Tras una semana de la triste noticia de que Carlos Holmes Trujillo permanece bajo estricto cuidado médico tras haber sido infectado por la COVID-19, padecimiento que comparte con millones de personas que en todo el mundo luchan por su vida, quiero aprovechar este espacio para contar por lo menos tres aspectos de su vida pública que me impactaron por anecdóticos. Creo que conocerlos servirá a su familia para que sienta cuánto y cuántos lo queremos y admiramos.
Lo conozco por su compostura en un mitin en la Plaza de Caicedo de Cali, Valle. Me acerqué a él cuándo terminaron los actos. Recuerdo que al pedirle una foto, como lo haría cualquier joven que quisiera posar con el colombiano que más diversos cargos ha ocupado en el Estado colombiano, so pena del cansancio de caminar y hablar por horas e incluso nos llovió, estaba terminando de hablar con uno de los líderes de esa marcha. Sin embargo, cuando me acerqué, me saludó con su acostumbrada educación. De inmediato posó sonriendo para la foto. Justo en ese momento, un señor pasó aludiendo improperios a las tesis que él representaba en ese momento e interrumpiendo lo que allí sucedía. No obstante, tanto la foto que me estaba ofreciendo como el resto de saludo que me brindó estuvo totalmente atento y sonriente. Y al despedirme noté que le decía al ciudadano que si quería podían charlar sobre sus ideas. Jamás perdió la compostura. Nunca olvidaré esa enseñanza.
Lo conozco por su ecuanimidad en un evento en Armenia, Quindío. Recuerdo que un amigo suyo le abordó indicándole que por errores de logística no le habían asignado silla. Sin embargo, siendo él uno de los agasajados en el evento, no tomó su lugar hasta que pudo ver a aquel joven sentado. El mismo episodio sucedió en el Centro Comercial Shanghái en Cali, donde sacó una camiseta de su maletín para un seguidor suyo que se la pedía con ahínco (aún la conserva). De eso es testigo su querida prima Derly.
Lo conozco por su afabilidad. Recuerdo que en Buga, cuando caminábamos por las calles, se detenía a escuchar atentamente todo lo que quisieran manifestarle sus coterráneos. Muchas veces nos tocaba correr porque la avanzada ya iba llegando a la esquina y nosotros junto a él seguíamos esperando que se despidiera. Anécdota inolvidable nos sucedió en Tuluá cuando íbamos por un andén, de pronto había un asadero y sin pensarlo entró y saludó a todos los comensales. Fue muy curioso pues causó tanta gracia que algunos se quitaban los guantes plásticos para saludarlo y tomar fotos con sus celulares.
Aunque no faltan los chascarrillos. Cuando se camina a su lado, muchas personas de edad madura lo confunden con su padre, de quien heredó su nombre. Es la primera vez que Carlos Holmes no leerá una de mis columnas en este medio apenas se publique, pero a nuestro amigo, al igual que a toda su familia, solo resta decirle que, con toda seguridad y la ayuda de Dios, pronto lo veremos con la vitalidad que lo caracteriza al lado de su amada esposa, Alba Lucía. Necesitamos a nuestro lado a una persona compuesta, ecuánime y afable.
Posdata. Es el único líder público colombiano que siempre está acompañado por su esposa, incluso en actos públicos, locales, nacionales o internacionales.