Por su formación, el médico Martín Alfonso Mejía Londoño, alcalde del municipio vallecaucano de Calima Darién, debería conocer mejor que nadie la manera como el alcohol puede nublar la voluntad y la conciencia de una persona. Sin embargo, esos conocimientos parecerían no reflejarse en su comportamiento durante fiestas y verbenas.
En esta Semana Santa repitió y le rindió culto al dios Baco, el soberano del vino y las bebidas embriagantes en la mitología griega. Entre vahos etílicos se presentó en una discoteca y se tomó la pista para bailar con sus partes nobles expuestas ante los asistentes.
La policía tuvo que intervenir para conseguir que el hombre, que es el jefe de la institución, se vistiera, se calmara y se fuera a su casa. “Alcalde no sea sucio”, le gritaban algunos asistentes. “Estaba fuera de sí y no sé si todo era solo producto de los tragos”, dijo un funcionario del hospital municipal.
Los antecedentes no hablan a favor del alcalde. En agosto de 2022, durante una verbena amenizadas por una orquesta internacional el mismo mandatario subió a la tarima, le arrebató el micrófono al vocalista y luego de proferir algunas palabras agraviantes le preguntó: “Yo soy un político, ¿y entonces usted cree que soy un ladrón”. “Eso lo está diciendo usted”, le contestó en aquella ocasión el desconcertado cantante.
Después del domingo de resurrección nadie en Calima ha visto al alcalde. Este lunes no respondió llamada y ni siquiera las recepcionistas atendieron tampoco el conmutador.
El hecho está lejos de ser una simple anécdota porque con su conducta el alcalde pudo haber pasado por encima del Código de Policía, del Código Disciplinario Único y de las normas sobre ética y buen comportamiento del Departamento Administrativo del Servicio Civil.
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