En estos tiempos de debates regionales los expertos en temas de paz territorial, de manera paradójica, llegan desde Bogotá. Estos son los tiempos en los que por fin se está hablando de paz, al parecer en serio -por aquello de los diálogos entre gobierno y FARC -. Por fin el Gobierno Nacional se ha dado a la tarea de invertir recursos en la reconstrucción de la memoria histórica del conflicto armado y en el reconocimiento de las víctimas de estos 50 o más años de guerra estéril.
Es una época llena de foros, debates, conversatorios, coloquios, manifiestos, campañas y hasta congresos en donde el tema central es la paz, con sus muchos apellidos: “Paz con justicia social” “Paz territorial” “Paz desde la base” y una larga lista de etcéteras que nos dan a entender que el tema está en boca de la opinión pública y que corre el riesgo de ponerse de moda.
Estos tiempos de paz se han convertido en una oportunidad para que en muchos espacios académicos y sociales de la extensa Colombia se reflexione sobre la mal contada historia del país que cada vez pasa más por una visión crítica que analiza las raíces de nuestros problemas superando la vieja historiografía de fechas y héroes en caballos blancos.
Lo paradójico es que los expertos que llegan a los foros locales o regionales (todos con buena intención) se bajan de un avión que siempre viene de Bogotá. Ellas llegan envueltas en sus trajes de sastre, ellos con sus zapatos de gamuza y blazers de cordoroy con la barba a medio cortar; sudando en auditorios de los cálidos pueblos o ciudades intermedias o muertos de frío en los pueblos de la altimontaña en donde hoy se habla de paz.
Las universidades de la capital ya promocionan en sus páginas web planes de estudio con diplomados, pregrados, especializaciones y maestrías en construcción de paz territorial, desde la base o en conocimiento regional, mientras los habitantes históricos de las regiones - lo verdaderos expertos en construcción de paz territorial - reciben las comisiones de “expertos” que llegan a hablar en foros y debates.
El necesario canto de sirenas de la paz ha volcado su mirada de nuevo a la Colombia profunda, pero repite – tal vez sin querer - la relación entre el centro y la periferia, los expertos llegan de Bogotá y los intelectuales del territorio (que los hay) escuchan y aprenden las recomendaciones, a la vieja usanza de la colonia. Los delegados bogotanos escuchan y aprenden para luego llegar a sus casas o apartamentos capitalinos después de un vuelo más o menos corto con la satisfacción de construir la paz desde las regiones.
La construcción de la paz territorial requiere mucho más que expertos nacionales, e incluso internacionales; requiere potenciar las capacidades de los territorios, fomentar la construcción de intelectuales territoriales, de líderes que gestionen la construcción de paz y desarrollo desde las particularidades históricas regionales y en diálogo horizontal con las necesarias reflexiones que se construyen en la capital. A las universidades les toca descentralizar el pensamiento para que en un futuro, ojalá no muy lejano, los capitalinos reciban y escuchen a los expertos en construcción de paz territorial que viajan desde las regiones a compartir conocimiento.