Colgados del techo y pegados a las paredes hay 182 cabezas de muñecos de terror. Algunas son de látex, otras de yeso y unas de plástico. Hay diablos, calaveras, payasos diabólicos, máscaras ensangrentadas con diferentes gestos que parece que estuvieran viendo todos los movimientos. Hay también tres ataúdes colgados en las paredes. La escenografía del local y la ausencia de luz buscan generar lo que logran: intimidación y miedo. El brujo Ramiro López, quien se ha hecho conocer como el chamán llanero, quien dice ser hijo del mismísimo demonio, es el dueño del lugar.
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En la segunda habitación del local tiene 212 cabezas reducidas, una veintena de otras máscaras de terror y otros dos ataúdes. Allí, en medio de un ambiente rojizo que lo da la iluminación, tiene un cómodo sillón gigante, desde donde se acomoda para hacer sus rezos y conjuros.
El chamán llanero dice que, en nombre de Lucifer, como llaman al diablo, puede hacer todo lo que le pidan. A sus clientes les consigue dinero, éxito, lujos, poder, protección. También les consigue y les liga la pareja que quieran con los populares amarres del amor que tanto publicitan las brujas y chamanes en populares sectores de Bogotá y del país.
Ramiro López tiene 54 años. Nacido en Yopal, Casanare, donde la brujería es una práctica popular. Siempre ha tenido la cabeza rapada. Su baja estatura y la barba larga y canosa lo hacen ver como un abuelo bonachón, imagen que se pierde apenas comienza a hablar con un tono de voz fuerte y algo incómoda del demonio, a quien dijo conocer en una aparición a los cuatro años cuando estaba bajo un árbol de guácimo, una planta medicinal y ancestral que los yerbateros de pueblo usan para curar males de estómago y la caída del pelo.
Lleva 25 años en Bogotá, a donde llegó buscando estabilizarse después de recorrer pueblos ofreciéndose como brujo de magia negra. Desde su templo donde venera al diablo, ubicado en el barrio Restrepo, en el sur de Bogotá, cuenta que uno de los servicios por lo que más lo buscan son los amarres de amor, por los cuales cobra unos 20 millones de pesos.
Haciendo esta entrevista su teléfono timbra y al otro lado de la línea se escucha a un hombre desesperado y muy crédulo buscando las palabras que Ramiro bien supo darle: “ya todo está hecho y en pocas horas va a recibir respuesta del servicio, porque mi padre el diablo y el demonio ya hicieron su trabajo y él todo lo puede”. Son las mismas frases de fe que utiliza un cristiano o un católico romano o un anglicano de su Dios. El tipo del teléfono, según lo contó Ramiro, vive en Villavicencio y lo contactó para que su esposa deje al amante que ha tenido y vuelva a su lado.
Los amarres del amor se publicitan con la garantía de que el ser amado volverá postrado, humillado y atado de por vida junto a la persona que paga por el servicio. No solo Ramiro López lo publicita de esa manera. Todos los que dicen ser brujos, chamanes, magos y hechiceros garantizan los mismos resultados.
En el Restrepo, un sector muy popular y transitado, hay varios locales que dicen atraer al ser amado en tres días: está la profesora Juana, la india Catalina, quienes en los volantes que entregan en las esquinas más transitadas prometen hasta amores imposibles en tres días. El chamán llanero lo garantiza en un solo día; parece que el pacto que dice tener con el mismísimo ‘patas’ agiliza el trabajo.
Para amarrar al ser amado y traerlo comiendo de la mano, sin importar raza, género o condición social, según lo dicen los chamanes, solo necesitan tener nombre completo y la fecha de nacimiento. Una foto agilizaría el trabajo. Una muestra de fluidos genitales sería lo mejor para amarrar por siempre a su víctima a la cama del cliente, así lo dice una mujer que dice llamarse maestra Lorena, a la que contactó en una página web de las tantas que hay en internet ofreciendo solo amarres del amor.
El chamán llanero, quien dice ser un sabio que nació aprendido, cuenta que sus amarres de amor los hace usando magia negra y entierros de muñecos de vudú y brujería en cementerios de Bogotá. Dice, sin dar nombre alguno, que muchos políticos y famosos han usado sus servicios, no solo para amarrar a sus esposas y amantes, sino para obtener el poder que tienen. Asegura el autollamado hijo de demonio que hace pocos días atendió a una influenciadora muy polémica a quien la pareja había dejado por celos.
Cuenta el chamán que tanto hombres como mujeres, gais y heterosexuales, lo contactan por igual y que lo hacen por distintas razones: por interés, por sexo y por obsesión amorosa. Si hay que alejar a alguien que esté con la víctima el trabajo vale más. Si hay que hacer algo extra el precio sube. Ramiro López dice que los amarres le pueden dejar unos 100 millones de pesos al mes. Al parecer, amarrar el amor es el mejor de los negocios para aquellos que se ganan la vida con la fe de los creyentes dándoselas de brujos, chamanes y adivinos.