El capitalismo del coronavirus

El capitalismo del coronavirus

"Mientras el Estado siga fallando, los dueños del capital protegiéndose y los banqueros beneficiándose, nunca podremos pensar en la solución de esta crisis"

Por: DIEGO MARIO ZULUAGA OSORIO
agosto 18, 2020
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El capitalismo del coronavirus
Foto: Leonel Cordero

"¿Qué nombre le daremos a esa íntima e irresistible simpatía que aproxima y solidariza, para tantos fines inconfesables, a vividores, farsantes y caciques?" (Santiago Ramón y Cajal).

Es un hecho cierto que la pandemia que estamos viviendo en Colombia ha desarrollado toda clase de políticas, unas copiadas, otras inventadas o en últimas adecuadas a nuestras necesidades, y el capitalismo sin ser un experto en la materia no se ha quedado atrás.

La pandemia acontecida por el coronavirus ha generado una paranoia colectiva en razón a todas las paradojas que esto ha traído, vimos como esperamos que desde la China se propagara el virus y mientras tanto no hicimos nada, cuando se detectó por primera vez un contagiado en Colombia casi un mes pasó hasta cuando se comenzaron a tomar precauciones; después se proclamaron un sinnúmero de decretos legislando, repartiendo, acomodando, permitiendo, reacomodando, impuestos van, impuestos vienen, repartición de dineros con programas con nombres irreales, organizando cuarentenas y hasta ayudando a la economía si lo acontecido se pudiera ayudar.

Y después de eso nos enfrentaremos a la gran paradoja del mundo pospandémico, que ha causado la pandemia, ¿cuáles serían las consecuencias desastrosas?, ¿cuáles serían los escenarios políticos, económicos y sociales que se derivan de ella, es decir, una verdadera crisis por plantear y planificar?

“Pues lo que está sucediendo con este virus parece un déja vu” (J. Alemán), un fenómeno que salta de realidad a irrealidad, de política a sin política, ensayo de prueba y error, esperando si por el borde de la puerta aparece la tabla salvadora, esa que permita sanar lo insanable o mejor, subsanar esa brecha del capitalismo salvaje que está absorbiendo la economía del país, en donde la pobreza disminuya o el índice de desempleo desaparezca o se vuelva a los mínimos permitidos.

Pero, entonces, cómo esperar que todo esto ocurra si el capitalismo mundial se había encontrado con obstáculos internos y que provenían de su propio movimiento, pero al mismo tiempo existían los externos, esos que no dejaban que este fluyera de manera tranquila y sosegada, para determinar en últimas que ese capitalismo arrasó con todas las economías, los dineros invertidos son insuficientes, los bancos internacionales a prestar dineros a las naciones y los internos a prestar a los usuarios que veían desplomarse sus ilusiones a altos intereses, beneficiando a los banqueros que son los que gozan de la mejor tajada.

Se han presentado recesiones económicas pero la que estamos padeciendo determina que el capitalismo es una catástrofe global, pues no hay pactos entre las naciones claros y muchos menos políticas para controlar y detener la pandemia, basta ver lo que viene ocurriendo con la vacuna, cada quien, por su lado, muestra palpable de lo que es el manejo del dinero capitalista.

Nos encontramos en una situación límite y traumática en palabras de Jorge Alemán (filósofo español), en una historia de la humanidad cuestionada a todo momento, viendo los efectos incalculables no solo de los confinamientos sino de los servicios de salud, los muertos de lado y lado y el deterioro de los hogares y viviendo una apariencia hogareña que riñe con la realidad, pues no sabemos qué ocurre debajo de las cobijas de las casas, desde los problemas con los hijos, los sexuales, los de convivencia y económicos.

Cabe preguntar si dentro de esas políticas económicas auspiciadas por el Estado se pueda hablar de igualdad, que a cada quien le llegue lo suyo (subsidios mal repartidos), una protección a las personas que lo requieren (salud), una ayuda para quienes cerraron sus empresas (sin proteger a los empleados) o individuos buscando empleo para no morir de hambre (desempleo por fuera de los índices normales) recurriendo a la mendicidad o al rebusque; los proyectos políticos se volvieron letra muerta (no es si no ver esa gran cantidad de decretos que para nada sirven), unas alocuciones de figuras del gobierno tratando de explicar cómo nos va (unos parecen muñecos de trapo, otros vendedores de ilusiones y algunos vendedores de verduras) frente al desarrollo y avance de la epidemia y como estamos quedando, eso sí los contagiados aumentan a pesar de los esfuerzos de gobernadores y alcaldes y los muertos siguen apareciendo, por falta de UCIS o centros de salud para atención primaria, consecuencia de ese discurso capitalista al que se refería Marx.

Sin tener ojo de buen cubero nos dirigimos hacia una crisis colectiva que va a cambiar los actores económicos, desapareciendo y repartiendo las hegemonías corporativas, multinacionales y de las naciones, en contravía al neoliberalismo, palabra muy utilizada entre los sabedores de economía, para efectuar lecturas de resultados insospechados o políticas degenerativas o de esa cadena equivalente al manejo de lo económico en todos los niveles, dejando gran cantidad de consecuencias a la deriva, esperando que aparezcan nuevos líderes con tareas mágicas (no los que se presentan a diario por televisión, y adoptada por gran cantidad de mandatarios) para salvar al país de la debacle social y económica, o utilizando las teorías como la del “empresario de sí mismo” a la que aludía Foucault, para emprender una gran campaña que devuelva la oferta y la demanda, que el mercado se restaure o buscar la equivalencia entre rendimiento y competencia.

La ideología del capitalismo es buena, siempre y cuando represente resultados no solo para quienes la administran sino también para los beneficiarios, pero mientras siga el Estado fallando en sus políticas, los dueños del capital protegiéndose y los banqueros beneficiándose de los errores de la pandemia, nunca podremos pensar en la solución de esa crisis que se ha planteado. Así continuará el fantasma de la inequidad, desigualdad, rondando el aire de aquellos que esperan una gran solución bien a corto o largo plazo.

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