Fueron seis horas infernales, seis horas en donde el ejército mexicano dejó en entre dicho su capacidad de sorpresa. Todos sabían en Cualiacán que ese jueves 18 de octubre irían por Ovidio Guzmán López, uno de los tres hijos que el Chapo tuvo con Griselda López, su primera esposa, la mujer que más lo amó y que ayudó a escapar dos veces al narcotraficante más buscado del mundo.
Cada terraza de Culiacán tiene halcones, así se conoce en México a los civiles que trabajan a sueldo para dar información al Cartel de Sinaloa. Ellos vieron como, a las cinco de la mañana del 18 de octubre una comitiva de diez carros salía del cuartel general del ejército. Cuando llegaron ya siete hombres de Ovidio Guzmán, mejor conocido como el Ratón, estaban apostados en sus garitas para defenderse. Desde mayo del 2012 Guzmán López es una de las obsesiones del gobierno norteamericano. Está acusado de invadir Estados Unidos con cocaína y metanfetamina. Después de la detención de su padre en el 2015 pasó a liderar, junto a otros cuatros hermanos, la organización mejor conocida como los Chapitos. Estaba preparado para una embestida de la magnitud que vivió Culiacán el jueves y que dejó 8 muertos, 16 heridos y después, durante el rescate a Ovidio, 46 reos fugados.
Lo que más temían los hombres del Chapito era que el ejército usara su flotilla de Blackhawk, para eso tenía a hombres apostados en lo más alto de dos edificios equipados cada uno con potentes bazucas. Pero no hubo necesidad de usarla, entre tantos errores que cometieron las Fuerzas Especiales en ese operativo estuvo el miedo de usar su fuerza aérea. Según analistas no se conocía la capacidad de blindaje que podían tener estos helicópteros y que lo hacen invencibles.
El tiroteo llevaba seis horas cuando los hombres de Ovidio dejaron de disparar. El narco se entregó y el ejército lo llevó a las oficinas de la Fiscalía de Culiacán. Era solo parte del plan. Mientras que esto pasaba los hombres del Cartel de Sinaloa establecían dos perímetros de seguridad en la vía que establecía la entrada y salida de vehículos de Culiacán. La ciudad estaba tomada y controlada. Además las principales vías fueron bloqueadas con vehículos en llamas. Para acabar de completar el cerco se tomaron el aeropuerto. Era otro día en el que nada se movía en la ciudad sin que lo supiera Ovidio Guzmán. El error de las fuerzas especiales había sido tan mayúsculo que ni siquiera bloquearon las comunicaciones del Cartel de Sinaloa. Siempre tuvieron el control de todo. Cuando llegaron cincuenta hombres a la Fiscalía solo tuvieron que mostrar los dientes para que liberaran al hijo del Chapo y a 46 de los reos que estaban en la cárcel de la Fiscalía de Culiacán,.
El pulso entre el hijo del Chapo y el gobierno de López Obrador se lo siguió ganando en las declaraciones. Una vez fue liberado los Secretarios de Defensa y Seguridad mexicano se contradecían, unos decían que había sido liberado después de una cruda balacera, el otro afirmaba que todo correspondía a la necesidad del gobierno AMLO de responder balazos con abrazos. El abogado del Chapo Guzmán, José Luis Guzmán Meza, aprovechó la confusión para dar lo que terminaría siendo la versión oficial: que el capo había sido liberado por razones humanitarias, una muestra más de la buena voluntad de AMLO.
Ahora el hijo del Chapo Guzmán ha golpeado la mesa y ha mostrado quién manda en México.
