La propuesta del candidato Gustavo Petro de “democratizar” los 300 billones de pesos ahorrados por 18 millones de colombianos para su pensión luego de más de 20 años de trabajo, convirtiéndolos en su capital para pagar subsidios de $500.000 mensuales a 5 millones de colombianos que viven en la pobreza, es la que genera más controversia.
Y no es para menos.
Muchos de sus seguidores, muchachos preparados con buenas intenciones, "los chapineroyork" entre ellos, opinan que es un acto de extrema urgencia y solidaridad con quienes no tienen o tienen muy poco, pues piensan que los futuros trabajadores volverán a llenar las arcas y así hasta el fin de los confines.
La falsedad de esta afirmación ya fue objetada por muchos economistas, basados en la pirámide invertida del trabajo y en la irresponsabilidad de dejar deudas a las futuras generaciones, entre otras.
La gravedad de hacerlo es que el señor Petro no estaría realizando un “acto de solidaridad” con los menos favorecidos. No. Estaría comprando una valiosa clientela política de cinco millones de personas y sus familias que le asegurará los votos por décadas.
Y así, de llegar al poder y aceptar elecciones cada cuatro años, en cada una de más que ganará saldría victorioso y con aire magnánimo a decir que “el pueblo habló y lo eligió otra vez”.
Mientras tanto, los pensionados comenzarán (se calcula que en cuatro o cinco años) a notar disminuciones en sus mesadas por falta de presupuesto para su pago.
Y poco a poco, año tras año, quienes trabajaron toda su vida y también quienes no lo hicieron y son subsidiados, comenzarán a sentir la disminución de ese dinero mensual, de su canasta familiar y de su calidad de vida.
Así que no nos llamemos a engaño: la creación de clientela política para reelegirse a posteriori e indefinidamente no es solidaridad, es vulgaridad.
Es aprovecharse de las buenas intenciones, de la bondad de muchos y de la ignorancia o aprovechamiento de algunos para masacrar la democracia.