En los discursos políticos que con frecuencia oigo no deja de sorprenderme la ideología política de moda denominada “centro”.
Muchos con absoluta convicción dicen pertenecer a tal tendencia y otros, simplemente para estar a la moda y por el impulso de un simple afán de figuración sin mayor comprensión del tema. Pero al final, la naturaleza humana y la estadística no hacen posible esta abstracción de tan exótica figura.
En las próximas líneas, haré un esfuerzo por explicar las razones acerca de mi escepticismo respecto de la imposibilidad práctica de una ideología de “centro absoluto”.
Ya se volvió costumbre. Hoy día cualquiera que procure evitar alguna confrontación ideológica o un simple debate, en el cual se deba argumentar una postura férrea frente a temas sociales o políticos, puede usar la muletilla ideológica del “centro” para salir por la vía fácil, no herir susceptibilidades, o quizás evitar la fatiga.
¿Pero qué significa ser de centro? ¿De dónde surge el término? Para poder argumentar a donde se dice pertenecer, resulta fundamental entender la génesis de lo que se pretende evangelizar, pues de otra forma solo se estaría divagando. Entonces, para eso debemos empezar por el principio; la génesis de los partidos.
El parlamentarismo en Inglaterra y posteriormente la Revolución Francesa sientan las bases de los partidos políticos en el mundo. Estos surgen en medio de movimientos revolucionarios liberales o libertarios, que logran dar muerte a sistemas políticos como el “Antiguo Régimen” de Francia.
Su finalidad no era otra que coordinar la acción social con la recién ganada participación de los ciudadanos en política, elementos fundamentales para la relación entre las nuevas formas de Estado y sociedad.
Respecto de nuestras gestas independentistas y movimientos libertadores la dinámica fue similar. Posterior a logro de la tan anhelada independencia por allá en 1820, surge la necesidad de establecer un sistema de gobierno y por supuesto las respectivas formas de participación ciudadana, para lo cual debemos recordar que nuestra campaña libertadora fue profundamente influenciada por La Revolución francesa y otros movimientos revolucionarios y libertarios en el mundo.
Resultado de este proceso, nuestro sistema político fue en sus orígenes bipartidistas; liberales y conservadores se disputaban la arena política, ambos de derecha, pues en esa época y en estas latitudes no se entendía que era la izquierda o el comunismo.
Sin embargo, para 1930 y de la mano de figuras emblemáticas como Jorge Eliécer Gaitán, llega a nuestro país el comunismo y el socialismo como ideologías políticas y sociales. De tal forma que surgen nuevas alas de participación política; la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria, el Partido Comunista Colombiano, posteriormente la Anapo, todos surgen por esos días y todos con claras tendencias de izquierda.
En ese orden de ideas, para la segunda mitad del siglo XX dos vertientes eran claramente identificables. Estas con el pasar de los años fueron cambiando sus nombres, sus logos, sus colores, pero nunca su ideología. En resumen, para la segunda mitad del siglo XX en Colombia se era de izquierda, o de derecha.
Pero como llegamos tarde a esa fiesta marxista, no contaban con lo que sucedía en Europa por esos mismos días, específicamente por los años cincuenta. Los europeos resolvieron que el Socialismo marxista estaba como difícil de implementar, además estaba generando más caos que virtudes, motivo por el cual decidieron ubicarse más al centro y así abandonaron las ideologías marxistas. Con ello me gustaría decir que nace en términos etimológicos la “centroizquierda”.
Lo anterior coincide con el surgimiento de la Anapo en Colombia. Partido en el cual confluían liberales, conservadores moderados y socialistas, sobre el cual argumentaban sus militantes que no se les podía catalogar como de izquierda, pues sus posturas sobre la economía y la propiedad privada distaban de las comunistas. Es decir, el mismo discurso de la “Neo Socialdemocracia” europea de 1950.
En lo que respecta a la “centroderecha” pasaba algo similar por esos días, se podían advertir grupos políticos de derecha que logran alianzas eventuales con partidos que se hacían llamar de centro. Sin embargo, es más fácil referirse a estos como partidos de derecha moderada, partidos que promueven el Estado social de derecho y las libertades individuales, lejos de fundamentalismos y sobre todo lejos de ideologías confesionales.
En todo caso, se puede ver claramente que todos los partidos y tendencias políticas de nuestro país, incluso del mundo, surgen y mantienen posturas enfrentadas. Lo cual no es malo, todo lo contrario, invita al equilibrio, al debate; aduce a los principios y la etimología misma del término democracia.
Sin embargo, hoy vemos como el concepto de centro cursa carrera acelerada en Colombia. Cada día nos hablan más de él unos ciudadanos bien intencionados, ávidos de conciliar, y promotores de un discurso de rechazo a los extremos ideológicos.
En mi opinión, el centro no es otra cosa que un deseo de alejarse de los extremos; un llamado a la moderación, a la estabilidad. Como posición ideológica tal cosa no existe, quien lo promueva siempre terminará confluyendo en alguna de las vertientes ideológicas predominantes de donde se encuentre.
Como dijo el filósofo español José Antonio Marina sobre los autoproclamados partidos de centro, “pero, como se ve en España, parece que inevitablemente se da lo que los estadísticos llaman 'regresión a la media' o, en términos populares, que las aguas tienden a volver a sus antiguos cauces. (…)”.
En conclusión, concurrimos a un lamentable espectáculo, donde un grupo de políticos cuáles hábiles áspides, osan vestir la camiseta de la Socialdemocracia como si esto fuera la gran novedad, sin antes entender su génesis y el arraigo constitucional que hoy ya tiene en Colombia.
Quieren pintar tal postura como de “centro” izquierda o derecha, es tan versátil su discurso que, como en botica hay para todos, usted puede elegir el ungüento que mejor me siente. Al mismo tiempo que otros se tratan de probar las botas del “puro centro” ideológico, sin advertir siquiera si tal cosa existe.
En todo caso. Yo los invito a no caer en el error conceptual, pues “el puro centro” bien podría ser otro extremo, sobre todo si enarbola las banderas excluyentes que vemos hoy.
Y recuerden que, más temprano que tarde, su propia naturaleza los ubicará donde correspondan, a la derecha o la izquierda.
No lo digo yo, lo dice la estadística.