Hijo de un poderoso aliado del Gobierno Revolucionario Cubano, Bruno Rodríguez empezó su vida política desde que era universitario cuando se posesionó como Presidente de la Federación de Estudiantes de Enseñanza Media (FEEM). Al graduarse como licenciado de Derecho fue elegido, en 1986, Secretario de Asuntos Internacionales del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
Comunista purasangre, a finales de los años 80 sirvió como oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en la Republica de Angola con la misión Operación Carlota que intervino en la nación africana para sostener al gobierno comunista de José Eduardo Dos Santos. Y, en 1990, se convirtió en miembro permanente del Comité Central del partido.
Su carrera diplomática empezó en 1993 cuando fue nombrado embajador cubano ante las Naciones Unidas, cargo que ostentó hasta el año 2003. Un año después fue nombrado viceministro de Relaciones Exteriores y encabezó misiones médicas humanitarias de Cuba en Haití, Pakistán y Afganistán.
Raúl Castro lo nombró Canciller de Cuba en marzo de 2009. Heredó de su padre las relaciones con la cúpula castrista que lo mantuvo en su cargo después de la transición política al gobierno de Miguel Díaz-Canel y lo nombró, a finales de 2012, miembro político del Buró Político del Partido Comunista Cubano –PCC, máxima autoridad político-ideológica del país.
Así pues, el Canciller Rodríguez lleva 10 años personificando una diplomacia estratégica, con amplia experiencia en mediación de conflictos internos de otros países. El de Colombia no fue la excepción: se estrenó en el conflicto colombiano en el 2011 cuando Cuba aceptó ser la sede de los diálogos con las Farc y dar un apoyo que resultó fundamental durante los cinco años que duró la negociación. Junto a Noruega asumió el rol de garante del proceso paz.
En el 2015, Rodríguez, anticipándose a la firma de los acuerdos entre las Farc y el gobierno, nombró a José Luis Ponce, un funcionario de toda su confianza en la Cancillería, como embajador de Colombia en Cuba. Sería un aliado clave para apoyar el posconflicto y a velar por las garantías de la implementación del acuerdo entre las Farc y el gobierno colombiano. Cuba es uno de los países cooperantes que más ha facilitado programas y convenios educativos para los excombatientes reinsertados de las Farc.
Con el ELN las cosas prometían ser diferentes. Esta vez Cuba sería país garante solamente, pero la crisis diplomática que ocasionó el secuestro y asesinato de los tres periodistas ecuatorianos en territorio colombiano, llevó al presidente Lenin Moreno a retirarse de su condición de garantes del proceso de paz con esta guerrilla y negarse a continuar siendo anfitrión de la mesa. Cuba entonces apareció como alternativa para albergar a los negociadores desde mediados del año pasado. El canciller Rodríguez nuevamente aceptó el complicado rol, ad portas de unas elecciones que podrían cambiar el mapa político, como evidentemente sucedió. El Eln ha sido una guerrilla históricamente vinculada a Cuba y en tiempos de Castro incluso formó parte del plan estratégico de la revolución socialista. Colombia fue uno de los focos insurreccionales que impulsaron a través de la guerrilla del Eln. Recibieron guerrilleros heridos, dictaron cursos de formación política y militar e incluso desde hace cuatro décadas protegen en la isla al fundador de esta guerrilla Fabio Vásquez Castaño. Resulta casi imposible pensar que el gobierno de Cuba le entregaría a la justicia ordinaria a dos miembros de la comandancia del Eln y 6 guerrilleros negociadores. Una decisión que jamás firmaría el canciller Bruno Rodríguez.