El chisme: más allá de un simple rumor

El chisme: más allá de un simple rumor

¿Es una forma de violencia?

Por: David Cabarcas Salas
marzo 21, 2015
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El chisme: más allá de un simple rumor

Aunque no lo creamos, el chisme tiene algunos atributos de los géneros literarios, su primera característica corresponde a que es una narración de carácter oral. La mordaz habladuría posee elementos de cualquier elevada composición estética, tiene por ejemplo, verosimilitud (es decir, parece verdadero pero no lo es), plurisignificación, creatividad, cierto toque de suspenso y emotividad del quien lo cuenta y quién lo escucha. La comparación no es del todo traída de los cabellos, Truman Capote afirmó que “toda literatura es chisme”. Viéndolo bien hay una correlación recíproca.

Y lo mejor, cada autor (o chismoso) le imprime su re-elaboración y re-interpretación. Esto hace que la versión inicial nunca sea igual a la final. Su “re-edición” es constante y cada “contador” de chismes, como buen narrador, incluye singularidades a su historia, elementos de toda índole; bien sea porque fue testigo, en algunos casos protagonista (principalmente cuando se trata de una proeza amorosa) o simplemente como un demiurgo se inventa la historia.

Lo anterior nos sitúa en la re-elaboración del relato del chisme, o sea, lo que comenzó con el cuento de un tímido beso entre una pareja furtiva que alguien por accidente vio, termina transformado en un total acto de exhibicionismo fogoso por parte de los inocentes amantes. En la elaboración de todo texto literario el inicio es un aspecto vital para atrapar al lector. No cabe duda que cada chismoso conserva su ingenio, sus formas de contar y ganar la atención del interlocutor al iniciar su chisme, nada más miremos un exordio común: “Cuentan las malas lenguas y la mía que no es pendeja...”, ese tono algo humorístico “engancha” al oyente y no lo deja desconectarse de su narrador.

El chisme es exitoso por su novedad, por decir algo distinto, por eso el sentido de su constante re-elaboración, ya lo decía Oscar Wilde, un chismoso empedernido: “Me encantan los escándalos de las otras personas, pero las habladurías que me conciernen no me interesan. Carecen del encanto de la novedad”. Es de alabar la capacidad de propagación del chisme, envidiada por cualquier estrategia de marketing publicitario. Lo cierto es que el chisme es además uno de los medios de comunicación más eficaces y al parecer todas estas características son explotadas y muy bien empleadas por distintos medios para hacer de la información una mercancía. Lo que nos lleva a pensar que es mejor crear noticias basadas en rumores sólo para vender que propiamente para crear una visión objetiva de alguien o algo.

Esto nos indica que el chisme debería quedarse en lo popular, en los pasillos, en las cafeterías, en los cuchicheos de espacios no trascendentes, pero cuando el chisme es el sustento de los medios es importante preguntarse: ¿Cuándo empieza a ser una calumnia o injuria? ¿De qué manera el chisme es una forma de acoso o matoneo? Y ¿Es una forma de violencia? Los abuelos suelen decir que el chisme es el teléfono del diablo, tal vez no se equivocan, a pesar de que tanto lo hemos elevado en estas letras, vemos un problema y es que nuestros medios impulsan el chisme como máximas incuestionables.

El fin de semana, los canales locales invierten casi dos horas en cotorrear y hacer que nuestra sociedad sea más carente y vacía. Dicen que quien no chismosea no es gente, pero una nación que pretende ser la más educada del continente en el 2025 será que lo logrará con programas especializados en chismes. Es momento que empecemos a revisar desde distintos campos, entre ellos la sociología, las incidencias del chisme impulsada desde los medios. Nada más hay que mirar cómo todo se expande en las redes sociales. Más cuando muchos aspectos se promocionan mediante patrañas y continuamente se destruye la dignidad y la imagen de las personas sin importar su integridad o su calidad de ser.

El panorama es menos alentador cuando nos remitimos al plano político y constatamos que las últimas campañas o debates electorales no se fundamentan en discursos elocuentes sustentados por propuestas serias, sino por sacar los “trapitos sucios” al candidato oponente. O contratar personal conocedor en la llamada “publicidad negra”. En alianza o complicidad con los medios. El chisme es más que un rumor, tiene elementos interesantes que pueden estudiarse en cuanto a su influencia , efectos y consecuencias, pero no deja de ser un cuchillo de doble filo que puede influir y perjudicar notoriamente una sociedad huérfana de valores como la nuestra. Al final, el dulce del chisme termina siendo amargo.

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