El centenario del juglar olvidado, Juancho Polo

El centenario del juglar olvidado, Juancho Polo

Un hombrecito flaco, de sombrero vueltiao, camisas de colorines y pantalones de terlenka, que tocaba por los pueblos de la Costa: así era el músico

Por: Luis F. Ospino
abril 30, 2018
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El centenario del juglar olvidado, Juancho Polo

Repasando la programación del Festival Vallenato en sus 51 años de fundado no encuentro por ninguna parte el homenaje del centenario de nacimiento de uno de los hombres que más le aportó a la música de acordeón: Juan Manuel Polo Cervantes, nacido el 18 septiembre de 1918 en el corregimiento de Candelaria Cerro de San Antonio Magdalena y fallecido el 22 de julio de 1978 en Fundación, Magdalena.

Este año el homenaje podría ser doble: 100 de nacimiento y 40 de fallecido. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro se le conmemoró a una de las leyendas que plasmó en sus notas las vivencias y correrías de los pueblos del Magdalena y principalmente su capital, a la cual le compuso diferentes canciones.

Si el Festival es ingrato con este hombre, ¿qué se puede esperar de su tierra, el Magdalena, cuya oficina de cultura y turismo es un canto a la bandera en lo que se refiere a preservar el valor cultural y musical de nuestra región? Y ni qué decir de la misma dependencia cultural del distrito, que son entes burocráticos que no representan nada para la proyección, rescate y promoción de los valores culturales.

El pasado 9 de abril en el desfile de Jeep Willys parranderos por las calles de Santa Marta, que entre otras no sé qué tiene que ver con el Festival, a no ser que sea un gancho publicitario más, la Secretaría de Cultura Distrital, Diana Vivero, dijo en resumidas que el homenaje a Carlos Vives es el compromiso con nuestro folclor que nació en el Magdalena Grande, que es la herencia que dejaron nuestros juglares, pero, ¿olvidándolos o es que las raíces de un folclor solo dependen de unos cuántos?, ¿de unos malvados politiqueros de los que el folclor y la cultura dependen?

¿Qué es lo que se privilegia y se rescata?, ¿solo tenemos ojos para García Márquez? El Magdalena es para que tuviera su museo del vallenato, por ser su cuna, por parir grandes juglares, particularmente cuando en el vallenato a sus acordeoneros les daban el valor que merecían, ya que eran la parte esencial de un conjunto.

Hoy se olvida lo autóctono y las nuevas generaciones lo transforman, por esa negligencia adrede o por ignorancia y desconocimiento a la que someten los políticos a la tradición, la cultura y la educación. Lo más triste es que no son solo los políticos sino los festivales que buscan rescatar folclor, pero por debajo hacen sus negociaciones en detrimento del propio vallenato.

En el 2015 la Unesco declaró al género vallenato como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad y entre los expertos que escogen las canciones que por excelencia se deben escuchar para conocer la esencia del vallenato está Alicia adorada de Juancho Polo, canción que le dio a Alejo Durán la corona al primer rey vallenato en 1967. Y entonces, ¿merece ser olvidado nuestro juglar?

Hace 10 años el diario El Tiempo publicó una nota donde conmemoraban con gran tristeza los 30 años de la muerte del juglar que por una costumbre entre amigos de la época fue apodado "Valencia", por ser el apellido de un poeta nacional y en vinculación con las virtudes del joven Juan para declamar poesía. Además, menciona: “Juancho Polo con su cara arrugada y pálida, sombrero echado hacia la derecha para ocultar la oreja incompleta, y el acordeón colgado al hombro, se convirtieron en un ícono de la expresión pura del vallenato”.  

Un hombrecito flaco, de sombrero vueltiao, camisas de colorines y pantalones de terlenka, que tocaba por los pueblos de la Costa, muchas veces tan solo a cambio de licor, así era el juglar. Juancho Polo junto a los músicos Rada, Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez y Abel Antonio Villa realizaron cantos de juglaría por el departamento del Magdalena Grande.

El compositor Hernán Urbina Joiro dijo una frase en la nota publicada por El Tiempo que quizás sea la más contundente sobre Juancho Polo Valencia: “poco a poco la gente se ha ido olvidando de él”.

En Fundación Magdalena, donde Juancho Polo fue sepultado dos días después de su deceso, no se recuerda un cortejo fúnebre más multitudinario. Sus restos fueron trasladados, varios años después, a Santa Rosa de Lima, corregimiento que el olvido y la pobreza lo está acabando y donde Juancho Polo pasó parte de su juventud con su hermana María.

Agustín Bustamante, quien realizó en los 90 una investigación minuciosa sobre la vida de Juancho Polo Valencia, dice con algo de tristeza que esta ausencia de homenajes pone en evidencia, una vez más, la necesidad de rescatar la verdadera dimensión del juglar.

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