Para los palestinos Ilich Ramírez Sánchez es un ídolo. Ellos cuentan como hazañas su rastro sangriento: explotar una granada en un restaurante en pleno centro comercial en París, asesinar funcionarios en los pasillos de la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo en Viena tomando además de rehenes a 42 personas entre las que se contaban once ministros de Petróleo. En cien atentados este caraqueño mató a cerca de 2.000 personas de las cuales al menos 83 fueron asesinados por él.
Hijo de un médico que pertenecía al Partido Comunista y que, en honor a los héroes de la revolución rusa les puso a sus hijos los siguientes nombres de Lenin, Vladimir e Ilich. Desde pequeño fue adoctrinado en la lucha antimperialista y ya a los 14 años se inscribía en las juventudes del partido comunista. Su mamá intentó sacarlo de esa esfera revolucionario, intentando convencerlo que se fuera a estudiar economía a Londres, pero él escogió irse, como tantos otros estudiantes revolucionarios a la Universidad de Moscú.
Eran tantos los latinoamericanos metidos en la aventura de estudiar una carrera en la Unión Soviética que incluso un grupo chileno, los Hermanos Arriagada, compuso Natalie, la historia de una moscovita que era guía en la Plaza Roja y termina robándole el corazón a un estudiante. De Rusia saltó, en 1969 a Beirut en donde fue voluntario del Frente Popular para la Liberación de Palestina. A los 21 ya era un terrorista consumado y estaba dispuesto a actuar.
En esa época conoció en el Libano a Nidia Tobón, una colombiana que le llevaba 20 años y de la que se enamoró perdidamente. Ella, quien acaba de morir a los 93 años, escribió un libro en el 2008 en donde quería mostrar a Carlos “un joven revolucionario alegre, vitalista, sin esa idea de mártir que tienen en la cabeza los militantes de izquierdas en mi país, en toda Latinoamérica”, una imagen que a Hugo Chávez le gustaba reconocer y con la que se identificaba.
Y actuó y se convirtió en un mito, en el objetivo más enigmático de la policía mundial. Nada sabían de él. Lo único que pudieron descubrir, en medio de la persecución, fue en su apartamento en París en 1984 cuando los policías sólo encontraron de él un libro de Frederick Forsyth llamado “The Day of the Jackal". De ahí se ganó el alias por el que se haría famoso en todo el mundo: El Chacal.
En 1995, en Gabón, fue detenido Ramírez. Fue condenado a tres cadenas perpetuas, pero se ha cumplido más de 25 años y por eso el Chacal ya ha sido pedido formalmente por el gobierno bolivariano. En el año 2011, mientras se encontraba intentando recuperarse del cáncer que terminaría matándolo, Hugo Chávez afirmó que Ilich era un preso político, una postura que mantuvo desde el año 1999, cuando el mandatario recibió del terrorista una carta repleta de referencias a Simón Bolívar. Por eso Chávez siempre sostuvo que el Chacal era un luchador revolucionario.
En una alocución televisiva afirmó que no iba a “permitir que se atropelle a ningún venezolano acusado de lo que sea en ninguna parte del mundo”. Además, afirmó que “Yo lo reivindico, qué me importa lo que digan mañana en Europa”.
Después de la muerte de Chávez el gobierno de Maduro siguió interesado en la liberación de el Chacal, una acción que se ha empantanado debido a problemas jurídicos. A los 72 años, el Chacal debió despedir en soledad a Nidia Tobon, la aventurera colombiana quien tiene su propia historia que su hijo Juan Fernando Romero Tobón recordó(https://www.desdeabajo.info/colombia/item/45397-un-viaje-a-traves-de-la-libertad-nydia-tobon.html) con ocasión de su muerte hace un par de meses después de haber sido una pionera que abrió caminos desde su infancia en Viota, aquel legendario pueblo de Cundinamarca, famoso desde siempre por sus luchas populares.