Eso me dijo la señorita del departamento al cliente: que era un "caso aislado". Yo mismo he sido un admirador de la atención al cliente por parte de la casa de apuestas GANA, en la ciudad de Medellín. Sus vendedoras siempre me parecen súper queridas. Por eso le dije, también por teléfono, que me extrañaba el suceso y que en ningún momento quise generalizar. Pero son tiempos convulsos y así se entendió cuando el portal LAS DOS ORILLAS publicó la noticia el pasado 15 de febrero: "Vendedora de GANA amenaza a un cliente con cuchillo"
Ad portas de un contexto de posconflicto, me permití también en reconocer que había pecado de clasista al no entender ese tipo de comportamientos. Es lo que hemos de vivir en los próximos años todos los colombianos, cuando se acaben de reintegrar las miles de personas de la guerra que faltan por volver y que tratarán de abrirse paso en la gran ciudad. Sin embargo, unánimemente todas las voces consultadas se han permitido en respaldar el hecho de que estos actos hay que ventilarlos.
El llamado es a entender que nunca sabremos quién nos habrá de prestar los servicios de la cotidianidad. Durante la paz que se viene, muchas de las personas que te han de vender el pan en la esquina, o quien te ha de peluquear ó quien te habrá de vender minutos en la calle, podrán haber tenido una historia de guerra detrás. Quién sabe. De repente, esa persona que anda haciéndote una reparación eléctrica en la sala de tu casa, de pronto hizo parte de los grupos armados y que le quedará más difícil de lo normal resolver conflictos laborales de cara al público, en caso tal.
Hasta el momento nadie habla de cómo vamos a manejar, entre todos, los traumas con los que va a quedar Colombia cuando decidamos deponer las armas.
No solamente los actores armados se pueden dar el lujo de estar traumados por el conflicto rural y urbano. Los civiles también hemos de manifestar signos de patologías tales como ataques de neurastenia, pánico repentino e impulsividad irracional, fruto de las secuelas de una guerra cincuentenaria.
¿Qué sé yo, como usuario, sobre las motivaciones de una vendedora de GANA para tener un arma en su lugar de trabajo? Nada. No sé nada. Pero lo de lo que sí puedo estar seguro es lo normal y hasta necesario que puede resultar aquello. Al menos las directivas de GANA si se dieron por enteradas después del artículo y se tomaron el trabajo de comunicarse.
La casa de apuestas se dignó amablemente a pedir disculpas, a través del señor Juan Guillermo Cano y por medio de la encargada de servicio al cliente. De pronto la foto que se usó para ilustrar la nota, ayudó en algo a que la imagen de GANA se viera amenazada de verse empañada ´por primera vez en su historia´, según las propias palabras de Cano y la encargada de servicio al cliente.
La idea no es que nadie pierda el trabajo. De eso se habló en la llamada telefónica. También se habló de las notas periodísticas escritas al fragor de la sangre caliente y la frustración imperante. La idea general de estas letras, es reflexionar que en Colombia estamos. Y que lo que se viene en tiempos de Paz va a ser en extremo difícil: un país donde todos corremos con el riesgo de perder la cabeza, a manera de casos aislados.