Hace un tiempo leí En el mar hay cocodrilos, un libro que narraba la historia de un joven llamado Enaiatollah Akbari, procedente de una pequeña aldea en Afganistán, perteneciente a los Hazara, una minoría étnica perseguida y torturada por los talibanes y los pashtunes. Él, siendo aún un niño, había sido abandonado por su madre y apartado de sus hermanos menores cuando ella tomó la decisión de escapar con la ayuda de unos narcotraficantes hacia Pakistán para salvarle la vida y evitar que fuera reclutado para la guerra. Después de darle algunos consejos, mientras él se quedaba dormido, ella se marchó sin que él lo supiera y a partir de ese momento tuvo que arreglarse su vida solo.
Pasado un tiempo, migró ilegalmente por mar, donde perdió a uno de sus amigos, y por tierra a países como Irán, Turquía, y Grecia. En todos durmLa ilusión de los reió en las calles, realizó trabajos forzosos, conoció a otros niños en sus mismas condiciones de los cuales se hizo amigo, tuvo hambre y sed, entre muchas otras necesidades, sufrió robos, maltratos, humillaciones, fue atrapado por la policía y vivió con el miedo constante de ser devuelto a su país. El chico, después de varios años, siendo ya mayor de edad, logró llegar a Italia donde consiguió el asilo y fue acogido por una familia que le brindó el amor del cual había carecido casi durante toda su vida.
Recuerdo ese libro, en medio de la gran ola migratoria que trata de llegar desesperadamente a Europa, y que viven de manera muy similar la triste y peligrosa travesía de Enaiatollah. Huyendo de una guerra que no es nueva, pero que durante años ha sido ignorada por parte del mundo. El suplicio de los sirios, afganos, irakies, nigerianos, libaneses, entre otros, que en gran cantidad de casos se ven obligados a abandonar a sus familia, se ven reflejados en una sola historia, contada en En el mar hay cocodrilos.
El gran caos desatado, principalmente por Estado Islámico y distintos grupos representantes de los terroristas Al-Qaeda, y por los ataques aéreos de la coalición internacional deja millones de desplazados que han despertado un gran miedo en Europa, dividida entre los grupos de ultraderecha que se resisten a aceptar gran cantidad de refugiados, sirios principalmente, pero también de los países anteriormente nombrados en los cuales vivir se ha vuelto imposible, argumentando que en estos grandes grupos de personas que llegan a instalarse a sus países, buscando una vida mejor, también llegan terroristas que en un futuro no lejano buscarán perpetrar ataques dirigidos por los yidahistas y exigiendo mayores medidas de control.
Por otro lado está la cara amable de la humanidad: los europeos que reciben a los refugiados con agrado, respeto y simpatíaLa para lograr que se sientan cómodos lejos de sus raíces, su cultura y su lengua. Queda esperar que no se cansen rápido de sus nuevos inquilinos y la generosidad se convierta en xenofobia. Alemania es el país que más refugiados aceptará (800.000, en un plazo de cinco años) pero más allá de buscar ser un ejemplo para países como Gran Bretaña o Francia, que se resisten más a esta oleada de migrantes, entre otras razones Alemania necesita mucha mano de obra barata y los refugiados, seguramente, realizarán todos aquellos trabajos que los alemanes no están dispuestos. Sin embargo, esta sigue siendo una mejor opción que continuar viviendo en medio de la guerra. El camino que comienzan tampoco es fácil; llegar, lograr adaptarse y encontrar un modo de costearse la vida es un gran reto que deben enfrentar en medio de los desconocido.
