Desde la antigüedad se sabe que toda actividad del ser humano en sociedad es política. Caminar, jugar, compra-vender, amar y hasta respirar tienen implicaciones políticas, puesto que afectan, influencian o tienen que ver con alguno o algunos otros miembros de la sociedad. Imposible negar que las decisiones en cuanto a modelo de gobierno, de economía o de sociedad son políticas.
De cuando en cuando, a los genios del mercadeo político se les ocurren genialidades para poner a botar corriente a la gente en torno a tal o cual político, o en torno a tal o cual propuesta, de hecho en términos de su campo, de lo que se trata es de crear tendencias, y a fe que, en tiempos en los que a un inmenso número de paisanos y paisanas les hace falta un manual para vivir; estos gurús del mercadeo repiten a coro: “Se le tiene”.
Pues bien, en tiempo reciente, el de los llamados millennials, a los genios del mercadeo político, se les ocurrió la idea de la tercera vía, del centrismo, como estrategia comercial para remozar a ciertos personajes de la política, cuya ranciedad resultaba contraproducente para sus aspiraciones de eternidad en el poder y cuyo olor, presencia y sonido resultaba ya bastante fastidioso para una generación, bisnieta y nieta de los llamados partidos tradicionales.
Sin hacer de lado, el hecho comprobado de los nuevos liderazgos (por jóvenes de verdad) de esa tercera vía o centrismo que llaman, en su órbita quedaron atrapados todos aquellos y aquellos facilistas de la vida, que siempre aspiraron a vivir en un plano existencial sin sobresaltos, sin contradicción alguna, sin aspavientos, sin sonrojos incómodos, sin vida; el centrismo resultó siendo esa opción no religiosa necesaria para acomodar su interés por un nuevo manual para vivir sin sal, azúcar o picante.
Claro que la constante conflictividad, el permanente sobresalto o la eterna contradicción, si bien imposibles en términos de tiempo, también son poco deseables para una sociedad. Sin embargo, la realidad social es conflictiva, la naturaleza misma es el mejor ejemplo de lucha entre fuerzas inmensas que buscan posicionarse y lograr un cambio, entonces también es lógico afirmar que en política; la dinámica relativa a las fuerzas sociales y a las veleidades del subjetivismo humano; tiene ese carácter contradictorio.
En un país como Colombia, con profundas y graves heridas históricas, con una cultura política llena de atavismos, de miedos o influenciada por la contra-cultura traqueta, pretender una tercera vía o un centro político, lo suficientemente aséptico que permita transitar esta sociedad sin sobresaltos, no deja de ser una utopía, aún lejos de ser alcanzada, no obstante los esfuerzos de los gurús del mercadeo político, por perfumar la rancia política tradicional o disfrazar a uno que otro espontáneo del público; con traje de Estadista o de entendido en política.
Describir, que no ficcionar esta criollísima realidad, no es radicalizarse, no es polarizar la sociedad. La denuncia de lo malo, de lo feo, de lo que huele mal en el accionar de los políticos de siempre, no es ser tremendista, menos cuando estas mismas denuncias, este mismo malestar es compartido y expresado tanto por los polarizadores como por los centristas, de hecho los mismos y las mismas se firman formatos para revocatorias, para consultas populares, para referéndums anticorrupción, entonces desligarse de eso que hecho desde el centrismo es justo y bueno y recoger sin beneficio de duda, la idea que desenmascarar la inequidad, la exclusión, la pobreza y el robo es extremismo polarizador, resulta sorprendente, venido de estos y estas centristas; hasta hace poquito aliados íntimos de los que ahora señalan con el dedo acusador de polarizadores extremistas.
Y tal como el avestruz, que esconde la cabeza en la arena, para dizque protegerse del peligro, descuidando pudendas partes posteriores, algunos líderes y lideresas del centrismo, llaman ahora al voto en blanco o al abstencionismo, dizque porque, ellos, aclaro muy pocos, que han alcanzado algún respiro económico, no se juntan con la chusma que lidera un extremista y que por tal motivo, estos asépticos centristas llaman a la apolítica, al no voto para salvarse de ser mandados por la gleba inhóspita en cabeza del exguerrillero.
Lo que toca ahora es todo lo contrario, respetando el disenso, la contradicción de ideas y el debate, es llenarse y llenar de argumentos sólidos a esos 16 millones y algo más de colombianos que no votaron sobre la necesidad de la reconciliación, de dejar de lado los odios heredados y abandonar la idea de una justicia vengativa del ojo por ojo, para abrazar la posibilidad de un cambio de forma de gobernar, que erradique los contubernios para delinquir desde y para el gobierno, la apropiación indebida de la plata de todos, los falsos positivos físicos y jurídicos, en fin, todo eso que representa la política tradicional, que ya sufrió un gran golpe por parte de los centristas y esos a los que algunos centristas llaman extremistas y que casi duplicaron en votos a esa otra opción del regreso al pasado y a los mismos planteamientos económicos que sólo le han servido a un muy reducido grupo de personas y que seguirían generando esas conflictividades y violencias que tanto detestan los centristas asépticos.