Es inevitable sentir dolor ante el panorama futuro de Colombia: quienes estudian los megaproyectos nos anuncian que casi el 90 % del país está concesionado, o en proceso de serlo, para hidroeléctricas o para minería. O sea: la mitad del país inundado y la otra mitad desértico.
¿Recuerdan la mortandad de chigüiros, vacas y venados por la sequía en el Casanare? ¿Alguien recuerda la mortandad de niños y niñas Wayuu por la sequía en la Guajira?Así veremos en unas cuantas décadas a los llanos orientales, la Orinoquía, la Amazonía y gran parte de la región Andina. Las locomotoras del “desarrollo” y el “progreso” vienen por todo.
¿Colombia lo necesita? Depende. Para el pueblo, la cantidad de energía es suficiente, con el aprovechamiento del aire, el sol y otras fuentes renovables tenemos de sobra. Como decía Gandhi: "Hay suficiente en el mundo para cubrir las necesidades de todos los seres humanos, pero no para satisfacer la codicia de unos cuantos".
Lo que hemos visto hasta ahora es suficiente para predecir lo que vendrá: Salvajina, Ituango, el Quimbo, Casanare, La Guajira… ejemplos de cómo los enormes intereses capitalistas vienen aplastando ecosistemas enteros y a las comunidades que coexistieron durante siglos en sus territorios, que cuidaron la vida, construyeron familias, sueños, tejieron vecindades, rituales para celebrar la vida, para enterrar a sus muertos, para amarse y desamarse. Las locomotoras no entienden de símbolos y amores. Solo calculan lucro.
Las grandes empresas, que primero han hecho lobby ante los ministerios y el Congreso de la República para conseguir la aprobación de licencias, llegan con “todo incluido”: lechonas y aguardiente, abogados y trabajadores sociales, incluso el ejército y la policía cuida sus intereses, aunque por si las moscas, también tienen matones de empresas de seguridad privada. Dividen a las comunidades, intimidan, cooptan y arrinconan a las organizaciones y sus liderazgos, prometen compensaciones, tientan la ambición de otros, en fin: combinan todas las formas de lucha.
Y llegada al punto de la combinación de las formas de lucha, no son pocas las personas de movimientos ambientalistas que temen que con los Acuerdos de Paz y ya sin la presencia armada de las guerrillas, se intensifique la entrega de nuestro territorio a los proyectos de minería y venta de energía. Aducen que las guerrillas son un freno a estos inversionistas depredadores. Y que gran parte del afán con que el gobierno intenta sacar estos acuerdos se debe a la presión de las multinacionales.
Creo que aunque la premisa anterior sea cierta, no podríamos caer en la falsa conclusión de pensar que el territorio para la vida solo se puede defender manteniendo un conflicto armado que nos ha llenado de tanto dolor y desesperanza.
¿Y ahora quién podrá defendernos?
En vez de pensar que las tristes, soberbias y desfasadas guerrillas actuales nos defienden, me imagino al Chapulín Colorado: Un antihéroe que se enfrenta a cualquier reto desde el humor, la contradicción, la debilidad, “su escudo es un corazón”, su arma no hace daño sino que chilla, y su superpoder consiste en volverse pequeñito. El Chapulín resuelve todos los casos, porque al no resolver nada, obliga a que sean las mismas víctimas quienes recuerden lo que saben, lo que pueden hacer.
Creo que es la única salida: si queremos que nuestro amado territorio, paraíso de la biodiversidad, no sea un desierto donde deambulemos matándonos por agua como en Mad Max, no da espera: nos toca recurrir a la chiquitolina. Recordar la pequeñez de la codicia, comparada con el enorme valor de la vida que albergan nuestros ríos, nuestros páramos, nuestros árboles y nuestras comunidades. Nos toca juntar fragilidades, no en busca de igualar el poder de las transnacionales y su poder corruptor y saqueador, sino para recordar el enorme poder de los sinpoder.
Nos corresponde accionar nuestro chipote chillón: escribir, cantar, llorar juntos y juntas. Caminando, bailando, en plantones, cacerolazos, sentadas, acampadas.
Nos corresponde seguir hablando hasta quedarnos sin voz
https://www.youtube.com/watch?v=N-Pwv2Vch8o.
No es tan difícil ponerse del lado de la vida, como dice Carlos Eduardo Martínez.
Y cuando nos parezca muy difícil, recordaremos a Gandhi: "Primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan, entonces ganas."