Muchas veces nos la pasamos reclamando y exigiendo buen espectáculo de parte de nuestro equipo a la hora de enfrentar los partidos de las ligas y copas que disputan. Sin embargo, muchas veces nos quedamos en el camino y, a veces, haciendo presentaciones vergonzosas. Luego de lo sucedido, nos pasamos tirando la bola buscando culpables para que asuman las responsabilidades.
Muchas veces hablamos de los directivos, que son los que deciden al final a quién contratar para los retos venideros. Muchas veces también decimos que el director técnico es el principal culpable de la situación por sus pésimos planteamientos y poco trabajo demostrado en entrenamientos. En mi afán de buscar dichos culpables, me encontré con el cáncer del fútbol actual: la cabeza.
Pero, ¿a qué me refiero con eso? Sencillo: ahora mantenemos con personas débiles mentalmente, que todo les afecta y los daña para lograr su máximo desempeño.
Hemos llegado al punto en que en los equipos mantenemos jugadores que cuando no están contentos con sus propios compañeros salen a decir que "yo para qué corro si él gana 100 millones de pesos más que yo", "jugamos partidos cada tres o cuatro días" y demás excusas y comentarios groseros para con sus clubes que igual pagan sus nóminas.
Ahora, a estos jugadores no les importa las hinchadas, los escudos, los colores, la pasión, el amor; solo les importa su dinero, su comodidad y/o propios intereses. Vemos personas que buscan las parejas de otros compañeros sin importar lo que esto pueda dañar el ambiente en la institución, complot para que el equipo no consiga los resultados esperados y ellos sean beneficiados con lo que buscan, jugadores que no funcionan como se espera porque "el técnico me trata muy mal".
En tiempos de antaño, coger aparte al Pibe Valeriana y decirle "¿qué te pasa hoy? Estás perdido en la cancha. Te necesito concentrado", era un incentivo para que el Pibe se diera golpes de pecho acusando "mea culpa" y saliera a darlo todo en el segundo tiempo. Ahora le dices a Jhon "la Goma" Hernández estas mismas palabras y tranquilamente te ignora o te contesta "usted no me va a decir a mi cómo jugar al fútbol".
Somos muy apasionados a la hora de ver a nuestros equipos en disputa de torneos y pedimos sacrificio cuando salen a los campos de fútbol, pero ahora los tiempos han cambiado. Ya no podemos salir y exigir seriedad cuando se ponen "la sagrada", ahora hay que rogarles acomedidamente que lo dejen todo por estos colores.
Los tiempos han cambiado y con ellos la manera de ver el deporte que más amamos. Pero, mientras no encontremos la manera de llevar mentalmente los equipos a cumplir los objetivos, este gran cáncer será otra incurable enfermedad.