Nada tiene más cansados a los colombianos que escuchar hablar de paz. Que si es, que no es, que el acuerdo es inconstitucional, que lo van a demandar, que es el colmo que Vargas Lleras se haya demorado en pronunciarse en su favor, que es lo mejor que ha pasado, que la ministra más impopular está en licencia para hacer campaña por el Sí, que… todos los argumentos en pro y en contra que a todos se les puedan ocurrir.
Es que pese a la importancia de lo que se viene con el resultado del plebiscito, nada más y nada menos que el futuro del país, a los colombianos indecisos -que no son pocos- ya les da pereza el bombardeo en el que andan seguidores y detractores; el Gobierno metiéndosela toda y con el músculo financiero para hacerlo, así le haya pedido rebaja a la Registraduría como lo hizo el Ministro de Hacienda, o los más duros detractores (uribistas o ciudadanos del común), que también hacen su propia campaña.
Es tanto lo que implican ese par de monosílabos,
que creería imposible que cada ciudadano pase de largo
sin votar por algo tan trascendental
Estoy de acuerdo con muchas cosas y muuuy en desacuerdo con otras, pero nada me ha producido tanto escalofrío en la vida –ni mi decisión de volverme a casar- como pensar si voto por el Sí o por el No; es el futuro de todos. Es tanto lo que implican ese par de monosílabos, que creería imposible que cada ciudadano pase de largo sin votar por algo tan trascendental.
Este proceso ha dado para todo. Para discutir el acuerdo definitivo, se planean almuerzos, onces, copita de vino y todo lo que se les ocurra alrededor de discutir si votar por el SÍ o por el No. Inclusive cuando el presidente entregó el documento del acuerdo definitivo al Congreso, salió un trino magistral: “Si les da pereza leer las 297 páginas del acuerdo, la película la están dando en Venezuela”, de @DoctorFausto, un tuitero que se presenta como “Sí soy de derecha ¿y qué?”, y que a juicio de muchos ha sido de lo más brillante que se ha publicado.
Resulta paradójico que por cuenta de “la paz” se han resquebrajado amistades, se han peleado familias, han discutido hasta la enemistad compadres y, como la mejor representación de lo que está sucediendo, el país se encuentra como nunca antes profundamente dividido. O mire cómo andan las relaciones entre el propio presidente Santos y su vicepresidente Germán Vargas Lleras, a quien no le termina de convencer un tribunal de extranjeros al que el Vaticano ya le sacó el cuerpo, para enfrentar a la andanada de falsos testigos que, sin duda, llegarán a cumplir con su tarea.
No hemos recorrido ni la mitad del camino de este tortuoso proceso, y ya les huimos a quienes se acercan a convencernos por qué SÍ o por qué No, pasamos derecho los titulares que digan “paz”, cambiamos el canal cuando se habla de “paz”… De hecho, creo que esta columna no tendrá muchas lecturas porque es el cansancio de “la paz”.
¡Hasta el próximo miércoles!
