El pasado 9 de julio del año 2019 se cumplieron 100 años de la coronación de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá como reina y patrona de Colombia. A ella asistió por parte del Estado colombiano el presidente Iván Duque.
Una coronación en tiempo clericalistas
La coronación de la Virgen de Chiquinquirá aconteció en 1919 por el presidente conservador Marco Fidel Suárez, un ferviente católico antioqueño, que de joven quería ser sacerdote, pero, la jerarquía eclesiástica de Antioquia le negó la ordenación por “su origen irregular”.
Suárez, presidente de 1918-1921, fue el sexto mandatario del período conocido como la hegemonía conservadora que reinó en Colombia por casi treinta años. Marco Fidel creía en la unión de iglesia y Estado, como casi todos los conservadores de aquella época.
El papa que aprobaría la coronación de la virgen de Chiquinquirá fue Pío X, un fuerte opositor al modernismo, incluyendo la separación de Estado e iglesia. En su encíclica Pascendi (1907), dijo que es un error modernista pensar que el Estado se debe separar de la iglesia. En ella se queja el pontífice “¿qué será de la autoridad eclesiástica?”
Tres años después de su encíclica, en 1910, el papa anuncia que la Virgen de Chiquinquirá, la Rosa del Cielo, debía ser coronada con una lujosa tiara de oro.
Pasarían nueve años para que el presidente exseminarista encabezara en la Catedral Primada de Colombia una ceremonia concurridísima en la que el obispo de Tunja impuso una corona de oro y esmeraldas a la imagen. Con este acto se estableció simbólicamente que el poder estatal de Colombia, en cabeza de Marco Fidel Suárez, estaba íntimamente unido a la Iglesia católica con la consagración de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá como patrona de Colombia.
Pero esta no era la primera consagración del país como un todo a una figura exclusiva del credo católico. Con el Decreto 820 de 1902, el país fue consagrado al Sagrado Corazón de Jesús y se formalizó la cooperación para la construcción del Templo del Voto Nacional, ubicado en Bogotá frente a la estación de Jiménez por la Avenida Caracas.
En el momento de ambas consagraciones estaba vigente la Constitución de 1886 que establecía la religión católica como la nación. La libertad de profesar otros cultos solo se permitiría con la reforma de constitucional de 1936 bajo la presidencia liberal de Alfonso López Pumarejo.
Esta fuerte adhesión de la iglesia a los poderes públicos ha estado presente en muchas entidades públicas hasta el presente, casi como en tiempos de Marco Fidel Suárez. Su influencia conservadora es tan grande que en un homenaje que la Fuerza Área le hizo en 2016 por su 161 aniversario se mencionaba como una razón, el hecho que había sido “un fiel católico”.
De una Constitución clerical a una laica
Con la Constitución de 1991 Colombia pasó a no tener una religión oficial, a considerar todas la iglesias iguales, libres e independientes del Estado, la libertad ideológica, además de la libertad de cultos, todos ellos elementos que hacen que Colombia sea, desde entonces, un Estado laico.
La laicidad implica la separación entre el Estado y las religiones. El Estado es neutro desde un punto de vista religioso y se prohíbe cualquier injerencia en la vida de las distintas religiones presentes en el país. De forma recíproca, la adherencia y práctica de alguna religión por los funcionarios públicos no debe interferir en el funcionamiento de los servicios del Estado.
Justamente fue una demanda al Decreto de 1902, el de la consagración del país al Sagrado corazón de Jesús el que generó la sentencia de la Corte Constitucional en la que se afirmaría que Colombia es un Estado laico. La Sentencia C-350 de 1994.
“En síntesis, la Constitución de 1991 establece el carácter pluralista del Estado social de derecho colombiano, del cual el pluralismo religioso es uno de los componentes más importantes. Igualmente, la Carta excluye cualquier forma de confesionalismo y consagra la plena libertad religiosa y el tratamiento igualitario de todas las confesiones religiosas, puesto que la invocación a la protección de Dios, que se hace en el preámbulo, tiene un carácter general y no referido a una iglesia en particular. Esto implica entonces que en el ordenamiento constitucional colombiano, hay una separación entre el Estado y las iglesias porque el Estado es laico; en efecto, esa estricta neutralidad del Estado en materia religiosa es la única forma de que los poderes públicos aseguren el pluralismo y la coexistencia igualitaria y la autonomía de las distintas confesiones religiosas.”
Como resultado en 1994 se declaró inexequible el decreto de la consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús. Luego, en el 2010 la Corte Constitucional se posicionaría a favor de la neutralidad del Estado en sus actos públicos a fin de no promover actos religiosos:
“La neutralidad estatal comporta que las actividades públicas no tengan fundamento, sentido u orientación determinada por religión alguna –en cuanto confesión o institución-, de manera que las funciones del Estado sean ajenas a fundamentos de naturaleza confesional” Sentencia C-766 de 2010
Sin embargo, estas directrices siguen siendo pasadas por alto por las fuerzas militares, de policía y varios mandatarios. De hecho, en el 2017 la Policía Nacional asistió como entidad al aniversario de la Consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús en acto de la Plaza de Bolívar.
En la Sentencia T-152 de 2017, tras un caso en el que la Policía denigró a un patrullero adventista por negarse a leer una oración católica en un templo de esta denominación como acto oficial de la Policía Nacional la Honorable Corte ordenó a esta entidad que
“Se abstenga de repetir actos mediante los cuales se identifique o adhiera a una religión específica, de manera tal que, en el desarrollo de sus funciones siempre aplique el principio de laicidad y cumpla con el deber de neutralidad en materia religiosa, en los términos definidos por la jurisprudencia de esta Corte.”
Los actos públicos enmarcados en un credo particular, como lo son las misas, Te Deums, cultos, etc., son actos simbólicos que expresan la adherencia del Estado a una religión, o por lo menos el favorecimiento de una de estas sobre las demás.
Entre las medidas de carácter simbólico que deberían haber en un estado laico está la prohibición de que los representantes públicos pueden participar de forma oficial en actos de carácter confesional (pueden hacerlo como particulares); la eliminación de cualquier tipo de simbología religiosa en los actos oficiales, así como en lugares y edificios de titularidad pública; supresión de honores civiles u homenajes públicos (condecoraciones, votos o nombramientos civiles) a imágenes, advocaciones, santos o símbolos religiosos, quedando sin efecto los honores o nombramientos que se hayan realizado hasta ahora; eliminación de las capillas de cualquier lugar público; supresión de la figura de los “capellanes funcionarios católicos”; supresión de la emisión de culto o ritos de carácter religioso a través de medio de comunicación públicos. Medidas estas aún por concretarse en Colombia.
Colombia al centenario de la coronación
La Colombia que vio el centenario de la coronación es muy diferente a la que la coronación inicial. Con un 70% de católicos, de los cuales la mayor parte no son practicantes, un 16% de la diversidad protestante, y un 5% de ateos y agnósticos, el país se aleja de la homogeneidad religiosa que vio Marco Fidel Suárez y se hace cada vez más plural en materia religiosa, pero también más secular.
El presidente Iván Duque, en su discurso en la misa de coronación, dijo: “Vengo esta mañana, también, a que todos los colombianos rindamos este homenaje” Pues sucede que no todos los colombianos creen en la Virgen María. Dudo que los Testigos de Jehová, mormones y adventistas colombianos hayan estado de acuerdo con que el presidente hablara por todos los colombianos en un asunto tan personal como la fe. Dudo también que los evangélicos y pentecostales se sientan a gusto siendo mencionados como parte de los ciudadanos que rendían este homenaje.
El presidente Duque dijo de la Virgen: “Ha sabido guiar esta nación en medio de las adversidades para que surja una Colombia de fe”. ¿Para que surja una Colombia de fe? Con esta declaración se hace de lado a miles de colombianos que no son religiosos y se refuerza el concepto erróneo que para ser un buen ciudadano hay que tener una fe religiosa.
Este deseo de querer que surja “una Colombia de fe” es una señal preocupante en momentos y en un gobierno que busca cimentarse granjeándose en favor de sectores conservadores religiosos, en una clara violación a la laicidad estatal, a cambio de favorecer una agenda conservadora.
La asistencia del presidente a este evento, en calidad de presidente, y mencionando a todos los colombianos como parte de este homenaje, es una violación a la laicidad estatal, y otra señal del riesgo que corre la separación entre Estado e iglesias en el presente gobierno.
Don Marco Fidel Suárez y su tiempo
La Fuerza Aérea rinde homenaje a Marco Fidel Suárez en su natalicio Nº 161
Renovada consagración de Colombia al Sagrado corazón de Jesús y de la Virgen María