos?, ¿Se imagina usted en un país del posconflicto, el cine como construcción de paz? Más aun, en un país tan multicultural, pluriétnico, y tan diverso, tal vez usted puede ser un tanto quisquilloso e incrédulo, pero créame que podemos seguir siendo nominados a los Óscar, o sencillamente ganarnos la estatuilla dorada con todas las historias que aún siguen y esperan por contarse.
Finalmente, me atrevo a decir que en tiempos de post-país, post-acuerdos, post-Locombia, o como usted se sienta más cómodo, eso sí, aclaro que debemos dejar atrás ese género de acción, que no nos ha dejado nada bueno en tanto tiempo y más bien ha representado un sinnúmero de personajes muertos e historias que no lograron llegar a un final feliz, es de subrayar, y le hago la cordial invitación, de reflexionar en torno al cine como instrumento para la construcción de una política de paz, para contribuir al aprendizaje, la reflexión, y el diálogo en torno a la cultura de la paz.