Todos los días Colombia amanece con una noticia más dolorosa que la de la noche anterior. El 4M fue el turno de Bogotá, una turba por poco quema vivos a los policías en el CAI de la Aurora. La noche anterior el horror se vivió en el barrio Siloé de Cali, donde la peor parte la llevaron los manifestantes y habitantes del barrio que fueron masacrados a diestra y siniestra (oficialmente fueron 5 muertos, pero se dice que son muchos más). Y la bola de nieve sigue creciendo, la policía seguramente cobrará venganza esta noche y así sucesivamente hasta que entremos en una guerra civil.
Es un comportamiento normal del ser humano reaccionar con indignación y rabia ante la injusticia cometida contra sus semejantes. Y llamo semejantes al grupo de personas con las que nos identificamos. Es decir, si somos de ideas de derecha, nos duele y sentimos empatía ante la desgracia de las personas o instituciones que defiende la derecha, como son la policía, los empresarios, los comerciantes. Lo mismo sucede en el campo religioso o deportivo. Por ejemplo, los hinchas del Nacional se enfurecen si golean a su equipo, pero sienten alegría si Millonarios es goleado por otro equipo.
Es normal en la gente del común. Pero es inadmisible en un gobernante que quiera manejar un país en paz. El presidente Duque gobierna bajo las órdenes de Uribe, quien se preocupa y siente empatía por los ciudadanos de ideas del espectro de la derecha. Pero en la entrevista que dio Uribe a la CNN se nota a leguas que el dolor de la contraparte no existe en su cerebro. Uno esperaría que los años llenen de sabiduría y tranquilidad a un anciano que lo ha vivido todo en su vida. Pero no, el líder más poderoso de Colombia sigue reaccionando energúmenamente como un adolescente barra brava lleno de testosterona.
Esa forma de gobernar le funcionó perfectamente cuando fue presidente, puesto que los que mamertos en aquella época éramos una minoría ínfima, entonces lo hacía para la mayoría de derecha en Colombia y la mayoría estaba contenta con él. Hoy la composición política de Colombia ha cambiado. El candidato de izquierda puntea en las encuestas y una buena porción de los colombianos estamos inconformes con el gobierno de derecha. Estigmatizándonos y llamándonos guerrilleros, mamertos, vándalos, violentos o malandros no vamos a desaparecer.
Pero lo mismo le sucedería a Petro si desconoce que en Colombia los comerciantes, los militares, la policía, los ganaderos, banqueros y empresarios existen. Si desconoce sus preocupaciones y se ocupa únicamente de su propio bando, el conflicto continuará y nunca tendremos paz.
Únicamente un liderazgo sabio y ecuánime puede detener esta bola de nieve que de otra forma terminará destruyendo a Colombia como en años anteriores una situación similar destruyó a Venezuela.