El chiste del centro (I)
Opinión

El chiste del centro (I)

Es un error de carácter absoluto despreciar el basto camino anclado entre dos extremos

Por:
abril 25, 2021
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No se trata de una verdad demoledora pero sin duda es una verdad importante. Hace un tiempo leí que la gran mayoría de los seres humanos muere en lugares muy cercanos al lugar de su nacimiento. Si lo recuerdo bien, eran tan solo 30 kilómetros la distancia que, en promedio, separaba geográficamente la cuna y la tumba. Y aunque en principio cuestioné la información, me bastó pensar en mi familia -e incluso en mi propia vida- para confirmar que dicha conclusión parecía no equivocarse; lo sorprendente es que la misma pueda ser provechosa a la hora de contrastar nuestra naturaleza frente a las opiniones políticas y las decisiones electorales.

Tal vez, esos kilómetros comprueban el contundente efecto que ha tenido en las mentes de la especie humana la decisión del sedentarismo. Quizás con el paso del tiempo y el despuntar de las sociedades, nos hemos vuelto más conservadores de lo que creemos y queremos ser. Sin duda, nuestra cotidianidad está plagada de moderación, prudencia y discreción. Es muy desgastante -y de paso inútil- incendiar la vida cada ocho días. La experiencia nos ha enseñado a valorar la virtud de la seguridad y la certeza y a despreciar -casi en todos los casos- los cambios abruptos y radicales. Es preferible la forma en que un río cambia de curso al estallido provocador de un volcán. Esta realidad no se trata de una cuestión ideológica o de cierta domesticación, más bien, responde a un concepto más profundo y milenario, la supervivencia. Seguramente, por eso tememos a la oscuridad, a la incertidumbre y a lo desconocido: por miedo a perecer, a arriesgar a nuestras vidas o a salir gravemente lastimados. Seguimos -y seguiremos siendo- animales tratando de sobrevivir. No más, no menos.

Siendo más joven, defendí, con más anhelos que argumentos, un par de revoluciones políticas y sociales del siglo XX. No obstante, me bastaron un par de visitas, conversaciones y lecturas para comprobar que se trataron de simples ficciones manipuladas; en las que un poder arbitrario es depuesto para ser reemplazado por otro poder arbitrario (muchas veces más temerario y sanguinario). Y aunque, no pienso traicionar al joven que fui, dichas percepciones pasadas respondían más a una estrategia íntima de descubrimiento personal -el esquivo  y rebelde quién soy- que a una convicción genuina de la necesidad de un relevo estrepitoso y atropellado del mundo. Aprendí que sentir no es lo mismo que saber y que un revolucionario -con contadas excepciones- no es más que un tirano en vísperas.

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Observo con preocupación una tendencia popular e irreflexiva que desacredita y anula políticamente las opciones consideradas de “centro

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Por todo esto, observo con preocupación una tendencia popular e irreflexiva que desacredita y anula políticamente las opciones consideradas de “centro”. Abundan los memes y comentarios en redes sociales que han convertido a dicha alternativa en un chiste. Muchos, sin pensarlo lo suficiente, le atribuyen las enfermedades de la frivolidad, la indiferencia y la ingenuidad. Para otros, el centro es tan solo un disfraz mediocre de ideologías extremas y radicales soterradas. Y aunque un par de ejemplos tristes confirmarían estas percepciones, es un error de carácter absoluto despreciar el basto camino anclado entre dos costados con ínfulas de extremos y -de nuevo- sucumbir ante el engaño de los radicales.

Es probable que la moderación, la prudencia y la discreción (las formas naturales del centro) sean fundamentales en la construcción de un nuevo país, en la implantación de una forma nueva de hacer política y en la transformación urgente que requerimos como sociedad. El cambio que anhelamos -y necesitamos- tomará tiempo, observación y cálculo; nada trascendental sucederá de la noche a la mañana y muchos menos mientras sigamos cayendo en la trampa de vernos obligados a escoger entre el incendio de unos y el cinismo de otros. La alucinación de no tener opciones, esa mentira vívida que seguimos repitiendo y repitiendo. La brújula rota de nuestros días. El veneno hecho promesa.

@CamiloFidel

 

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