Hace algunos años, no muchos que digamos, la prueba de amor entre una pareja de enamorados consistía en tener una relación sexual. Claro, la petición muchas veces funcionaba, pero el pretendiente casi siempre desaparecía de la escena, dejando a su amada sumida en el arrepentimiento y con una mala experiencia a cuestas.
Hoy, según los jóvenes me han contado, la prueba máxima de amor consiste en que él o ella entregue a su enamorado la clave de sus redes sociales. Hay un chiste que lo resume bien: un hombre le dice a su mujer: “siento que me está dando un infarto, por favor llama al médico, le dice a su mujer. Ella le responde: “mi amor se me acabó la batería del teléfono; préstame tu celular para llamar”. Y el hombre responde: “No te preocupes, ya como que se me está pasando”.
El mundo no se detiene, la vida sigue, todo evoluciona de manera vertiginosa y en esta modernidad, que no nos da respiro, muchas costumbres han cambiado.
La forma de escuchar música cambió, ahora la podemos llevar siempre con nosotros. La manera de comunicarnos se transformó, ya que con los teléfonos celulares tenemos a cualquier persona a nuestro alcance. El modo de capturar nuestra cotidianidad es distinto, podemos registrar con las cámara del celular los momentos que vivimos minuto a minuto.
Hoy las prácticas amorosas han cambiado. Las relaciones entre parejas se pueden desbaratar por un mensaje en el WhatsApp; una pelea entre enamorados da inicio porque “me dejó en visto” durante una conversación por las redes. Además, una llamada que entra y no se responde puede ser el comienzo de una pataleta interminable; una foto subida al Facebook y los comentarios que genera puede ser el detonante de un conflicto. En fin, hoy son otros los motivos de una ruptura o de una pelea entre enamorados.
Son constantes las quejas por la falta de atención debido a que él o ella no se desprende un momento de su teléfono y le da más importancia al aparato que a la persona que tiene en frente. Es difícil tratar de mantener una conversación sin que el sonido de la entrada de un mensaje o una llamada rompa el encanto de la charla.
Somos una multitud de personas atadas a la dependencia de un aparato que casi no nos permite levantar la cabeza para apreciar una mirada amable o una palabra de afecto, o disfrutar de lo que nos rodea ya que toda la atención está puesta en esa minúscula pantalla convertida en el objetivo de nuestra ansiedad permanente.
El celular es una herramienta importante, pero su uso sin control le ha convertido en un apéndice en ocasiones indeseable, a tal punto que, por ejemplo, en algunos restaurantes ofrecen descuentos para los comensales que dejen sus celulares en casillas especiales a la entrada del mismo.
Somos una muchedumbre que camina con los ojos puestos en una pantalla que nos comunica con gente al otro lado del planeta o con personas que ni siquiera podemos valorar si sus palabras son sinceras o mentirosas, mientras ignoramos a quien está a nuestro lado con toda la atención puesta… en su celular.