Hoy quiero hablarles de Néstor Bonivento, el tío Capi. Él es primo hermano de mi abuelo, un hombre de estatura media y piel morena.
Mirar al tío Capi es ver en él gran parte de la historia de la familia. En medio de chanzas entre tíos, se abren grandes debates acerca de su edad, él dice tener 64 años. Capi ha sido siempre un hombre muy familiar, trabajador, excelente conversador y quizá lo más especial en él es que posee una incomparable chispa para el sentido del humor. Ha sido un referente de ejemplo para nuestra familia. De hecho, muchísimas veces ha suplido el papel de Putchipü, interviniendo de mediador en conflictos menores entre vecinos, ya que es un ser humano muy honesto y reflexivo y su calidez humana, lo que lo ha hecho merecedor de respeto en toda la zona.
En su vida más joven, solía dedicarse a la ganadería vacuna y caprina, así como también al cuido de la tierra para aprovechar temporadas de lluvia y poder cultivar yuca, maíz y ahuyama. Pero con el cambio de los tiempos, cada vez fue más escasa el agua y las lluvias, los animales enfermaban y se fue tornando insostenible, razón por la cual sus oficios se vieron obligados a transformarse y encontró nuevas oportunidades en una camioneta Ford F100, la cual modificó para poder contratar con el municipio los servicios de transportista escolar en escuelas rurales wayúu. Este oficio le brindó tranquilidad económica por unos años, pero debido a las cuarentenas, los contratos fueron suspendidos y por un tiempo el tío Capi quedó sentado en su chinchorro y de brazos cruzados.
En estos últimos meses debido a la pandemia, se ha mantenido en su vivienda, la cual está ubicada en la ranchería Campamento. Aunque lo vi por momentos muy preocupado por la situación, recientemente lo he visto relucir de con esa sonrisa que nunca se le acaba, y junto a ella lo he visto retomar la actividad de labrar la tierra peleando con los chivos, las iguanas, con las hormigas, las ratas y hasta con los sapos cuando se comen los primeros brotes de su pequeña huerta; verlo y contarlo son dos cosas diferentes, muchos no entenderán, pero trataré de explicar.
Campamento es una comunidad wayúu del eirukü Epinayuu, ubicada a cinco minutos del municipio de Maicao. En esta ranchería por muchísimos años se padeció por la ausencia de agua y hace aproximadamente un año se logró construir un pozo de gran capacidad, que abastece no solo los abastece a ellos sino también a las comunidades aledañas, devolviendo la esperanza a muchos wayúu, porque se pudo retomar la agricultura. Esto fue lo que motivó a este capitán de la vida a volver a mirar a la tierra como apoyo para el sustento.
Para mi tío Capi, al igual que para otros habitantes de la zona, ha sido una prueba de paciencia y perseverancia. Hace algunos días estuve por allá y me sorprendió ver esos surcos perfectos, con hermosos brotes de ají criollo y cilantro. “Toca ir probando con sembrar otras cosas a ver cómo me va”, comentó con gesto contento. Lo felicité y me dijo que todavía no cantaba victoria porque aunque el agua del pozo ha sido buena, falta agua de lluvia para que la cosecha esté totalmente bendecida. Y aquí estoy yo pidiendo a Juya (padre de la lluvia), para que visite pronto estas tierras, porque de la lluvia depende el sustento y economía de centenares de familias en toda la península de La Guajira y mucho más en este confinamiento por la pandemia.
A mi tío Capi e Idelis, quienes no tienen idea que estoy escribiendo esto, todo mi respeto, cariño, admiración y sobretodo agradecimiento por su apoyo y calidez con toda la familia.