Buenaventura nunca volvió a ser la misma desde la década del ochenta y Colombia tampoco. El narcotráfico fue un vendaval que se llevó todo por delante, pero el Puerto más importante del Pacífico tuvo tres hombres: Nelson Urrego Cárdenas, José Castrillón Henao y Víctor Patiño Fómeque que le cambiaron la cara y construyeron el Centro Comercial Bellavista.
A Patiño Fómeque le decían el Químico y fue el primero que sacó cocaína por el Pacífico. Era un mago a la hora de resolver los problemas que traía montar un laboratorio de cocaína y le servía mucho ser policía. En 1988, cuando su nombre empezó a ser notorio dentro de la organización conocida como el Cartel de Cali, le sacó jugo a su oficio para camuflar la lluvia de coca con la que inundó a los Estados Unidos.
El Puerto de Buenaventura empezó así a tener lugares con los que jamás soñó y uno de ellos fue el Centro Comercial Bellavista. Hace treinta años, cuando estaba en su apogeo, su estructura moderna con 154 locales comerciales contrastaba con el resto del paisaje.
El Centro Comercial pertenecía a una empresa llamada Atenea S.A. que se dedicaba a prestarle dinero a personas en Buenaventura. Esa empresa era de propiedad de Víctor Patiño Fómeque conocido entonces con el alias de La Fiera, miembro del Cartel de Cali y luego del Cartel del norte del Valle.
Patiño Fómeque era el gran señor de Buenaventura, ni una sola hoja de un árbol se movía sin su autorización. Así que, una vez tenía a los comerciantes en su puño con intereses casi imposibles de pagar, los iba cerrando hasta ahogarlos y le entregaban los locales.
Uno de los hombres de confianza de Patiño Fómeque era su hermano, Luis Alfonso, alias el Tocayo, a quien fue amoldando poco a poco a sus necesidades. Él era quien se encargaba de supervisar cada envío de cocaína y sus negocios.
El pasado narco del Centro Comercial Bellavista
A mediados de los años noventa, cuando capturaron a los hermanos Rodríguez Orejuela, entre los narcos más jóvenes se contaba Patiño Fómeque y su gran socio, Juan Carlos Ramírez Abadía, mejor conocido como Chupeta. Entre ellos montaron el Cartel del Norte del Valle. Todo lo que supo sobre transporte de cocaína lo aprendió de sus jefes, los Rodríguez Orejuela, de los que era su guardaespaldas.
En 1995, Víctor Patiño Fómeque se entregó a las autoridades colombianas. La estrategia no podía ser mejor: con esta jugada pagaría apenas seis años de cárcel y sería juzgado en Colombia sólo por enriquecimiento ilícito librándose de pagar cualquier pena en los Estados Unidos.
Cuando obtuvo la libertad en agosto del 2001 fue a la Embajada de Estados Unidos y pactó un encuentro con la DEA para hablar de su situación judicial que, según le dijeron los diplomáticos, no tenía ningún requerimiento. Así que, confiado, organizó otra reunión en un hotel del noroccidente de Bogotá y esta vez con Juan Carlos Ramírez Abadía presente. Cuando tuvo al frente a los Agentes de la DEA, Patiño Fómeque fue sorprendido por hombres del Bloque de Búsqueda y el CTI, quienes lo detuvieron.
En el dossier con el que extraditaron entonces a Patiño Fomeque decía que, en los seis años en los que estuvo preso, mantuvo el vínculo con su socio Chupeta y también se hicieron fuertes en Tumaco, otro puerto del Pacífico.
Patiño Fómeque fue condenado a 40 años de cárcel en Estados Unidos, pero inmediatamente se ofreció a colaborar con la justicia. Salió de la cárcel en 2011, cuando entró a formar parte de protección de testigos. Entre sus aportes a los gringos estaba el haber entregado a Chupeta.
La venganza no se haría esperar. Chupeta asesinó a 35 miembros de su familia o amigos más cercanos. Entre ellos a su hermano Luis Alfonso a quien encontraron en pedazos flotando sobre el rio Cauca en 2006.
Chupeta lo invitó a una reunión en el sector de Gota de Leche en Buga. Allí estuvo toda la cúpula del cartel del Norte del Valle: Wílmer Varela, alias 'Jabón'; Ramón Quintero y Laureano Rojas Rentería. Luis Alfonso Patiño Fómeque fue tranquilo a la cita con diez de sus hombres y su abogado a sabiendas de que su hermano estaba colaborando con los gringos.
Una vez cometieron el crimen, los narcos llamaron a la mamá de los Patiño Fómeque para avisarle que habían matado a sus hijos porque él y Víctor no eran más que unos sapos. Víctor Patiño Fómeque está libre y continúa en Estados Unidos sometido a las estrecheces que permite el programa de protección de testigos.
Logró evadir la cárcel, pero no la venganza de sus enemigos ni a la monotonía de la vida de un hombre común y corriente, de 64 años, que tiene que hacer fila para ir al supermercado a comprar el diario y ver que, por su culpa, todos los que amaba fueron exterminados de la faz de la tierra.
¿Qué pasará con los comerciantes del Centro Comercial Bellavista de Buenaventura?
Víctor Patiño Fómeque figuró como dueño del Centro Comercial Bellavista hasta 1995. La Fiscalía inició un proceso de extinción de dominio y la Sociedad de Activos Especiales (SAE) administra ese inmueble desde 2011.
Desde entonces, los 154 locales están ocupados por pequeños comerciantes que no pagan arriendo o pagan muy poco. El sitio es uno de los focos de comercio popular en Buenaventura, similar a San Victorino en Bogotá.
Para evitar que la estructura se siga cayendo a pedazos, el inmueble incautado siga ocupado irregularmente y las personas estén usufructuando los locales sin pagar un peso al Estado, el presidente de la SAE, Daniel Rojas Medellín, en cumplimiento de las instrucciones del presidente Gustavo Petro, de que los bienes incautados al narcotráfico sirvan para las economías populares en todas las regiones, acaba de iniciar un programa piloto que contempla incluir los locales del Centro Comercial Bellavista en el portafolio de los bienes administrados por la SAE.
El objetivo es que los actuales comerciantes que están ocupando los locales o cualquier otra persona accedan a estos inmuebles mediante un contrato de arrendamiento como soporte y previo avalúo comercial, mientras avanzan y se formalizan en la Fiscalía los procesos de extinción de dominio porque deben ser productivos para que el Estado pueda ejercer el respectivo control porque sobre esos bienes se deben seguir pagando impuestos y servicios públicos.
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