Fue un chasco, un revés enorme, lo que ocurrió con la ayuda humanitaria. El paganini, por supuesto, el pueblo venezolano. El ganador del round, Maduro.
El suministro de la ayuda, que debía realizarse el sábado pasado, no ocurrió. Por un lado, el gobierno de Maduro bloqueó el ingreso de camiones que contenían alimentos y materiales que el pueblo venezolano requiere con urgencia. Un sabotaje cruel, resaltado con imágenes de Maduro bailando salsa, en simultánea con la represión en las fronteras.
Sin embargo, por otro, independiente de la buena voluntad de muchos en la cadena humanitaria, incluyendo músicos y audiencia del concierto del viernes, la gestión para el acopio y la entrega de la ayuda no fue exitosa porque sus promotores no contaron con agentes del tipo de la Cruz Roja internacional u organismos de las Naciones Unidas o de carácter ciudadano que hubieran garantizado neutralidad al receptor, y porque creyeron que el colapso del chavismo estaba cantado.
Muchos confundieron la jornada de entrega de la ayuda con la expectativa de un derrumbe del régimen de Maduro. Aunque están entrelazadas las causas del desastre humanitario y la del modelo chavista, dos cosas no ocurrieron el fin de semana: ni deserciones masivas de mandos y tropas de la fuerza pública, de un lado, ni contundentes y organizadas manifestaciones de parte de la oposición en las principales ciudades venezolanas. Dos hechos con los que parecían contar algunos eufóricos dirigentes y que muestran que la transición es mucho mas compleja de lo que se creía.
Piñera, Duque, Guaidó, si el asunto era el de llevar ayuda humanitaria,
al igual que Maduro,
lo que hicieron fue cerrar puentes
De ahí que la platica del viaje del senador republicano Marco Rubio a Cúcuta, de los de los presidentes Piñera y Duque, de Guaidó, se perdió. Y algunos de los citados, si el asunto era el de llevar ayuda humanitaria, al igual que Maduro, lo que hicieron fue cerrar puentes. Por su lenguaje, supuestamente diplomático, más orientado al alborozo de algunas tribunas que al alivio del dolor de nuestros vecinos. Retórica asociada a una profunda ineficiencia alrededor de lo que, se suponía, era el fin central: entregar ayuda humanitaria.
Sobra decirlo, en Venezuela hay un régimen que no garantiza el disfrute de los derechos fundamentales y que no respeta las libertades ciudadanas. Hay, además, una crisis humanitaria que se refleja en el éxodo masivo de venezolanos, el deterioro en el acceso a los servicios de salud y a productos básicos de la canasta familiar, la dramática pérdida del poder adquisitivo asociada a una inflación sin precedentes en el mundo contemporáneo. Maduro debe irse.
En cuanto a la ayuda humanitaria, solo podrán entrar suministros y distribuirse de la mejor manera si se cuenta con la autorización de quienes, por ahora, mandan en Venezuela. En otras palabras, solo sí los agentes de la logística son organizaciones internacionales, multilaterales o privadas, que garanticen neutralidad.
Respecto a la permanencia de Maduro en el poder, hay tres estrategias políticas para sustituirlo. Sin embargo, su régimen, aunque ha perdido la legitimidad, conserva la fuerza mínima requerida para mantenerse. Ahí están los militares, firmes a su lado. Las deserciones son, por ahora, marginales.
La primera estrategia, la que considera que lo del sábado es la señal definitiva de que las vías pacíficas se agotaron y que procede, ahora sí, desarrollar otras opciones. Es decir, la de la vía militar, la de Colombia como plataforma de incursión armada en Venezuela. Es la estrategia de la que hablan los halcones en Estados Unidos y que, por acá, apoyan no pocos y que creen que el cuento es como soplar botellas. Una simple intervención militar, de corte quirúrgico, bastará para poner la casa venezolana en orden. Es probable que sea la preferida del acorralado chavismo. Un país de 920.000 km cuadrados, con colectivos armados… ¿De verdad , los que creen en esta salida consideran que es un cuento de unos pocos días, sin consecuencias mayores para Colombia?
La segunda, la de una transición pacífica, que plantea elecciones democráticas, con todos los actores, negociaciones con los militares y la cúpula, bajo la supervisión de órganos multilaterales. Es la opción que pretende que no haya derramamiento de sangre en la transición y en el proceso de reconstrucción. Tiene partidarios aquí y allá. Guaidó ha dicho representar esta tendencia, aunque sus declaraciones después del chasco del sábado lo descapitalizan y lo ubican, al parecer, en la de las “otras opciones”.
La tercera, también con adeptos de los dos lados de la frontera, es la de preservar el régimen de Maduro a como dé lugar. La oposición, sin distingo, es clasificada como enemiga, instrumento de Trump y el imperialismo. Es ciega al desastre provocado por el modelo chavista. Allá como acá, y de forma simétrica a la primera estrategia mencionada, implica la violencia.
La mas viable, la única que respeta vidas humanas, es la segunda. No puede alentarse ninguna intervención armada, estrategia irresponsable.