'El Cholo’ estaba en casa de un amigo en Pore, Casanare, cuando su productor musical lo llamó a darle la noticia de que estaba nominado al Grammy. Lo primero que dijo fue: 'No sea pajudo, hombre', y colgó. Lo volvió a llamar y le dijo que debía viajar a Houston para estar presente en el encuentro. Ya creía haber tenido una alegría suficiente por la nominación, pero cuando dijeron su nombre para entregarle el premio pensó en su pueblo: 'En el olvidado, donde nos catalogan de vaqueros borrachos por los estereotipos de las telenovelas', y se sintió pleno.
Una anécdota que recuerda Orlando Valderrama de sus inicios como vaquero lo llevan a sus 14 años cuando le demostró a su papá que podía montar sobre un caballo brioso y sin silla. Manuel, su padre, sintió que su hijo ya era todo un hombre y celebró la ocasión prendiéndole un cigarrillo para que él se lo fumara. Fue en El Copey, Casanare, donde ‘el Cholo’ Valderrama heredó el talante de ganadero y aprendió a cantarle a los atardeceres llaneros.
El ‘Cholo’ nació y estudió en Sogamoso, Boyacá, y fue en la tierra de las ruanas que cogió su gusto por las coplas y recibió el sobrenombre que hoy lo hace inconfundible, cuando en una clase le preguntó a la profesora cómo llamaban a los peruanos y ella le respondió: ‘Cholos, así como tú, morenos, bajitos y trabajadores’. Cuando se acababan las clases siempre pasaba sus vacaciones en El Copey, a donde llegaba tocando el cuatro, con una habilidad que no se aprende, como reconoce el ‘Cholo’, sino que se consigue hacer sonar viendo a un llanero tocarla. Gracias a sus incansables horas de practicar el instrumento, que a ratos sonaba desentonado, consiguió cantar en varios batallones del ejército a donde lo invitaban, cuando ya se hizo mayor, y le llegó la hora de prestar su servicio militar.
Quien llegó a ser el mayor conocedor de la cultura llanera, el fallecido Álvaro Coronell Mancipe, padre del periodista Daniel Coronell, no solo fue amigo íntimo del ‘Cholo’, sino una biblioteca completa sobre la Orinoquia. En El llano adentro, Coronell se refiere al ‘Cholo’ “como un amigo en la alegría y el compadre en el dolor”. Entre esos momentos dulces, el ‘Cholo’ tiene por agradecerle a Coronell el haberle presentado a Carmen Elisa Flórez, una científica llanera, de las mujeres con más títulos que pudo ver el Meta, y a quien el ‘Cholo’ logró convertir en su esposa.
Cuando el destino parecía separarlos, pues ella consiguió una beca para estudiar en la Universidad de Princeton, en New Jersey, el ‘Cholo’ emprendió una búsqueda por un empleo en Estados Unidos, algo que lo llevara a ese lugar, y consiguió en la misma ciudad entrar en el Westmeinster Choir College para estudiar técnica vocal. Su talento innato sorprendió a sus maestros, por su habilidad para manejar la respiración sin haberlo estudiado.
En 1993 su imponente talento natural lo hizo merecedor de El Florentino de Oro, un premio que solo reciben los venezolanos, pero que otorgaron al ‘Cholo’ en honoris causa por su trayectoria musical. No se podría esperar menos de coplas que han llegado a escucharse en el este y oeste de Europa, en China, Japón y América.
Aunque le gusta perderse en las 700 hectáreas que tiene su hacienda en el corazón del Casanare, al ‘Cholo’ todavía le mueve cantarle a Colombia. En 2014, en Villavicencio, Carlos Vives llegó a un concierto del cantante llanero, le agradeció por haberle compartido su público, y juntos entonaron La tierra del olvido, canción que ahora se ha convertido en un himno que no dejará morir al ‘Cholo’ quien aparece, como hace más de 40 años, entregado a los caballos y al joropo.