A riesgo de caer en lo ya escrito, en el cliché o lo repetitivo, estas líneas estarán dedicadas una vez más a compartir las reflexiones alrededor de la cotidiana tragedia en la que permanece el departamento del Cauca, que tristemente es lo que se conoce de esta tierra y lo que han soportado sus buenas gentes casi que desde siempre.
La privilegiada posición geográfica del Cauca (por estar en la ruta que conecta el sur del continente con el centro y norte de Colombia), sus inmensas riquezas naturales, renovables y no renovables, y la calidad de sus moradores no han servido para brindarle a sus comunidades los mínimos necesarios para garantizarles una vida digna. Esta estratégica ubicación, por el contrario, solo le ha servido a los actores armados y civiles del conflicto para incrementar sus ganancias y su poder militar, político y, obviamente, económico.
Tal y como ya lo han señalado notables científicos sociales (Molano, Gaviria, Fals Borda, entre otros muchos más), el Cauca ha sido y sigue siendo manejado por las elites sociales y económicas de siempre. Estas son herederas de uno que otro apellido y fortuna, fruto del modelo precapitalista o casi que semifeudal con el que se han administrado los destinos de este departamento desde hace más de 200 años por intermedio de los mandaderos de estas élites, los integrantes de la clase política tradicional.
Resulta claro que mantener la incomunicación física de muchas comunidades (eso sí, asegurando acceso y seguridad para fincas, haciendas, empresas, minas y/o cultivos, propiedad de terratenientes y prósperos inversionistas de la agroindustria o de lo ilícito) ha resultado una herramienta eficaz para mantener el control social y político de las inmensas mayorías de comunidades campesinas (afro e indígenas), lo mismo que de un creciente ejército de personas en la informalidad laboral.
Este eficiente esquema de pobreza, falta de acceso a todo y violencia en el que viven un buen número caucanos le ha garantizado a un reducido número de sus paisanos, pero, sobre todo, de inversionistas foráneos, un continuo y creciente flujo de riquezas: un modelo de economía regional ya analizado por el actual ministro de Educación de Colombia, Alejandro Gaviria, junto con otros autores, en un interesante texto sobre la relación entre el crimen y la economía en Colombia [1].
No es de extrañar entonces que en este tristísimo contexto la encopetada dirigencia caucana no haya querido o sido capaz de gestionar y hacer realidad las proyecciones de infraestructura vial que por más de cinco décadas se sabe que requiere el Cauca para poder avanzar en su ruta a la modernidad. Por eso no sorprende que ahora, durante la más reciente tragedia (la de Rosas), salgan a lavarse las manos y a endilgarle su incompetencia a los gobiernos nacionales, de los que también han sido y son parte.
Efectivamente, de nada le ha servido al Cauca tener presidentes, designados, ministros y recientemente director de la Unidad de Gestión de Riesgos y Desastres (todos ellos provenientes o en representación de la tradicional clase dirigente caucana) si cada cierto tiempo la conflictividad armada y/o social, pero sobre todo, la madre naturaleza, se encargan de hacer evidente la incapacidad de esta clase dirigente de la derecha caucana para hacer lo que manda la ley (como por ejemplo, gestionar la prevención de estas terribles eventualidades).
Gobernadores del Cauca han pasado, todos ellos con la bendición de los partidos tradicionales de derecha, no obstante que se hayan hecho elegir de otra manera, incluso con avales de organizaciones sociales. Todos ellos han fallado a la hora de hacer eso que prometieron a sus electores y que les demanda la misma ley: velar por la vida, honra y bienes de sus electores y en general de todos los caucanos. Incluso, quienes han tenido largos periodos, así sea en cuerpo ajeno, como don Temístocles (ahora devenido a alternativo), han demostrado su carácter pusilánime a la hora de representar al Cauca frente al agobiante centralismo colombiano. Lo de ellos ha sido quedar bien con todos para lograr seguir acomodados o reelectos en lo que sea. ¿Cierto, exgobernador Campo?, ¿cierto, don Tito?
Quienes desde el Cauca apoyamos decididamente las propuestas del Pacto Histórico confiamos en que durante este gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez el departamento y el sur occidente colombiano por fin puedan empezar a ver materializadas las obras de infraestructura vial, sanitaria e industrial que requiere esta zona, en continua tragedia, para poder avanzar en la paz total y el buen vivir, al que también tenemos derecho.
[1] Ver: Martínez, A. (2001). Economía, crimen y conflicto. Universidad Nacional de Colombia, facultad de Economía. Ediciones Antropos, Bogotá, Colombia