In medio stat virtus
Horacio
A algunos el centro los asusta. No me refiero al espacio físico de las ciudades (aunque a muchos efectivamente les da miedo ir), sino al lugar político que se aparta de los extremos. El centro, como toda posición política, es un espacio de contexto que se define tanto en oposición a unos extremos, como a partir de propuestas propias.
En el centro no existen ni verdades reveladas ni mesías omnipotentes ni dogmas ni mártires. En el centro no hay tierras prometidas ni utopías ni puntos de llegadas. El centro es un esfuerzo continuo por evitar los excesos y por colonizar los lugares donde seres humanos diferentes puedan convivir dignamente sin violencias.
El centro asusta porque nos saca de los cómodos rótulos con los que nos gusta presentarnos, o que nos reconozcan. A partir de unos principios sobre el cómo y el con quién, desde el centro se busca construir consensos en los cuales confluyan de manera creativa, pero también coherente y consistentemente, soluciones a problemas que afectan a la sociedad.
Ser de centro, contrario a lo que dicen algunos, es todo menos cómodo. Cómodo es tener el pequeño libro (Mao), el recurso infalible al oráculo o la palabra final del “Presidente, Fundador, Máximo Líder y Orientador”. El centro se reclama y se ocupa con argumentos, sustentos y concertaciones. El centro es el lugar del pluralismo y la apertura, porque es finalmente el lugar de la duda y, como lo han dicho tantos filósofos, pensadores y científicos, solo esta hace avanzar el mundo. La prudencia y la mesura están, en el fondo, compuestas de duda.
El centro es el lugar del pluralismo y la apertura,
porque es finalmente el lugar de la duda
y solo esta hace avanzar el mundo
Ni el mercado es sabio y justo ni el Estado es capaz de hacerlo todo. Ambos pueden hacer buenas cosas o ser desastrosos. Ni es posible una sociedad libertaria sin leyes e instituciones encargadas del orden ni es deseable un orden en todo y para todo (totalitarismo). Debe haber, como dice Mauricio García Villegas, un orden que permita ejercer la libertad. Ni la participación popular asegura la legitimidad o conveniencia de las decisiones tomadas ni podemos dejarlas en manos de unos pocos. Participación, conocimiento, responsabilidad y legitimidad van de la mano y no hay una fórmula única y estática aplicable a la toma de decisiones ¿Quién debe definir las tasas de interés? ¿Quién y cómo se determina la aplicación o no de vacunas médicas? ¿Quién y cómo se toman las decisiones de política exterior? En el centro estas preguntas son tan válidas como vigentes y sus respuestas jamás serán terminantes e inamovibles.
El centro exige moderación y la necesidad de mirar siempre hacia los lados para entender posiciones, aprender de buenas prácticas y desarrollar proyectos complejos en pro de los ciudadanos sin importar su posición política.
El centro, además, permite y propicia algo imprescindible para cualquier democracia y, en general, para todas las sociedades: la risa. Los extremos, tan preocupados con las verdades eternas o históricas y tan prevenidos con los enemigos (externos e internos) no son muy amigos del humor. Cuando desde un extremo se mira el panorama político, aquel que no está contigo, está en contra tuya y todo proyecto por fuera del propio es subversivo o reaccionario. Reírse es una pérdida de tiempo y reírse de uno mismo, consecuencia lógica de la duda y la capacidad de revisión, es una señal de debilidad que indefectiblemente aprovecharán tus enemigos. Pobres de aquellos vacunados contra el humor y el absurdo y condenada una sociedad que esté gobernada por ellos.
Después de 60 años de extremos armados, de discursos tajantes que descalifican y cosifican al adversario y de un clientelismo y una corrupción rampante porque “la política es así”, a Colombia le haría muy bien una buena dosis de centro político. Una coalición capaz de partir de una lucha probada contra la corrupción y contra todos los descaros del clientelismo (compra de votos, compra de líderes, entrega de cuotas etc.). Una coalición de centro debe evitar los dogmas para construir un proyecto programático que se enfoque en fortalecer la institucionalidad (construir confianza) y en solucionar los problemas de la gente (proteger derechos y generar oportunidades).
La Coalición Colombia de Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge E. Robledo cumple todos los requisitos para liderar la llegada del verdadero centro político al poder. El profesor de matemáticas, calificado como mejor alcalde y mejor gobernador del país a su paso por Medellín y Antioquia; la investigadora aguerrida y senadora destacada quien , con modelos estadísticos, análisis profundos y gran valor, descubrió una de las etapas más oscuras de nuestra historia política y el arquitecto tolimense, considerado desde hace casi 12 años (6 encuestas consecutivas) como el mejor senador del país por los líderes de opinión, han logrado avanzar en un proceso emocionante que tiene como reto movilizar indignados, escépticos, abstencionistas y ciudadanos de muchos sectores, los cuales comprenden que el país no puede seguir en las mismas manos.
Como sociedad nos debemos la posibilidad de volver a creer en la actividad política para imaginarnos y trabajar por un mejor país. Mi invitación es a que lo hagamos desde el centro que se viene construyendo por Fajardo, López, Robledo y sus respectivos equipos. Sin rabia, con responsabilidad, con principios y, claro, con sentido del humor.
Solo en los extremos se asustan con el centro. Superémoslos.