Apenas despunta el nuevo año y, en solo diez días de labores, la Oficina de Atención a Víctimas en Ocaña ya ha recepcionado una docena de declaraciones de familias que argumentan haber salido de la región del Catatumbo atemorizados por los horrores de la guerra.
Desde municipios como Convención, Hacarí, San Calixto, El Tarra y Teorama (Norte de Santander) siguen llegando familias que manifiestan temor por sus vidas y que deciden abandonar sus pertenencias, su entorno y sus costumbres, para proteger su integridad ante las confrontaciones que se registran entre insurgentes desde el mes de marzo de 2018 y que aún siguen dejando muertos de lado y lado, pero también población civil que solo parece estar en el momento y lugar equivocados.
El año anterior fue considerado uno de los más difíciles en materia de desplazamiento en el último lustro. Un total de 1931 familias, 6452 personas entre adultos, niños y adolescentes, llegaron huyendo y buscando ayuda a la segunda ciudad de Norte de Santander. Los municipios desde donde arribaron más familias desplazadas fueron: Teorama con 546, Hacarí con 411, El Tarra con 299, Convención con 259 y San Calixto con 211 familias. Le siguen municipios como La Playa, El Carmen y Ábrego con cifras que no superan las cien familias movilizadas.
A esta lamentable estadística se debe sumar el amplio número de afectados que decide no realizar la declaración por el temor que les asiste y la necesidad de retornar en algún momento a sus veredas sin ser considerado objetivo de los violentos. Así ocurrió en el más reciente desplazamiento registrado en Hacarí, donde más de mil personas debieron permanecer en albergues temporales durante dos semanas y que decidieron regresar por su cuenta y riesgo a sus parcelas, sin antes dejar evidencia formal ante las autoridades.
La crisis humanitaria que se ha registrado desborda la atención de emergencia que puede brindar cada municipio, carentes todos de recursos económicos y necesitados que el gobierno nacional gire su mirada, de una vez por todas, a la región del Catatumbo donde las muertes, secuestros, intimidaciones y ataques a líderes sociales, temor de la ciudadanía y ausencia del estado, se profundiza cada día más.
Todos en esa región anhelan que la Jornada de la Esperanza por la Comunidad del Catatumbo, cumplida en marzo de 2018 en El Tarra, en manifestación contra los hechos de violencia registrados, no quede en vano como hasta ahora.