A menos de dos meses para las elecciones presidenciales calificadas por muchos como las elecciones más importantes de la historia, pareciera desde mi punto de vista que ciertos sectores no han dimensionado la importancia de lo que está en juego en Colombia. Son los llamados sensatos, moderados y de centro liderados bajo las candidaturas de Sergio Fajardo y Humberto De la Calle y compuesto por personalidades de la academia y el periodismo como Daniel Coronel, Daniel Samper Ospina, Jhon Sudarsky entre otros.
No solo es una posición respetable, sino racional. Yo la compartía desde antes del inicio de campaña y mi voto era por Humberto de La Calle, incluso voté por él en la tan cuestionada consulta liberal. Humberto es la persona que más admiro dentro de la paleta de candidatos y el país bajo su mandato sería sin dudas la entrada a una nueva etapa en Colombia.
Lamentablemente hay circunstancias que los del centro ignoran o quizá no les prestan la atención debida. Lo que está en juego en Colombia es el continuismo del clientelismo, la corrupción y las mafias, la forma tradicional de hacer política, solo veamos cómo la campaña de Vargas Lleras ha usado las más diversas artimañas propias de una inmensa maquinaria articulada por caciques corruptos y cuestionados de las regiones, el solo hecho de regalar mercados a los asistentes es la punta del iceberg de lo que la corrupción de Cambio Radical, partido de Lleras es capaz de hacer.
Por “otro lado” está Iván Duque, persona que terminó por decepcionarme, aunque no me sorprende debido al lastre que carga consigo el ser el heredero del Centro Democrático. No me decepcionó tanto que haya tenido que ofrecer veinticinco mil pesos para que acudieran a su presentación, sino que el cambio de su discurso que ha caído en el facilismo, hablaremos del tema más adelante.
El problema no es que Iván Duque presente su candidatura para dirigir al país, el problema es que sin dudas es un chivo expiatorio, una ficha, para que el verdadero sediento de poder vuelva a manejar las toldas Colombia. Los gobiernos de Álvaro Uribe han sido de los más nefastos dentro de la nefasta historia política del país, no es un asunto personal, son los hechos que hablan por sí solos, no vale la pena referenciarlos porque tanto los de centro como los que apoyamos a Petro sabemos el prontuario del ex presidente y su destructiva forma de hacer política.
Lo que no ha entendido el centro es que a la derecha no le importa si es Petro, Fajardo o De la Calle quien compita en segunda vuelta, la derecha haría y hace lo imposible para no perder el poder, por más de centro que De la Calle y Fajardo sean, no los bajarán de escuderos de Las Farc, cómplices del socialismo, importadores de la revolución bolivariana y demás. Para la derecha y sus millones de seguidores no hay distinción entre Petro y De la Calle (arquitecto del proceso de paz) o de Fajardo al cual lo han llamado Farcjardo, mientras el centro se va en ristre y lanza contra Petro por “populista” (no entiendo bien cuál es el problema de hablarle a la gente, al pueblo, de que las mafias son las que gobiernan) la derecha gana terreno, sus alianzas son certeras: Iván Duque se abraza con Vargas Lleras, el legado de Uribe continuaría, continuó con Santos, que salvo el proceso de paz, en nada se distinguen uno del otro. Recordemos que los grandes desfalcos contemporáneos sucedieron en el periodo Uribe-Santos, con Vargas Lleras como coequipero.
¿Qué es lo que carece el centro? Aquí es donde percibo el mayor problema: falta de carácter a la hora de tomar los grandes problemas sociales por los cuernos, cosa que sí hace Petro, así asuste a todo el mundo la forma en que lo haga.
No he visto a Fajardo nombrar quiénes son y cuáles mafias manejan los recursos de departamentos como la Guajira o el control de ciudades como Cúcuta por parte de cuestionados caciques amigos del todo vale, frase usada por alguien del centro. El país está tomado por mafias y ante eso no se puede ser tibio. Daniel Samper lanzó el hastag: #PetroYUribeUnánse, quizá el periodista ignora u olvidó que Gustavo Petro se ha jugado su seguridad y la de la familia de él al denunciar la parapolítica cuando Petro fue congresista, parapolítica en cabeza de Álvaro Uribe y los fenómenos que se sustraen de ello: despojo de tierras, masacres, infiltración en la justicia entre otros.
Desafortunadamente no he visto a De La Calle haciendo los mismos denuncios, solo tibias insinuaciones y el país no se rescata de las garras de la mafia con paños de agua tibia, concesiones y falta de voluntad. O se le da un giro de 180 grados o la degradación política en Colombia seguirá su curso.
Petro sí tiene eso, no solo llena plazas, cosa que en Fajardo sería un imposible, sino que en dichas plazas se le dice al pueblo (el cual muchos ven como chusma, gentuza incluso) el porqué de la desigualdad absurda en la que está sumida la sociedad, por qué hay mafias que controlan la salud, carteles que controlan los precios, empresas que controlan los recursos. Petro lo dice con nombres propios, por eso la derecha le teme y el centro en su incapacidad de generar conexión con la ciudadanía lo llama populista y polarizador.
Desde que hago seguimiento a las campañas de todos los aspirantes a la Casa de Nariño, Petro ha llamado en múltiples ocasiones a la unidad y una gran convergencia con Fajardo y De la Calle recibiendo no solo negativas sino insultos.
Muchos dicen que el cambio social debe ser moderado, que debe haber un timón sensato, que el país (después de doscientos años) no está listo para un gobierno de izquierda y que la transición debe empezar con un gobierno de centro. Esas posturas son racionales y serían aplicables si esto no fuese Colombia, en donde la ultraderecha ha asesinado candidatos presidenciales, exterminó un partido político, hace que la gente salga emberracada a votar en favor de más seguridad democrática, un siniestro espejismo. La derecha no es moderada, no le importa si el otro es moderado, a la derecha le resultaría más fácil derrotar a un tibio Fajardo en segunda vuelta.
Si el cambio deviene en una hecatombe, bienvenida sea, con Petro (y si se unen De la Calle y Fajardo) habría un cambio significativo en el simbolismo del país, en el discurso, ese sería un primer paso para pasar el estancamiento de doscientos años de odio, enemigos internos (las Farc ya no existen) y una nauseabunda corrupción y desigualdad que nos tienen como uno de los países más desiguales del mundo, una tragedia como la venezolana, pero maquillada.
Recaerá en los escuderos del centro la responsabilidad histórica de si apoyan o no a Gustavo Petro, quien ha hecho la tarea de llenar plazas de pueblo, el pueblo que sufre la falta de empleo, el IVA al 19% la incertidumbre de una vejez digna, entre otros tantos temas incluso también referenciados en las campañas de Fajardo y De la Calle. Quiero no creer que todo es en últimas una cuestión de ego, un ego que saldría bastante caro si el Chávez colombiano: Álvaro, se hace de nuevo con el poder como lo ha venido teniendo desde el 2002.
Petro tiene consigo casi tres millones de votos, sin maquinaria. ¿Cuántos tiene Fajardo? Él no quiso hacer consulta en su coalición, está desconectado de la ciudadanía, no habla en plazas sino en foros ¿cómo pretende entonces derrotar a la derecha?
Votar por Petro como lo hice y lo haré es un salto al vacío, él no es la solución a los problemas del país, en últimas eso depende de todos nosotros. Pero con él si vendrá el freno de mano a las mafias (si es que lo dejan) y ese es sin duda el primer paso para la construcción de un nuevo país, dudo que el centro tenga la fuerza y convicción de enfrentar a la mafia como lo ha hecho Petro. Reitero, a la derecha le da igual quien sea el que llegue a segunda vuelta, lo tildarán de comunista, es el modus operandi de ellos, la derecha se ríe de los moderados.
Para cerrar, el tema Duque es singular. Tengo una postura: ni Colombia se volverá Venezuela con Petro (eso es un exabrupto) ni será un infierno con Duque. Pero si me asalta la duda: ¿Qué hará Duque cuando esté en la Casa de Nariño? ¿Será un presidente con jefe? O por el contrario las circunstancias lo llevarían a tomar el camino de Santos, gobernar sin la sombra del jefe atrás de él. Duque dice que permitirá que La Farc haga política pero no en cabeza de sus máximos líderes que cometieron delitos de lesa humanidad. En eso estoy de acuerdo, ese fue entre otras un error estratégico de La Farc. Sin embargo ¿qué pasará cuando la Corte dictamine el fallo contra Uribe? Recordemos que declararon así mismo delitos de lesa humanidad acciones en las que está siendo investigado Uribe. ¿Qué pasará si la Corte quiere enviar a prisión o a la JEP a Uribe? ¿Qué hará Duque entre su discurso de no impunidad y su afiliación al Centro Democrático?
Dije que Duque terminó por decepcionarme, a pesar de ser uribista veo y aun creo que hay mucho potencial en él, pero empezó a decir en todos los espacios donde él asiste que nos volveremos como Venezuela. Por favor, ese cuento requiere de un mayor análisis que espero escribirlo en una siguiente entrega. Duque se está convirtiendo en un mensajero del temor, algo que no esperaba de él, pero no me sorprende.
Las cartas están echadas amigos del centro, una responsabilidad histórica recaerá en ustedes: ¿Qué dirán los libros de historia?