El pick up o picó, como popularmente se le conoce a ese bendito aparato que con altos decibeles de sonido ha amenizado las fiestas más populares del Caribe colombiano desde hace décadas, es hoy una de las máximas manifestaciones de la cultura popular o cultura de masas (como yo le llamo) de esta zona del país.
Los orígenes del picó se remontan a la ciudad de Barranquilla. En los años 50, aproximadamente, en algunos hogares barranquilleros se empezaron a construir esos aparatos con el objetivo de amenizar las fiestas privadas como bautizos, cumpleaños, matrimonios, entre otras. Muchos historiadores y expertos en el tema coinciden en que el término picó proviene de las primeras radiolas que llegaron a Barranquilla, la mayoría marca Victor. Estas contaban con un tocadiscos cuyas agujas (también llamadas púas) traían una contramarca que decía pick up.
En los años 80, especialmente, el picó entra en un auge en toda la ciudad de Barranquilla. En ese momento empiezan a fabricarse como escaparates que en la parte superior (allí se colocaban los brillos y se solía escribir el nombre del picó) llevan un bafle, al cual se le conoce aún como regadera. Adicionalmente, el aparato contaba con unos bafles pequeños (llamados columnas) para distribuir el sonido. La música se reproducía a través de uno o dos tocadiscos puestos sobre una base de madera (llamada tornamesa). Los más pequeños alcanzaban los 200 vatios de sonido, mientras que los más grandes llegaban hasta 2700.
Cabe anotar que cada picó tiene un nombre que lo distingue del resto. En Barranquilla y en el resto del Caribe colombiano es normal encontrar picós con nombres particulares y sobre todo con una estética muy llamativa y pintoresca que representa. Los nombres que más han trascendido han sido: El Fidel, El Sandinista, El Gran Ché, el Pijúan, El Timblero, El Coreano Mayor o Tanque de Guerra. Con se buscaba honrar a los guerrilleros de las milicias y guerrillas populares latinoamericanas de los años 60, los cuales eran visto como héroes populares y del pueblo. Un claro ejemplo de ello es que El Coreano debe su nombre a que su creador, Concepción Hernández, tío político de Gallo, estuvo en la guerra de Corea.
En todo caso, la popularidad del picó se extendió gracias a los bailes populares que amenizaban toda la ciudad. Costumbre que posteriormente se distribuyó en diferentes pueblos y ciudades del Caribe, como Cartagena (Bolívar), Santa Marta (Magdalena), Maicao (La Guajira), entre otras. Ahora bien, el picó ha ido evolucionado con el pasar de los años, pero no ha perdido su esencia; es decir, el objetivo por el cual se creó. Ese objetivo aún lo mantiene en pie de lucha: amenizar los bailes populares en todo el caribe colombiano, alegrándole vida al sujeto costeño que no deja de ser contento y desordenao.
El picó es un digno representante de la cultura popular costeña, pues representa la estética, la filosofía hedonista y el goce de esta hermosa cultura, de la cual muchos nos sentimos orgullosos de ser parte. El picó en sí es una muestra de esa construcción cultural y de esa manifestación cultural que nos identifica como costeños, como caribes, como alegres y divertidos, y que nos mantiene en la historia como agentes constructores de cultura.
