El cielo sí existe – o Heaven is for real en su título original- está dirigida por Randall Wallace, escritor de Braveheart, aquella otra cinta que en 1995 se alzaría con cinco premios Óscar incluido el de Mejor Película. Protagonizada por Gregg Kinnear –Nominado al Óscar como Mejor Actor de Reparto en 1997- en el papel de Todd Burpo y acompañado de la actriz británica Kelly Reilly, como su esposa Sonja se centra en lo que pasa cuando el hijo pequeño de la pareja, viaja al cielo tras una experiencia cercana a la muerte.
El ser humano en general siempre ha sido consciente de su propia finitud, por eso el misterio de lo que hay después de la muerte ha sido uno de los enigmas que más han intrigado a la humanidad. Esta película tuvo una gran oportunidad para haber explotado el planteamiento anterior y lograr un filme mucho más cargado dramáticamente.
En lo personal, me hubiese gustado encontrarme con un filme de mayor emocionalidad. Me considero un espectador activo que le gusta ser confrontado con sus propios demonios frente a la pantalla y salir del teatro en un estado muy diferente al que entré. Debo decir que en este caso, el tema daba para hacerlo –¡Y de qué manera!-.
Su título raya en lo literal. No esperé encontrar mayores conexiones, aparte de lo obvio, en su trama, porque no las hay. Teniendo en cuenta lo anterior, desde el sólo título ya se cuenta toda la película, lo que pasa es que el espectador desde su travieso inconsciente siempre está esperando ser sorprendido.
Desde un punto de vista más técnico, la película carece de fuerza emocional. Es decir, no hay mayores puntos de tensión en toda su trama. Lo cual es apenas lógico pues al estar construida sobre un argumento tan poco complejo como lo es la visita de Colton al cielo, necesita buscar mecanismos para extenderse, por lo cual recurre a subtramas y demás situaciones cuyo aporte es únicamente relleno para llegar a los 99 minutos.
Sin embargo, esto no significa que se sienta aburrida, pues esa falta de puntos de tensión se compensa con una cotidianidad realista muy propia de la vida norteamericana campestre. Su estética es impecable y con toda seguridad usted añorará pasar una temporada en alguna casa de campo en Nebraska, luego de haber visto este filme.
Ahora bien, si hay algo por destacar es sin duda la inteligencia inocente propia de la infancia que perdemos a medida que crecemos. Connor Corum en el papel de Colton, nos recuerda por qué en esa etapa de la vida todo es más simple y las cosas se ven de otra manera mucho más sencilla, pues los adultos tendemos a hacer complejo, lo que es simple. Añoré volver a ser niño.
¿Quién y cuándo ver esta película? Ideal para desconectarse de la rutina una noche entre semana, preferiblemente al salir de la oficina. Aguanta para verla solo o en pareja, más no para un grupo de amigos. Quienes deseen ser conmovidos sin mayores ambiciones, la amarán. Su blanca y limpia trama la hace ideal para compartir en familia con los más pequeños, pese a que los rellenos que anteriormente menciono la hagan un tanto compleja para ellos.