A pesar del temor, el desconcierto, la impotencia, la indignación y la tristeza, quien estas líneas escribe nuevamente denuncia ante la comunidad nacional e internacional el insoportable clima de terror y violencia que, a pesar de las alertas tempranas hechas por la Defensoría del Pueblo de Colombia y las reiteradas denuncias que las organizaciones de defensores de derechos humanos y demás han hecho en tiempos recientes, aún siguen sucediendo en esta parte de Colombia.
El día 22 de octubre, en horas de la tarde, recibí por medio electrónico la foto de una nueva amenaza de muerte en contra de varios comuneros, líderes del movimiento indígena y este humilde servidor. El panfleto, cuya autoría aún está por definirse, aparece con el logo de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia. En el deplorable libelo, se nos declara objetivo militar y se nos conmina a abandonar nuestros sitios de residencia en un plazo de 24 horas, sindicándonos de “…implantar el castrochavismo en nuestro país”, además de ser “…colaboradores del terrorismo”. “Se van o se mueren”, termina amenazando el panfleto.
Esta aterrador ultimátum se suma a la ya interminable lista de amenazas, atentados y asesinatos en contra de líderes y lideresas sociales, periodistas y políticos (ver:Proclama es víctima de amenazas y extorsión,Circula nueva amenaza de muerte dirigida a guardia indígena del norte del Cauca) que han venido sucediendo casi que a diario en el departamento del Cauca, el nuevo teatro de operaciones de los grupos armados al margen de la ley. Estos han encontrado en el histórico abandono de la clase dirigente tradicional del Cauca y de Colombia, la desidia del gobierno colombiano, en cabeza de Iván Duque, por avanzar en la implementación de los acuerdos de paz firmados en La Habana y el Teatro Colón de Bogotá y la negligencia del Estado colombiano, el abono necesario para seguir imponiendo su reino de terror y muerte.
No obstante la inquietud y la preocupación que esta reciente amenaza produzca mi ánimo, seguiré señalando las taras de nuestra sociedad, seguiré defendiendo el Estado social de derecho, su carácter pluriétnico y multicultural. No cesaré en el empeño de defender la solución negociada de todos los conflictos por los que atraviesa la sociedad colombiana, su soberanía y su derecho a la autodeterminación, así como nuestro derecho a la libertad y a la vida.
Sí. Me embarga una enorme indignación que casi me impide teclear la nota, pero es necesario que el mundo entero conozca la crisis humanitaria que padecen las buenas personas del Cauca, que somos la inmensa mayoría, y que a pesar de las alertas aún hoy no encuentra una solución en el corto o mediano plazo.
Hago un angustioso llamado a la institucionalidad colombiana, a los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos, a la Organización de Naciones Unidas y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que nos ayuden a parar esta espantosa ola de terror y de violencia que tiene al Cauca bajo amenaza.